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Nicaragua: La etapa de sostenibilidad basada en la solidaridad

Latinoamérica es un territorio común, donde la convulsión social se expone en un constante movimiento sociopolítico que exacerba los ánimos y decanta en la violencia. El malestar de las masas alude al reclamo, a la demanda, a la solicitud exhausta de justicia que conduce a los sectores más excluidos, desposeídos e injustamente reprimidos a la acción colectiva. Uno de los sectores ya mencionados es el rural.

Las comunidades rurales de nuestro país resienten de igual manera las dificultades económicas de las ciudades, sin embargo, ahí se producen los alimentos que diariamente nutren a las familias del país entero. Los agricultores, a pesar de sus dificultades, no han dejado de producir y buscan formas innovadoras de solventar los costos de producción y el pago de mano de obra, usando “la mano vuelta” y “el pago en especie” como herramientas alternativas para sufragar sus costos. Sumado a esto, otros fenómenos difíciles de controlar como las sequias y la variabilidad climática, la tarea de la producción se ha sostenido por la voluntad y acciones de una clase productiva empobrecida e insuficientemente valorada.

Ahora en Nicaragua como nación, cuando nuestro desarrollo está comprometido. Las bases, las estructuras institucionales necesarias para la construcción de nuestro futuro, están seriamente resquebrajadas, enajenadas, destruidas. Las lesiones sociales, económicas y políticas han permitido identificar muchos de los males que sabíamos tener, pero que estábamos evadiendo enfrentar.

Todas las evidencias e indicadores en las ciencias económicas, aluden a una crisis grave que debió haber doblegado nuestra economía desde hace meses, quizás hasta un año atrás. ¿De dónde se está sosteniendo la gente que ha incursionado en la desagradable ocupación del desempleo? ¿Cómo están sobreviviendo las familias que han resentido el clímax de la crisis sociopolítica? ¿Sobre los hombros de quién recaen las cargas de la recesión, el decrecimiento y el retroceso del desarrollo?

Las respuestas posibles están en la creciente inmigración, el incremento de las remesas familiares, la informalidad, el subempleo y todas aquellas actividades que puedan generar algún tipo de ingreso en efectivo y especie para solventar las necesidades de la familia, la empresa o grupos que se asocian para autoprotegerse de los crudos efectos que genera una economía en reversa.

La sustentabilidad residual de un país basada en la solidaridad, se expresa en todos los ámbitos de la sociedad y ocasiona fenómenos de intercambio que generan una especie de sistema de reciclaje económico. Cuba fue el primer ejemplo de economía solidaria expresado como reacción al bloqueo comercial y luego al “período especial”, cuando la extinta URSS les quitó su protección económica. Venezuela es otro buen ejemplo, pero en Nicaragua, las circunstancias de nuestra historia, nos han convertido en el organismo colectivo vivo, en extremo resiliente a las crisis, que históricamente recurrentes, nos obligan a expresar la ayuda mutua en todos los estratos de la sociedad.

La explicación más plausible para nuestra sobrevivencia es la caridad, acción que entrelaza las voluntades de las familias, amigos, conocidos, vecinos y a la conciencia colectiva en una red de colaboración mutua y sincera, separada de nuestras diferencias sociales, ideológicas y religiosas; unidas solamente por los vínculos humanos que se nutren en el amor al prójimo y la empatía. Los regalos que recibimos en las navidades en crisis y en los momentos de dificultad, provienen de nuestra capacidad de coexistencia y sobrevivencia, animada por el carácter sostenible de nuestra propia condición humana, aceite que lubrica los mecanismos económicos más pequeños, pero esenciales para animar el movimiento lento, pero constante de nuestra economía.

Lo importante es que bajo las actuales circunstancias, cuando se resuelvan nuestras diferencias, logremos registrar nuestra experiencia contemporánea y tener conciencia de las lecciones aprendidas. El aprendizaje nos llevará a emplazar nuevos retos que permitan comprender nuestras fortalezas y enfrentar con conocimiento, nuestras debilidades. Todas las esferas de nuestra sociedad, especialmente los sectores históricamente afectados por la exclusión social, han puesto una cuota de dolor, sacrificio y recesión. Solo la acción colectiva, permitirá enfrentar los nuevos retos para vencer los fenómenos reincidentes de la confrontación, corrupción, violencia, explotación, el hambre y la pobreza. Solo el rescate de los valores que permiten nuestra sobrevivencia, nos harán mejorar nuestras condiciones de vida. Atesoremos ese regalo intangible de la ayuda mutua, que evidencia la expresión más concreta de nuestras fortalezas, la búsqueda de la felicidad y preservación de nuestra integridad nacional.

El autor es experto en Agronegocios, Desarrollo Empresarial, Innovación y Cadenas de Valor.
[email protected]

Opinión solidaridad Sostenibilidad archivo
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