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Elecciones en Uruguay

En un mundo caracterizado por las primicias de la tecnología, principalmente en el área ilustrativa y noticiosa, el sur no está tan opuesto al norte. Esa es la razón por la cual los nicaragüenses hemos sentido con la viveza del color los aspectos acaecidos en las elecciones de Uruguay situada en el extremo geográfico donde poca motivación mostraba su competencia electoral con relación a otras latitudes donde se hace más trascendente el aspecto político, como en Colombia o Venezuela. Las consecuencias justifican a la fibra de la expectación porque las discrepancias ideológicas son más acentuadas. Uruguay en términos proporcionales vibraba en el silencio. El volumen ahí es inferior. Los tonos han sido discretos respecto del bullicio estridente de sus vecinos. Contagiado por la sorpresa nunca perdí el interés en el desenlace de las elecciones en Uruguay, célebre por la fragancia sutil de sus carnes. Desde el comienzo tuvieron repercusión las actitudes ponderadas de sus candidatos. Intrusas las turbas. Ausentes los insultos. La oratoria de ambos Martínez y Lacalle Pou tuvo matices y fondos respetables en el lindero de la convicción.

Martínez, el candidato oficialista, cumplía quince años de estar influenciando en el Frente Amplio mientras su contendor era un legislativo militante en la acera opuesta. Uruguay, tan tanguero como Argentina, siempre tuvo similitud con esa estrella genuina del folklore mas no en el campo político, a pesar de haber repercutido en sus cúspides las crueles campañas de la dictadura. En medio de la tendencia de la calle alborotada donde fluyen los improperios trascendió la noticia florida, el ambiente de la tranquilidad nunca vulnerado por la violencia. Lejos de sonar el plomo donde se ha roto el tesoro de la paz. Suena a paradoja pero ya el simple hecho de que las elecciones estuvieron tranquilas es noticia. Es noticia reconfortante que los dos rivales cívicos hayan tenido un comportamiento donde afloró la propuesta constructiva conveniente para el porvenir de ese pequeño país. Naciones como Uruguay y Costa Rica son pequeñas pero ricas en la grandeza de la cultura política, estuve atento para conocer las incidencias comunes, las acusaciones basadas en el horror reincidente de la calumnia, pero nada de eso taladró al oído. Sin embargo, sospechas gravitan en la atmósfera del patetismo. La consigna ya podría estar maquinando la ira de la rebelión. Uruguay puede ser otra víctima de la combustión epidémica puesta en el tapete con cualquier pretexto.

Fue admirable la paciencia y la prudencia ante un espectáculo reñido pero civilizado en la votación que eligió finalmente a Lacalle con un mensaje que lo retrató contra las dictaduras a las cuales en categórica ponencia dijo que había que llamarlas por su nombre.

El autor es periodista.

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