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Nicaragua, sanciones, Daniel Ortega

Nadie como Él

Independientemente de que se lo reconozca o no su divinidad, Jesús de Nazaret causó una revolución ética cuyas consecuencias nos acompañan hasta hoy

A lo largo de la historia han existido numerosos personajes influyentes. Unos han protagonizado grandes conquistas, como Alejandro Magno; otros grandes descubrimientos, como Da Vinci o Pasteur; otros han sacudido continentes enteros, como Napoleón o Bolívar, o han hecho grandes aportes intelectuales, como Aristóteles y Platón; pero si hubiese que elegir aquel cuya influencia ha sido más profunda, benéfica y duradera, la mayoría de los historiadores, incluyendo los no creyentes, tendrían que concluir que lo ha sido ese personaje, judío, que nació hace poco más de dos mil años en una villa de Israel.

Independientemente de que se lo reconozca o no su divinidad, Jesús de Nazaret causó una revolución ética cuyas consecuencias nos acompañan hasta hoy. Su exaltación de la dignidad de todos los seres humanos, independiente de sexo, clase social o raza, y su amable exigencia de amar hasta a los enemigos, significó un rompimiento con tradiciones milenarias y creó nuevos valores y sensibilidades. Conceptos como los derechos humanos, la igualdad, la no discriminación, la libertad y la democracia, que son tenidos por muchos como producto del pensamiento secular moderno, tienen sus raíces más hondas en ética y en la antropología cristiana. Por algo fue la civilización occidental la que abolió, antes que cualquier otra, la esclavitud. Lo hizo el activismo de varios papas y de abolicionistas cristianos como Wilberforce. Y lo hicieron mientras pensadores liberales de la ilustración la defendían, entre ellos John Locke, Montesquieu y Voltaire. Tampoco es casualidad que el gran defensor de los derechos civiles en Estados Unidos haya sido el reverendo Martin Luther King.

En América Latina los grandes campeones en la defensa de los aborígenes fueron los sacerdotes y religiosos católicos. Los hubo obispos como Valdivieso, martirizado por denunciar a sus opresores, y millares de misioneros y misioneras que, enfrentando mil penalidades, gastaron sus vidas enseñando a los indios a leer, atendiéndolos en las epidemias a riesgo de contagio, albergándolos en hospitales, cuidando a los huérfanos, asistiéndolos antes los tribunales, protegiéndolos de los abusos… hasta la fecha. En contraste con Jesucristo el mundo ha tenido su buena cosecha de pretendidos redentores armados que, negando a Cristo, prometían el paraíso terrenal y que más bien han dejado una estela de ruina y destrucción; un Lenin y un Stalin en Rusia, un Hitler en Alemania, un Mao en China.

Hoy las navidades se celebran como una fiesta comercial y social en que tiende a olvidarse que debe ser un homenaje a quien trajo al mundo la fuerza transformadora más noble y sublime que haya conocido la humanidad. Será bueno, por eso, al contemplar la imagen del niño en el pesebre, agradecerle al menos que encarnó el amor en la historia.

El autor acaba de publicar su libro “Buscando la tierra prometida”, historia de Nicaragua 1492-2019.

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