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Vegas es una apasionada de la música desde niña. BBC/Vanessa Silva

Elisa Vegas, la joven talento que rompe barreras en la música venezolana: “Venezuela es una pieza en composición que aún no suena bien”

La artista le recomendaría a Maduro que viniera a sus conciertos. "Pero no solo a Maduro, sino a cualquiera de los políticos del país. Que vengan y se llenen de la energía de lo bonito que es trabajar en conjunto", dice

La biografía de Elisa Vegas desafía todos los tópicos.

Pertenece a una “familia venezolana de generaciones”, pero su pelo rubio y sus ojos azules le dan un aire más nórdico que criollo.

Pertenece a un gremio, el de los directores de orquesta, en el que las mujeres son una rareza; pioneras, más bien, en una disciplina copada tradicionalmente por hombres.

Y pertenece a una generación de jóvenes venezolanos en la que muchos emigraron en busca de las oportunidades que su país, inmerso en una crisis galopante, no les ofrecía.

Ella decidió quedarse y, a base de talento y dedicación, se ha convertido en una de las figuras artísticas más prestigiosas de Venezuela. También, en un ejemplo de los muchos venezolanos que tratan de mejorarla día a día pese a todos los problemas.

“Mi orquesta no va a esperar a que el país mejore para hacer cultura”, asegura.

En un país en el que muchos pasan hambre, dice que “la música alimenta”, y eso es lo que ofrece al frente de la Orquesta que dirige, la Sinfónica Gran Mariscal de Ayacucho.

BBC Mundo conversó con ella poco antes de un concierto navideño dirigido al público infantil en Caracas.

Música, maestra…


¿De dónde sale Elisa Vegas? ¿Cuáles son sus orígenes?

Soy una caraqueña, de una familia venezolana de generaciones. En mi casa, mi papá es un melómano, productor y director musical. Crecí siempre con la música alrededor y desde pequeña metida en clases de música. Mi familia siempre ha tenido la cultura muy presente, por lo que me llevaron a espectáculos dentro y fuera del país, y siempre ha estado muy comprometida con Venezuela.

¿Qué quería ser de mayor?

Siempre quise ser músico. No sé si aprendí a escribir antes las letras del alfabeto o las notas musicales. He estudiado música desde que tengo uso de razón y lo que más me gustaba de niña era ir a las clases. La música fue siempre mi elección.

¿Qué había en la música que le hacía tan feliz?

No sé cómo explicarlo. Se trata de una pasión y las pasiones son algo que uno no sabe de dónde vienen, porque vienen de muy adentro. Es algo que puede más que un sentimiento normal. De pequeña sentía que era un juego. Después entendí que era también disciplina, que tenía un enorme poder transformador de las personas y de la sociedad, y cada vez cobró más y más sentido. Fue una bendición que desde chiquitica pude saber cuál era mi propósito de vida y mi razón fundamental de ser, que fue siempre la música.

Músicos.
Pese a la crisis, en Venezuela sigue funcionando el Sistema Nacional de Orquestas, que ha formado a miles de jóvenes músicos. BBC/Getty Images

La situación en la que se encuentra Venezuela provoca que muchos niños no tengan las oportunidades de acercarse a la música y a la cultura que tuvo usted. ¿Cómo le hace sentir eso?

Hay un Sistema Nacional de Orquestas que, si bien ahora no está en su momento de más esplendor, sigue teniendo muchísimos núcleos musicales y ofrece a los niños venezolanos la oportunidad de estudiar música.

En los últimos 30 años ha hecho que nuestro país sea muy musical, con una gran cultura musical. Veo con felicidad que sigue funcionando y siento que hay todavía oportunidades dentro de la música en el país.

¿No están las familias atrapadas en la lucha del día a día y eso ha hecho que cosas como la cultura o la música pasen a un segundo plano?

En momentos de crisis como este, el espacio cultural se hace más necesario. Hace algunos años yo tenía conciertos en mi país y la reacción del público era de disfrute. Pero hoy día, siempre que nos presentamos al público, la reacción de los venezolanos ha sido de agradecimiento.

