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El libro del doctor Belli

No he leído aún el libro de Belli Buscando la tierra Prometida. Por supuesto que lo leeré, lo estudiaré. Sí, he leído la entrevista que le hiciera Eduardo Cruz publicada en Domingo del 8 de diciembre y su escrito del lunes 9 en Voces, de LA PRENSA. Pienso que “Basta de mitos” es un corolario de la entrevista y me ha llenado de recuerdos ya casi olvidados.

Siempre he pensado que la historia colonial de España en América y en particular la de Nicaragua colonial, que mejor conozco, está plagada de inexactitudes, de apasionamientos y odios políticos.

Siendo yo adolescente, unos 16 años, hoy tengo 92, escribí con admirada pasión sobre Pedrarias Dávila, primer gobernador del Darién y residente en Nicaragua por elección propia. El diario “Flecha” publicó mi escrito, para sorpresa mía y se estableció un “debate histórico”, así nombrado por el diario, entre un joven leonés, Leonte Herdocia y yo. Era en general respetuoso y simpático.

Eran dos chavalos que exponían sus ideas y diferencias, verdaderos entusiasmos en flor.

A quienes defendíamos a España de la “leyenda negra” se nos llamaba con desconfianza “hispanistas”. Recuerdo que Pablo Antonio Cuadra me escribió una larga carta, ciertamente elogiosa, más que por mis ideas, decía, por la “prosa increíble en una verdadera primavera”. También me envió un libro, Fin del Imperio Español en América, escrito por Mario Andre, en colaboración con otro escritor que no recuerdo. Además de que PAC me instaba a escribir más el libro despertó mi mente joven, aclaró muchos conceptos, muchísimos falsos en la historia colonial que nos enseñaban en la secundaria y llegué afirmar que la independencia de Centroamérica había sido prematura, que como dijo José Matías Delgado, el representante hondureño en la reunión con Gaínza en Guatemala para declarar la independencia, no era en aquel momento oportuna, que “requería consideración y tiempo” (coincidencia con Belli). Entonces me cayeron encima varios escritores mayores de León y de otras partes, con expresiones groseras. Recuerdo entre ellos a un señor que se llamaba Arnoldo Argüello, fue largo el ataque. PAC, que me había instado a seguir escribiendo, me aconsejó que no lo hiciera. Decía en su carta (que conservo): “guarde sus ideas para que las veamos plasmadas en un libro. Ya no escriba en los periódicos, vea como la han tratado a usted; ¡una mujer!”.

Durante mis 40 años de magisterio en Letras e Historia siempre intenté “deshacer en mis alumnos entuertos y agravios” históricos como quizás hubiera dicho Cervantes. Quizá lograría algunos éxitos.

Es tan penetrante la propaganda histórica política, además como dice Belli en Basta de Mitos cada gobierno en Nicaragua, haciendo uso indebido de su autoridad en materia educativa, conservadores y liberales y luego los sandinistas, ha contado la historia toda del país desde 1502 cuando Colón y su tripulación avistaron lo que hoy es Nicaragua hasta 2018, como conviene a sus mezquinos intereses políticos.

Me ha complacido poder recordar mi entusiasmo y rectificaciones históricas en flor de hace tres cuartos de siglo. En la ancianidad es grata la saudade.

La autora es profesora retirada.

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