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El femicida que enterró viva a su pareja y se hizo pasar por ella

Zaida Guzmán tenía 17 años cuando encontró una muerte horrible a manos de OmarAntonio Aráuz,el hombre que alguna vez dijo amarla.

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El último día en la corta vida de Zaida Guzmán fue un sábado 26 de enero. Esa mañana la joven de 17 años se levantó particularmente temprano porque debía viajar a La Dalia, Matagalpa, para retirar la provisión que su padre le entregaba cada fin de mes. Estaba inclinada sobre la cama, cambiándole la ropa a su hija, una niña de 15 meses, cuando su hermano mayor entró al cuarto:

— Esperame para que nos vayamos juntos –le propuso ella. Pero de inmediato cambió de opinión.

— No, andate mejor. Tengo que lavar ropa y te voy a atrasar –le dijo.

Eran las 8:00 de la mañana cuando Michael vio a su hermana por última vez. Una muerte horrible esperaba a la muchacha en la espesura de Los Vásquez, el brumoso caserío donde la familia Guzmán solía vivir antes del crimen, unos 8.5 kilómetros al norte de Matagalpa y a unos 400 metros de la carretera que conduce a Jinotega.

Zaida Guzmán

Un mes antes de que la asesinaran Zaida obtuvo una beca en el Instituto Técnico de Administración y Economía (Intae) de Matagalpa. Quería ser enfermera porque la cautivó la forma en que atendieron a su hija cuando, a los cinco meses de edad, enfermó de neumonía. Además, siempre le había gustado estudiar y aparecer en el cuadro de honor de los mejores alumnos.

Su hija fue el fruto de una breve relación con un joven de Matagalpa que conoció en los cafetales, donde laboraba como recolectora en tiempos de cosecha. Al padre de la niña lo dejó porque un día la quiso golpear y, meses más tarde, ya como madre soltera, conoció en La Dalia a Omar Aráuz Martínez, un año mayor que ella y a quien sus conocidos describían como un muchacho “trabajador” y “sin vicios”. Estuvieron juntos durante ocho meses, hasta quince días antes del crimen que en 2013 espantó al país.

Omar resultó ser incluso más violento que el padre de la bebé de Zaida. Era agresivo, le jalaba el pelo y alguna vez intentó pegarle, relataría después su hermano, cuando ya el crimen estaba consumado. Debido a ese comportamiento, la muchacha decidió dejarlo y ya llevaban algunas semanas durmiendo en cuartos separados, en casa de la familia de Zaida. Con todo, las cosas parecían marchar bien, pero en la habitación de al lado Omar estaba planeando el asesinato de la joven a la que supuestamente amaba.

El día del crimen Omar la esperó en el camino para emboscarla cuando Zaida se dirigía a la carretera, donde tomaría un bus para ir a La Dalia. Ahí la golpeó con un garrote, la arrastró a un barranco montoso, abusó sexualmente de ella, la amordazó, volvió al caserío para prestarles a los vecinos una pala y una piocha y regresó al barranco para terminar lo que había iniciado. Sepultó a la joven aunque todavía estaba respirando y más tarde explicaría tranquilamente ante los medios que lo hizo porque ella “andaba con otro maje”.

Mensajes

Horas después de cometer el crimen Omar llegó a la casa de su suegra como si nada había pasado y se dispuso a lavar la ropa que andaba puesta al momento del asesinato.

–No esté lavando esa ropa sin jabón. Mañana yo se la voy a lavar — le dijo doña Carmen Matus. Pero él no aceptó su ofrecimiento.

— Yo la voy a lavar –le respondió fríamente. –De todas formas la que me lava no está.

Siguió viviendo y comiendo en la casa de su suegra durante ocho días más, mientras doña Carmen buscaba desesperadamente a su hija, desde que el padre de la muchacha le avisó que no había llegado a La Dalia. Pero no solo eso. Omar se quedó con el celular de su víctima y lo usaba para mandar mensajes que confundían a sus padres. Quería hacerles pensar que la muchacha desaparecida estaba viva y en Managua.

A Jorge Guzmán, papá de Zaida, le mandó tres mensajes. El primero decía:

“Hola, papá, soy Zaida. Dígale a mi mama que estoy aquí en Managua, me vine con una muchacha a trabajar, es conocida, estudiaba conmigo en Matagalpa, no quiero hablarle a mi mamá porque debe estar enojada”.

La historia, sin embargo, no tenía sentido y la familia de Zaida no dejó de buscarla. El sábado 3 de febrero de 2013 sus peores temores se hicieron realidad y con creces. Unos vigilantes encontraron el cadáver de la muchacha, medio enterrado en el monte y dieron aviso a las autoridades.

El proceso contra el femicida solo duró unos días. Omar se declaró culpable de haber torturado, violado y enterrado viva a su pareja y fue condenado a 34 años de prisión. Además, ordenaron que recibiera atención psicológica.

Para la familia de Zaida, naturalmente, nada volvió a ser igual. La casita de barro de Los Vásquez quedó abandonada y la maleza creció en el fogón donde la muchacha solía preparar el café. Una parte de doña Carmen murió junto con su hija, pero encontró en su pequeña nieta fuerzas para seguir viviendo. Michael empezó a despertarse sobresaltado a mitad de la madrugada cuando un recuerdo golpeaba su su cabeza: “Tu hermana está muerta”.

La Prensa Domingo crimen Femicidios Matagalpa Nicaragua archivo

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