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Dar la batalla por Nicaragua

Carlos Fernando Chamorro ha regresado a Managua para, tal y como escribió en la edición digital de su publicación, “hacer periodismo en Nicaragua”. Es consciente de que el retorno no garantiza su integridad física ni su libertad, pero confía en la capacidad de la sociedad civil para “mantener viva la llama de la libertad de prensa”.

El pasado 17 de noviembre tuve la oportunidad de presentar en la Feria del Libro de Miami la nueva novela de Gioconda Belli, Las fiebres de la memoria. Fue una ocasión para conversar con la conocida autora nicaragüense no solo de su obra, sino también de la grave situación que atraviesa su país.

Directa y franca, Belli, quien en su juventud luchó contra la dictadura de Somoza y con el paso del tiempo rompió con el sandinismo, lamentó el derrotero dictatorial de una causa en la que muchos creyeron. De algún modo, así lo reconoció en el acto, una revolución hecha a imagen y semejanza del castrismo en Cuba estaba condenada a pisotear el Estado de derecho tarde o temprano.

La novelista y poeta fue particularmente dura con Daniel Ortega y Rosario Murillo, matrimonio que hoy gobierna el país centroamericano con mano dura. Desde hace tiempo el binomio Ortega-Murillo lleva las riendas como una suerte de Ceaușescu del Caribe. Si Nicolae y Elena Ceaușescu cometieron todo tipo de atrocidades al frente de la dictadura comunista en Rumanía, los Ortega-Murillo no se quedan atrás a la hora de dirigir los atropellos que se suceden en Nicaragua. Desde hace más de un año la pareja ha arreciado la represión: los muertos en las protestas ascienden a más de trescientos; los medios de comunicación independientes son asediados y atacados por la propia policía de los Ortega; las madres de los presos políticos son atacadas en la calle y hasta en las iglesias. Entretanto, la familia y el entorno de los Ortega-Murillo se enriquecen por medio de la cleptocracia.

De todo eso habló Belli, quien eligió volver a Nicaragua tras pasar un tiempo en los Estados Unidos. Su nostalgia por la tierra que inspira sus historias y poemas es más fuerte que el lógico temor que infunda vivir en un país donde alzar la voz contra la represión puede costar caro. Cuando conversamos en uno de los auditorios del Miami Dade College, Belli elogió la labor del periodista Carlos Fernando Chamorro, quien todavía se encontraba en el exilio en Costa Rica. Para ella, inmersa nuevamente en el activismo para impulsar el cambio en Nicaragua, el director del diario Confidencial es una de las figuras clave en el esfuerzo conjunto para que los nicaragüenses recuperen el espacio de la democracia y las libertades que los insaciables Ortega-Murillo les han ido arrebatando.

Una semana después de la amena charla con Belli en un recinto lleno de sus lectores incondicionales, Chamorro regresaba a Managua junto a su esposa después de casi once meses de exilio en el país vecino. Fue a principios de 2019 cuando allanaron violentamente la redacción de su diario. Agentes al servicio del gobierno destrozaron las instalaciones e incautaron los ordenadores. Uno de sus objetivos ha sido amordazar a la prensa desafecta y ocultar la verdad con medios oficialistas que maneja la prole Ortega-Murillo. En aquel momento Chamorro, al igual que otras figuras destacadas de la oposición, no tuvo otro remedio que refugiarse en Costa Rica, país tradicionalmente hospitalario con las distintas oleadas de exiliados nicaragüenses.

Carlos Fernando Chamorro ha regresado a Managua para, tal y como escribió en la edición digital de su publicación, “hacer periodismo en Nicaragua”. Es consciente de que el retorno no garantiza su integridad física ni su libertad, pero confía en la capacidad de la sociedad civil para “mantener viva la llama de la libertad de prensa”. No en balde pertenece a una estirpe, la de los Chamorro-Barrios, comprometida con la democracia en Nicaragua. Su padre, Pedro Joaquín Chamorro, asesinado por los esbirros de Somoza en 1978, fue un campeón de las libertades desde la tribuna del diario La Prensa. Y su madre, Violeta Barrios de Chamorro, continuó la lucha por la democracia, llegando a formar parte de la Junta de Reconstrucción Nacional tras el triunfo de la Revolución sandinista. En 1990, liderando el bloque opositor, venció al Frente Sandinista de Liberación Nacional, convirtiéndose en la primera mujer presidente del país con un mensaje de reconciliación que prometía unir a una sociedad dividida entre sandinistas y antisandinistas.

De todas las buenas razones que esgrime en su columna de opinión Carlos Fernando Chamorro sobre el regreso a su patria, la de mayor peso es su deseo de estar junto a su madre de noventa años, hoy frágil y postrada en una cama. Besarla y abrazarla es su prioridad y ningún dictador de turno le va a arrebatar el derecho más básico de un hijo.

En una conversación posterior con Gioconda Belli, la autora de El país bajo mi piel resaltó el papel balsámico que tuvo doña Violeta en la convulsa historia del país. Para Belli, su talante maternal fue fundamental para impulsar la transición que momentáneamente interrumpió el devenir caudillista del movimiento sandinista. Daniel Ortega y Rosario Murillo carecen del tan benéfico instinto de la empatía. Carlos Fernando Chamorro y todos los que hoy se arriesgan a volver tienen claro que hay que dar la batalla por Nicaragua. [©FIRMAS PRESS]

La autora es periodista.

*Twitter: @ginamontaner

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