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El Ortega que ya nadie quiere

El discurso opositor está más dedicado a descalificar que a demostrarles a los simpatizantes del régimen las conveniencias que tendría para ellos salir de esta dictadura

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Cádaver

Hay quienes creen que Daniel Ortega va ganando. Yo veo lo contrario. Quienes ven a Ortega fortalecido alegan que, al sobrevivir a la rebelión popular y ganar tiempo, va a llegar a las elecciones de 2021, se las va a robar otra vez, recompondrá su gobierno, y comenzará todo el calvario de nuevo. Eso es un sueño de opio. El gobierno de Ortega se murió el 19 de abril de 2018 cuando empezó a matar protestantes. Es un cadáver. Cada vez se descompone más. A estas alturas hasta los orteguistas ganan en una Nicaragua sin Ortega en el gobierno. Saben que por el bien de ellos deben dejar ir al difunto.

Secuestro

Daniel Ortega gobierna Nicaragua como gobernaría un secuestrador: pistola en la en la cabeza de las víctimas. Dirá que hay paz porque los secuestrados se han quedado relativamente quietos. Les dirá que “dejen de joder” cuando se quejen. Reclamará como “soberanía nacional” su derecho a hacer con los secuestrados lo que le venga en gana y se quejará de “intervención extranjera” lo cerquen, vigilen y castiguen por lo que hace. Un gobierno así es insostenible como nunca ha sido sostenible un secuestro.

Paria

En el plano internacional pasó algo curioso. Antes podíamos ver básicamente tres grupos de países: uno, los aliados incondicionales de Ortega, una pandilla de matones que quería imponer un nuevo orden mundial; dos, los que ni les iba ni les venía; y tres, aquellos que no lo tragaban, pero le sonreían cuando se lo encontraban para no meterse a problemas. Eso también cambio. Prácticamente ya nadie es indiferente. Los aliados se han desgranado y solo quedan unos tres que aúllan como lobos solitarios en la pradera en llamas. El grupo de los países que no lo quieren ha crecido exponencialmente y ya nadie se mide diplomáticamente para decirle las cosas en su cara.

Indeseable

Pero lo peor está sucediendo ahora. Ortega se ha vuelto un indeseable incluso para sus propios seguidores. ¿A alguien se le ocurre que en las condiciones que está Nicaragua, un empresario sandinista se siente más a gusto con Ortega que en un país con reglas más o menos democráticas? Los simpatizantes de base viven con miedo. Cada día les dan menos y les piden más pruebas de lealtad. Temen caer en la lista de “traidores” por manifestar algún desacuerdo. Y ya sabemos la saña con que trata el sandinismo a los que consideran traidores. Lo hace precisamente por eso. Para mantenerlos leales a través del miedo. Muchos, sin duda, respirarán aliviados cuando Ortega se vaya porque podrán vivir sin el miedo que tienen ahora que vendieron su alma al diablo.

Deserciones

La deserción en sus propias filas, insisto, será la etapa final de Ortega. Dicho esto, me extraña que el discurso opositor se dedique más a descalificarse los unos a los otros en lugar de demostrarles a los simpatizantes del régimen las conveniencias reales que tendría para ellos y los suyos un gobierno que salga de elecciones libres, y que se comprometa con el respeto a las leyes y a los derechos humanos.

Grupo duro

Claro, tampoco vamos a pecar de ingenuos. Hay un grupo que va a ir con Ortega hasta el final. Por convicción o por miedo. Porque se han involucrado en crímenes atroces y saben que solo con Ortega van a tener impunidad. Son los paramilitares, los delatores, los torturadores y asesinos. Esos no tendrán paz ni en esta ni en la otra vida. Así pasa siempre en este tipo de conflictos.

Verdad y justicia

No bastarán elecciones libres para que Nicaragua vuelva a ser un país “normal”. Esta vez no pueden dejarse de lado dos principios fundamentales para reconstruir el tejido social dañado: verdad y justica. Se tiene que saber qué fue exactamente lo que ocurrió aquí, más allá de los apasionamientos políticos, y quiénes son responsables de qué. Y en esa medida, tienen que pagar por los crímenes. Aquí se asesinó a centenares de ciudadanos, se torturó, se envió al exilio a decenas de miles y se mantuvo en prisión a inocentes. Todo ello no puede quedar impune. La impunidad sería la semilla de otro ciclo de dictadura y violencia.

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