El rol de la cultura hoy día es fundamental, porque cuando los venezolanos asisten ahora a un concierto toman aire para la jornada que tienen que llevar a cabo. La cultura se ha vuelto necesaria y, de alguna manera, ha renacido.

¿No hay necesidades más urgentes? ¿No sería más útil buscar la comida o las medicinas que a muchos les faltan, en lugar de dar conciertos?

Es verdad que necesitamos comer, pero si no tienes una esperanza, una razón por la que seguir luchando, eso hace que el cuerpo y la mente terminen en una depresión. Una cosa va de la mano de la otra. Hay que alimentar el cuerpo y el alma.

Cada vez que nosotros actuamos, siento que le estamos dando a la gente un motivo para seguir en este país. Si hay espectáculos de buena calidad, se estará dando una imagen positiva de Venezuela. Ese es el camino, la esperanza, que nosotros mostramos.

Pero, ¿se puede disfrutar de la cultura con el estómago vacío?

Por supuesto, el estómago tiene que estar lleno. Pero le puedo decir que muchos de nuestros músicos han preferido dejar muchísimas cosas de lado para nutrirse de la música.

Haciéndose músicos adquieren un rigor, una creatividad y un talento muy necesarios en tiempos de crisis. Estas herramientas que generan la música y el arte permiten al venezolano resolver muchísimas cosas. Por eso se habla tanto de resiliencia y de reinventarnos todos los días en un país como el nuestro.

Usted empezó con el clarinete. ¿Por qué el clarinete?

Me llamó mucho la atención porque era un instrumento muy versátil. Siempre quise hacer música con el soplo y con el clarinete podía hacer tanto música académica como música popular.

En casa oía mucho a Benny Goodman y las orquestas clásicas de jazz, pero también me gustaba mucho la música académica. El clarinete me permitía estar en ambos mundos. Lo agradezco mucho, porque ahora me dedico mucho a abordar la música desde el repertorio clásico y desde el popular.

Elisa Vegas.
Elisa Vegas decidió quedarse en Venezuela porque cree que así su trabajo tiene más impacto. BBC/G. D. Olmo

Convertirse en directora de orquesta, tomar la batuta, ¿fue un acto de empoderamiento?

Fue una gran casualidad. Yo no pensaba ser directora de orquesta, porque para mí el director tenía que ser un hombre y además un hombre con experiencia. Jamás pensé que siendo mujer pudiera dirigir una orquesta.

Pero entraba en las clases de dirección orquestal por curiosidad, acompañando a un amigo pianista. Quería saber cómo miraba un director la orquesta sinfónica y por eso iba de oyente. Una cosa llevó a la otra. Decidí hacer un curso de dirección orquestal. Había mucha gente, pero en un examen que hizo el maestro quedé la segunda.

Fue para mí un absoluto impacto. Le dije: “Señor, yo no dirijo orquestas”. Y él me dijo: “Pues usted tiene talento”. Por hacer el cuento corto, fui una de las ocho personas que dirigió en el concierto final. En el momento en que me paré frente a una orquesta todo cambió en mí. En ese momento sentí una nueva forma de ver la música y desde entonces comencé a estudiar formalmente Dirección de orquesta. No sabía que podía hacerlo.

¿Por qué pensaba que el director tenía que ser un hombre?

Por los estereotipos. Conocía a muchos directores y todos eran hombres. Eso cambió durante mi adolescencia, gracias al Sistema Nacional de Orquestas, que empezó a presentar a jóvenes directores que iban tomando la batuta con éxito. Pero aún sentía que para dirigir había que tener un don superespecial que no sabía si yo tenía.

¿Era más difícil para una mujer llegar a dirigir?

Es más difícil. Hay que romper ciertas barreras. La clave para mí ha sido la formación. Me preparo muy bien para cada presentación. Cuando vas a trabajar por primera vez con una orquesta hay una primera radiografía, que ocurre en los primeros cinco minutos para el que, sea uno mujer u hombre, has de estar muy bien preparado.

