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El deseo de paz

La paz es el don más grande que todos quisiéramos tener y es la riqueza más soñada que todos quisiéramos gozar. Es el anhelo y la aspiración más profundos de toda persona humana. A la puerta del Año Nuevo, considero que es el deseo más ardiente que podamos tener los hombres del mundo.

Sin embargo, esta hambre de todos es lo que menos saciamos. ¡Qué difícil nos hacemos y nos hacen el camino hacia la paz! Las guerras y los conflictos, a pequeña o gran escala, están ahí, llenando las páginas negras de nuestra historia, de nuestros pueblos, de nuestras familias…

No terminamos de aprender que la vida está por encima de la muerte y que el respeto al otro y a sus derechos está por encima de la agresividad y la intolerancia.

Que el amor está por encima del odio y la violencia, como decía Martin Luther King: “El amor es la única fuerza capaz de transformar un enemigo en amigo”. Que la solidaridad está por encima de toda economía agresiva y de toda ansiedad loca de enriquecimiento egoísta, y que la amabilidad está por encima de los ultrajes, de los insultos, de las ofensas y de los agravios. Que la convivencia pacífica está por encima de nuestros conflictos y diferencias y que el pan está por encima de las balas y de las bombas. Qué el diálogo sincero y respetuoso está por encima del fanatismo, aunque este se llame religioso y que el cielo de la paz está por encima del infierno del conflicto.

El 1 de enero, la Iglesia lo ha declarado día mundial de la paz desde hace muchos años. Y es que la mejor manera de empezar el año es cantándole a la paz y pidiéndole a Dios que nos conceda el don de su paz.

Dando y construyendo paz allí es donde nos encontraremos cada uno. No basta con hablar de paz. Uno debe creer en ella y trabajar por conseguirla, pues es el pan que todos necesitamos comer; el sueño que todos queremos que sea una realidad.

En este día deseamos paz para el mundo entero y, de una manera especial, para todos aquellos países que viven en guerra o en situaciones de miseria, de hambre, de violaciones, de injusticias… porque todo ello no es otra cosa sino bombas de tiempo que en cualquier momento pueden explotar. Paz para nuestras familias, tan bombardeadas de violencias, infidelidades, separaciones y agresiones psicológicas, físicas y verbales. Paz para la vida de cada uno de nosotros, tan convulsionada por tantos problemas sociales, económicos, políticos, laborales, de inseguridad y de estrés.

Como decía San Juan Pablo II: “El corazón de la paz es la paz de los corazones”.

Todos necesitamos la paz. La vida sin paz no es vida. Todos queremos sentirnos en paz y vivir en paz. Este es nuestro sueño y el más sincero deseo. Pero todos debemos de darnos cuenta de que es hora de que nos dejemos de palabras y empecemos a hacernos verdaderos artífices e instrumentos de paz. Como dijo la Virgen María en Cuapa: “No solo pidan por la paz, hagan ustedes la paz, si ustedes la piden pero no la hacen, no habrá paz”.

El autor es sacerdote católico.

Opinión deseo de paz archivo
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