El dictador Daniel Ortega sigue aferrado a su sueño de construir el Canal Interoceánico, pese a que cinco años después de aquella inauguración el 22 de diciembre de 2014 en Rivas, no queda más que la fotografía.
Cinco años en que las únicas constante del proyecto fueron las promesas faraónicas (50 mil nuevos empleos directos, crecimiento del Producto Interno Bruto por encima del 10 por ciento, puertos de aguas profundas) y la cruenta represión de la Policía Orteguista a las marchas campesinas que protestaban contra la obra.
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“La obra de ingeniería más grande del mundo”, cómo llamó la propaganda de la dictadura al proyecto canalero, nació en un papel firmado entre un oscuro empresario chino y el dictador, y murió ahí mismo, en ese papel.
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