En los últimos 10 años las cosas han ido cambiando. El género femenino ha tomado posiciones que antes no le eran naturales. Ha pasado también con el rol del director de orquesta.

¿Se ha encontrado con machismo en su trayectoria en el mundo de la música clásica?

(Duda) Yo no lo he sentido muy directamente. He tratado de no pensar mucho en eso. Me asumo como una mujer que dirige y no pienso mucho en la diferencia de géneros. Pienso en la preparación de los proyectos y en hacer el mejor trabajo posible.

¿Y por qué en el mundo de la música se llama siempre director a quien dirige, aunque sea una mujer? ¿Por qué no llamarla directora?

Hoy día también se nos llaman mucho directoras, pero en general se sigue hablando del director de orquesta.

¿No hay machismo en eso?

Ocurre más en otras partes del mundo. En Venezuela, la figura materna es fundamental y eso ha hecho que se asuma la palabra “directora” o “maestra” de forma más natural.

Instrumentos de orquestra durante un receso en Caracas.
Para Vegas, en momentos de crisis como el que vive Venezuela, el espacio cultural se hace más necesario. BBC/Getty Images

¿Por qué cree que ha tenido tanto éxito en el mundo de la música?

Siempre he buscado proyectos grandes sin dejarme llevar por los comentarios o por la situación del país. En algún momento tuve que decidir si dejaba el país o me quedaba. Estoy en Venezuela porque lo decidí.

Conseguí un nicho y logré desarrollarme en él, y una oportunidad de que los músicos y los proyectos crecieran también conmigo. Se trata de encontrar el lugar y el momento en el que uno pueda crear un impacto y hacer algo realmente significativo. Afortunadamente, yo lo encontré.

¿Un director de orquesta trabaja mucho?

¡¡Uuuuuufff!! ¡¡Muchísimo!! Hay dos formas de ser director de orquesta. Uno puede ser un director itinerante al que llaman de distintas orquestas para que haga conciertos o temporadas, o ser el director de orquesta titular de una institución, como yo.

En ese caso el trabajo es muy multidisciplinar, porque no solo diriges la orquesta, sino que también haces la programación y la gerencia. Tienes que ocuparte de los 100 músicos que están contigo, y de que haya una estabilidad y un proyecto. Es un rol también gerencial.

Imaginemos que Venezuela es una orquesta. ¿Está bien dirigida?

Bueno… (piensa) Realmente, no está bien dirigida. Hay muchas opiniones, muchas maneras de tocar diferentes y para que pueda funcionar tenemos que dar todos un poco el brazo a torcer y aportar ideas. Quizá eso no está ocurriendo en este momento.

¿Qué está fallando? ¿El director? ¿Los músicos? ¿La partitura?…

El todo. El director es quien lidera, pero no tiene el instrumento en la mano. Puede mover sus manos, pero sus manos no suenan. Y realmente depende de cada uno de los músicos que sus voluntades sean escuchadas, que entre todos podamos sincronizarnos bajo ese liderazgo.

Planteémoslo más abiertamente. ¿Qué opina de Nicolás Maduro?

La política lo ha invadido todo en nuestro país y pareciera que su destino depende solo de eso. Tengo la sensación, que he visto reflejada en muchos empresarios y otras voces del país, de que los venezolanos hemos decidido tomar las riendas de nuestros asuntos y no esperar a un cambio político.

Nuestra orquesta no va a esperar a que el país mejore para hacer cultura, igual que mucha gente no va a esperar a que mejore el ambiente para seguir adelante. Somos muchos los venezolanos que seguimos aquí y tenemos dos opciones: o seremos los locos que nos quedamos, o seremos los héroes que triunfaremos y sacaremos este país adelante.

Entiendo si no quiere contestar. Le pregunté qué opina de Nicolás Maduro.

Prefiero no contestar porque siento que mi proyecto para el país va más allá de la política.

¿Qué pieza musical le recomendaría?

¿Al país?

A Nicolás Maduro.

Hummmmm…. (Hace una larga pausa y piensa) ¿Qué pieza musical le recomendaría a Maduro? Esa es muy difícil. ¿Le tengo que responder?

