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Madre e hijo se abrazan después de ocho meses sin verse. Él migró a Estados Unidos, huyendo de la represión de Daniel Ortega, pero fue capturado cuando entraba a territorio norteamericano a través de El Paso, Texas. Su travesía duró un mes. LAPRENSA/R. FONSECA

Angustia y llanto, el drama de los nicaragüenses deportados de Estados Unidos

Los nicaragüenses deportados este viernes salieron del estado de Luisiana, EE. UU., en un avión que primero hizo escala en Guatemala, entregando a sus autoridades personas indocumentadas

Con cuarenta libras menos de cuando se fue y los ojos llenos de ojeras, un joven busca a su madre entre la muchedumbre que también ha llegado a esperar a sus familiares deportados de Estados Unidos en uno de los portones del aeropuerto de Managua.

La ve y siente que todo se detiene a su alrededor, aunque en realidad la ciudad continúe con su frenesí y el sol muerda la piel como si fuera Semana Santa en este diciembre ingrato para esta familia que durante ocho meses estuvo separada.

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Un abrazo pone fin a la ausencia del país y le devuelve la vida, la que sintió perder cuando intentó cruzar ilegal a Estados Unidos y fue atrapado.

La situación de este joven, que este viernes fue deportado junto a más de 80 nicaragüenses, es frágil porque participó en las protestas que estallaron contra el régimen orteguista en abril de 2018 y pide que no se revele su identidad.

De hecho, esa fue la razón porque su familia reunió 3,200 dólares para pagarle a un coyote con el fin de que lo cruzara a Estados Unidos. Pero de nada valió un mes de viaje por el Triángulo Norte de Centroamérica y todo México, esquivando los peligros del camino, porque fue atrapado después de cruzar la frontera que divide a Ciudad Juárez de El Paso, Texas.

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“El Gobierno de Estados Unidos no me dio una respuesta lógica de por qué me negaron el asilo cuando yo presenté pruebas (…) la verdad es que la presión que uno tiene en las cárceles de detención no es fácil. Yo pasé 30 días en un sitio con capacidad de 16 personas y éramos más de 100. Dormíamos de pie y, si agarrabas lugar en el piso, aguantabas frío”, relata el joven mientras llora en Carretera Norte, Managua.

Parte de las pruebas que presentó este joven ante las autoridades estadounidense fueron fotografías de su participación en las manifestaciones en Nicaragua, papeles que daban crédito que era estudiante de una de las universidades que se vio involucradas en el levantamiento de abril. Pero “no tomaron en cuenta eso”, agrega.

La ruta de la deportación

Los nicaragüenses deportados este viernes salieron del estado de Luisiana, EE. UU., en un avión que primero hizo escala en Guatemala, entregando a sus autoridades personas indocumentadas.

Luego arribó al aeropuerto Augusto C. Sandino, donde se hizo lo mismo.

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Este joven, consciente de que la persecución no cesa en Nicaragua, mintió a su llegada sobre los motivos que lo llevaron a migrar hacia Estados Unidos a las autoridades nacionales. La razón es que temía que lo llevaran a las celdas del Chipote o sufrir asedio en su casa porque todos son interrogados, preguntando dirección de su casa, teléfono, con cuántas personas vive, cuándo migró y las razones porque lo hizo.

Drama en el aeropuerto

Mientras que los deportados, según sus testimonios, pasan varios meses en centros de detención, en hacinamiento y soportando frío; cuando regresan a su país, afuera de uno de los portones del aeropuerto sus familias esperan cerca de cinco horas para poderlos abrazar y regresar juntos a casa. Aguantan sol o se refugian bajo árboles, divisando tras una malla.

Aunque la concentración de gente corresponde a que regresan familiares, es frecuente que se estacionen al menos tres patrullas policiales, que toman fotografías y videos. También anotan el número de placa de los vehículos en que llegan algunos y constantemente informan por teléfono cómo transcurre todo.

“Eso es asedio para nosotros, que simplemente vinimos a esperar a nuestros familiares. Me parece que es paranoia de parte de Daniel Ortega”, acusa una señora que omite su nombre por temor también a represalia.

CPDH fue testigo de la llegada de nicas

Pablo Cuevas, abogado de la Comisión Permanente de Derechos Humanos (CPDH), acompaña el arribo de todos los deportados y confirma a LA PRENSA que al menos siete personas fueron trasladadas al Chipote.

“El panorama es incierto pero tenemos entendido que vinieron aproximadamente 80 personas; sin embargo, algunas personas dicen que no han visto a sus familiares”, declara Cuevas.

Según el abogado de la CPDH, de los deportados, cuatro participaron en las protestas sociales de abril pero no está claro si alguno es de los siete que fueron traslados al Chipote con total hermetismo.

“No debería de haber arresto a nadie que estuvo involucrado en tranques y otras protestas porque el gobierno elaboró y promulgó, de manera unilateral, la Ley de Amnistía. Recordemos que significa perdón y olvido. En ese sentido, los que hayan participado en la lucha cívica no deberían ser objeto de ningún proceso”, aclara Cuevas.

Nuevo inicio en el país

Varios de los deportados ayer huyeron de la crisis sociopolítica del país, pero también vinieron nicaragüenses que tenían décadas de estar allá y que les fue imposible legalizar su estatus.

Uno de ellos fue Boanerges Izaguirre, quien estuvo más de diez años en territorio norteamericano. Carmen Izaguirre, su hermana y quien viene desde Chinandega, explica que su partida fue por asuntos económicos, en busca del llamado “sueño americano”.

Asumen el peligro del camino

Centroamérica, principalmente el Triángulo Norte que está conformado por Honduras, El Salvador y Guatemala, ha tenido una migración histórica hacia Estados Unidos.

Desde que las personas salen de sus casas se enfrentan a decenas de peligros como robos, secuestros y la muerte por parte del narcotráfico, que controla las principales rutas de los migrantes y tiene a su merced a autoridades corruptas de México para mantener el control del territorio y el narcotráfico.

Aunque en el pasado no fue fácil cruzar la frontera de Estados Unidos, en la administración presidencial del presidente mexicano Andrés Manuel López Obrador ha empeorado porque, bajo la presión del gobierno del presidente Donald Trump, ha reforzado la vigilancia en las fronteras que comparten.

No obstante, en el Triángulo Norte y Nicaragua, la situación no mejora y pese a este escenario adverso las personas no dejan de migrar a Estados Unidos, o hacer el intento. Si no es por problemas económicos, es por la inseguridad que todavía reina, principalmente en Honduras, El Salvador y Guatemala.

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