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Nicaragua, partidos políticos, CxL

Promesas incumplidas y esperanzas 2020

Muy cerca de allí, en las arenosas playas de Amayo, mi padre y mi madre se comprometieron hace 70 años y sellaron sus vidas para siempre en aquel inspirador y romántico escenario de sus ancestros

Pasé el fin de año en la costa de Rivas frente a la inmensidad del Gran Lago de Nicaragua con su espectacular y encantadora isla de volcanes gemelos en forma de ocho, un sitio con una connotación muy emocional para mí y para mi familia por la rama de mi madre, los Barrios.

Muy cerca de allí, en las arenosas playas de Amayo, mi padre y mi madre se comprometieron hace 70 años y sellaron sus vidas para siempre en aquel inspirador y romántico escenario de sus ancestros, venerado también por los indios Náhuatl.

Por horas estuve sentado contemplando y perdiendo mi mirada en el horizonte en aquel mar de agua dulce, exactamente enfrente de donde hoy estarían pasando los megabuques del sueño prometido por Ortega-Wang Jing, que gracias a Dios no se cumplió, porque ciertamente hubiera arruinado el lago, tal como lo señalaron los científicos ambientalistas, como el doctor Jaime Incer.

Gracias a Dios, la megapromesa de Ortega no fue más que un megasueño irrealizable, pero ha quedado la marca indeleble de la entrega de la soberanía con la concesión sin fecha de expiración al oscuro empresario chino y por ello, la nación entera debe luchar para que en un futuro inmediato, bajo un gobierno que tenga decoro nacional, la Ley 840 del canal interoceánico sea derogada.

Pasó el año 2019 y no pasó ningún barco por nuestra Mar Dulce, ni viajó tampoco al espacio el prometido satélite de comunicaciones de Nicaragua, pero sí se fue el año caracterizado por la represión.

Poco o nada hay que celebrar, excepto la certeza de que con el paso inexorable del tiempo, todo mal llega a su fin. La esperanza en este 2020 es que el mal dé paso a un nuevo amanecer, que la inmensa mayoría de los nicaragüenses ansía y que parafraseando al comandante Tomás Borge, haciendo referencia a otros tiempos de dictadura, “el amanecer deje de ser una tentación”.

Con la partida del 2019, únicamente podemos celebrar la excarcelación el lunes pasado de presos políticos, gracias a las gestiones del nuncio apostólico; pero ha sido un año caracterizado por agresiones sistemáticas a los periodistas; acoso sistemático a la Iglesia y sus pastores, como el padre Edwing Román; el estado de sitio de facto que vivimos; la brutal golpiza a los hermanos Coppens; el exilio de 80 mil nicaragüenses y el acoso a quienes han osado regresar, como el joven Kevin Román. No podemos celebrar el lenguaje de odio, que pregonado desde el poder, divide profundamente a nuestra sociedad.

Solo nos queda tener esperanzas de un 2020 y continuar luchando para que sea mejor, para que brille la paz en Nicaragua, producto de un nuevo pacto social y no producto del temor inducido por miles de policías que se han convertido en los guardianes de la dictadura.

El autor es periodista, exministro y exdiputado.

Columna del día esperanza Promesas incumplidas archivo

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