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El buen consejo de Humberto a Daniel

El general sandinista en retiro, Humberto Ortega Saavedra, envió a su hermano Daniel Ortega Saavedra una carta abierta publicada este miércoles en campo pagado de LA PRENSA. En la carta, escrita con su peculiar estilo literario, el general Ortega pide a su hermano dictador que libere a los presos políticos porque así “dará ánimo para la lucha cívica y electoral”.

La importancia de este mensaje al dictador Ortega deviene de la prominencia del remitente: su hermano de sangre y antiguo camarada en la Dirección Nacional del FSLN; estratega de la lucha insurreccional que derrocó a la dictadura somocista; ministro de Defensa del régimen revolucionario de los años ochenta y comandante en jefe del Ejército Popular Sandinista que libró la guerra contra la Resistencia Nicaragüense, la cual terminó en una mesa de negociaciones y sin vencedor en el campo de batalla.

Se sabe, aunque no se conozcan los detalles, que a los hermanos Ortega Saavedra los separan diferencias políticas y familiares hasta ahora irreconciliables, que datan de los años de la inconclusa transición democrática de la década del noventa. Esas diferencias los llevaron hasta el rompimiento público el año pasado, en el contexto de la rebelión popular cívica de abril y la matanza perpetrada por la dictadura para ahogarla en sangre.

En otra carta abierta publicada el 4 de julio de 2018, Humberto Ortega responsabilizó al régimen de su hermano Daniel por la sangrienta represión, le demandó desactivar las “fuerzas parapoliciales y cualquiera otra ilegal” y le propuso que adelantara las elecciones, tal como lo demandaba la oposición. Además, para facilitar esa decisión fundamental, el general sandinista en retiro solicitó a los obispos y a la Alianza Cívica que exhortaran “a los protestantes” a levantar todos los tranques.

Daniel Ortega tardó cinco meses en reaccionar públicamente a la sensata recomendación de su hermano menor. El 4 de diciembre del año pasado, utilizando como plataforma un congreso de estudiantes orteguistas, el dictador acusó falsamente a su hermano de haber lanzado al Ejército contra las bases sandinistas durante los primeros años del gobierno de doña Violeta. Además le imputó que se había pasado al lado de los que ganaron las elecciones de 1990 y que se convirtió en “peón del imperio de los Estados Unidos y de la oligarquía nicaragüense”.

Desde entonces Humberto Ortega guardó un prudente silencio, el que ha roto ahora, un año después, para respaldar públicamente la demanda de libertad para los presos políticos y, desde su particular visión de la situación del país, reiterar su posición de que la salida de la crisis nacional pasa necesariamente por la celebración de elecciones libres, coincidiendo de esta manera con la exigencia de la oposición y la comunidad democrática internacional.

Daniel Ortega debería hacer caso al buen consejo de su hermano. Así le permitiría a Nicaragua —y se daría él mismo— la oportunidad de salir de manera ordenada y pacífica de la crisis generada por su propia dictadura, y dar lugar a la recuperación de la libertad y la democracia.

Editorial Daniel Ortega Humberto Ortega Nicaragua archivo
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