No tenemos prisa…

Le recomendaría que viniera a alguno de nuestros conciertos y vea nuestra orquesta. Pero no solo a Maduro, sino a cualquiera de los políticos del país. Que vengan y se llenen de la energía de lo bonito que es trabajar en conjunto.

Nicolás Maduro
Vegas aconsejaría a Nicolás Maduro que acudiera a ver cómo trabaja su orquesta. BBC/Getty Images

¿Qué es la música?

La música es la expresión más sublime del ser humano. La música une, te hace llegar a los sentimientos más profundos, te transporta y a la vez es tiempo y está en el espacio.

Y si Venezuela fuera una pieza musical, ¿cuál sería?

En este momento sería una pieza en composición, un poco abstracta, contemporánea. Ahora mismo no sonaría muy bien, pero cuenta con muy, muy buenos músicos. Solamente falta un poquito de mano dura para que eso empiece a sonar bien.

¿Hay alguna obra musical que le recuerde al momento actual?

En 2019 Venezuela sonó a “Los miserables”, una producción que dirigí. Si algún mensaje era oportuno para este momento era el de esa obra.

¿Cuál es ese mensaje?

Es el mensaje de la lucha por las reivindicaciones sociales, por la igualdad, por la abolición de la miseria, el mensaje de que el amor todo lo da y de que la juventud toma las riendas de los asuntos. Un mensaje muy oportuno para Venezuela en 2019.

¿Cuál es su compositor favorito?

He ido cambiando en función del momento de mi vida en el que me encontraba. Pero una constante ha sido Beethoven. Siempre he sido una enamorada de su música, por su densidad. Siento que tengo mucho que ver con el Romanticismo en todas sus expresiones artísticas, no solo en la música. La de Beethoven es música pura, música en sí misma, y eso siempre llamó mi atención.

¿Escucha reggaetón, como muchos de sus compatriotas?

No lo escucho, pero tengo una formación muy mixta y amo la cultura pop tanto como la académica. Parte de mi pasión es la unión de todo. En el siglo XXI, en el que todo cambia tan rápido y las orquestas sinfónicas están conformadas por jóvenes, no podemos pensar en el hermetismo que había hace unos años. Con el reggaetón pasa como con la música académica, hay reggaetón bueno y lo hay malo.

¿Hay un reggaetón bueno? ¿sí?

Claro que sí. Si uno está en una fiesta en un momento de mucha alegría con amigos y familia, va a haber un momento para el buen reggaetón.

¿El reggaetón es arte?

La música urbana, no solo el reggaetón, nace de una necesidad de expresión de una parte de la sociedad. Visto así es algo bueno. El problema es a veces la comercialización de eso, o la manera que tiene el ser humano de tomar algo y convertirlo en otra cosa. Pero si lo tomamos como una expresión de un grupo de personas que quiere transmitir algo, no está mal.

¿No le preocupa que a veces transmite mensajes machistas?

Absolutamente. Y estoy totalmente en contra. Pero no puedo generalizar porque conozco reggaetones que tienen buena letra. No podemos culpar a todo el género. Podemos culpar a la industria musical por generalizar ciertos valores de una mala manera a través del género.

¿Y puede sobrevivir una música como la suya en la era del reggaetón?

Podrá solo si las personas que tenemos a nuestro cargo la música académica nos adaptamos a los nuevos tiempos. Es lo que hacemos en mi orquesta. Nos hemos dado cuenta de que la única manera de permear en la sociedad es anexándonos a ella y no quedándonos en los estereotipos del pasado. Conciertos multidisciplinares o conciertos que combinan canciones muy populares con otras que no lo son tanto son estrategias que ayudan a que la gente se acerque.

¿Canta en la ducha?

Claro.

¿Qué canta?

Casi siempre canto lo que estoy dirigiendo en ese momento. Esta es una vida en la que uno tiene la cabeza llena de sonidos. Pero no solo canto música académica. Me gusta mucho el venezolano Aldemaro Romero o el rock argentino de Fito Páez. Otros artistas que me han acompañado toda mi vida son Juan Luis Guerra o Luis Miguel.


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