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Róger Mejía, Juan Carlos Vílchez y Máximo Gámez estuvieron en la Selección en diferentes épocas. LAPRENSA/

La historia de cuatro exseleccionados que al retirarse emigraron a Estados Unidos

Sus salarios no les daba para mucho cuando jugaron, aunque algunos lograron sueldos buenos para ese deporte y la época, y lo aprovecharon de la mejor manera

Se enfrentaron algunas ocasiones en sus equipos de Liga Primera. Casi nunca coincidieron en la Selección de Futbol. donde la mayoría estuvo corto tiempo. Eran otros tiempos, el equipo nacional jugaba pocas veces al año y el futbol pagaba menos que en estos tiempos. Sus salarios no les daba para mucho, aunque algunos lograron sueldos buenos para ese deporte y la época, y lo aprovecharon de la mejor manera. Esta la historia de cuatro exseleccionados nacionales que al retirarse del futbol se marcharon a Estados Unidos para mantener a sus familias y procurar un mejor futuro.

Wilber Sánchez. Fue un delantero que se destacó por su velocidad. Jugó 20 partidos en la Azul y Blanco entre 2001 y 2010. Militó en varios equipos de Liga Primera, el último, el Real Estelí donde se retiró en 2014 a los 35 años. Cuando terminó su carrera trabajó como conductor de un amigo en unas minas de Juigalpa, pero no le gustó porque ganaba poco (11 mil córdobas) para lo que estaba acostumbrado y era todo el día. “La verdad estamos acostumbrados a una vida fácil en el futbol: entrenar dos horas diarios y en la tarde a veces, no siempre. Ganaba bien para vivir tranquilo. Gané hasta 1800 dólares, era un cambio brusco pasar a 11 mil córdobas. La verdad se me hizo difícil ese ritmo de vida”.

Wilber como futbolista vivió bien, aprovechó lo que ganó para comprar su casa. “Eso fue lo más grande que le saqué al futbol y cuatro taxis que compré. Estaba bien, mi esposa tenía uno tramo en el Oriental y solo invertíamos dinero”, asegura. También el futbol le dio amistades y una de ellas le ofreció irse a trabajar a Estados Unidos desde hace cinco años. Allá tiene dos empleos: uno en un hotel donde se encarga de sacar la ropa sucia de las habitaciones, dejar un paquete de ropa limpia (sábanas y toallas) y el otro en un club parqueando los carros de los clientes. “Dos trabajos se tienen que tener para vivir bien, así como ganas gastas. Estoy cinco días en el hotel y dos parqueando carro”.

Hace 16 meses que no viene a Nicaragua. Antes viajaba cada seis meses, pero ahora se queda más tiempo por la situación del país. “En Nicaragua se puso difícil, los negocios están malos. Los taxis los vendí y el tramo lo tiene pero las ventas están malas, no se vende lo de antes, no es lo mismo, el dinero que ganaba era para mí y descansar cuando llegaba. La vida es más cara, los hijos entraron a la universidad. Ahora mandó el triple de lo que mandaba en aquellos tiempos. Trato de darle lo mejor a mis hijos, la comida no vale lo mismo. Ahora dependemos mucho más de lo que gano aquí. Decidí quedarme para esperar que las cosas mejoren, aunque se ve difícil”.

Máximo Gámez. Defensor central. Estuvo en diferentes etapas (2009 al 2013) pero sus mejores años fueron entre 2010 y 2013 donde disputó siete encuentros. El club que mejor le pagó (16 mil córdobas) fue el Managua FC. Inició en Real Madriz ganando poco y lo más que llegó a pagarle fueron cinco mil. Se retiró en 2018 en el Deportivo Ocotal, que le llegó a pagar ocho mil. “El futbol me dejó amistades y conocí varios países con la Selección. En Nicaragua no da para hacer dinero, lo más que hice con el futbol fue comprar una moto, porque no tuve la gran suerte de grandes contratos, y le pagué toda la carera a mi hija (Wilda Tatania) de arquitectura”.

Máximo Gámez (segunda de la derecha) con sus compañeros de trabajo. LAPRENSA/ CORTESÍA

Tras retirarse se marchó a Estados Unidos. Conocer allá era su meta desde hace tiempo pero no lo había hecho por la falta de tiempo porque siempre estaba jugando o con la Selección. “Mi mujer quería que me fuera a España con ella, pero es complicado para los hombres allá”, relata. Trabaja cortando las ramas de los árboles que están sobre las líneas eléctricas. “Es un trabajo peligroso porque estas cerca de los cables”, asegura. “Mi meta es ahorrar lo más que pueda, no sé cuando voy a regresar, pero pienso hacerlo y pasar mi vejez tranquilo, poner un buen negocio para sustentarme”

Juan Carlos “Coka” Vílchez. Jugó como contención y central en selección y clubes. Estuvo poco tiempo en la Azul y Blanco (2004 y 2005), sin embargo tuvo la virtud de marcar un gol en cinco juegos, algo que muy pocos pueden presumir. Es residente desde hace cinco años. Un accidente de moto lo obligó a marcharse en 2012. Llegó solo por un tiempo corto, pero estando allá decidió quedarse. “La principal razón por lo que lo hice era para estar cerca de hija mayor (Andrea, ahora tiene 18 años), y un año después que me vine nació Avril, de 6 años). “Tengo dos hijas y voy a pensar en ellas”, cuenta.

En casi ocho años ha trabajo de todo: haciendo limpieza en una clínica, construcción, aire condicionado, pescadería. Desde hace cuatro año está podando los árboles que están cerca de la línea eléctrica. “Ya le agarré cariño, el salario es bueno, pero está catalogado entre los trabajos más peligroso de Estados Unidos, casi siempre hay muertos porque estás trabajando encima de las líneas”, señala.

Jugó en cuatro equipos desde 1999 al 2012. Asegura que económicamente no ganó bien porque en Madriz le pagó hasta cinco mil córdobas, Diriangén cinco mil quinientos y Ocotal seis mil quinientos. “El mejor pago lo tuvo en Estelí de 16 mil córdobas en 2007, pero solo estuve dos meses porque por problemas con Otoniel Olivas, el técnico en ese momento. El futbol solo me dejó amistades y que la gente del pueblo me reconozca como de los mejores que ha pasado. También me beneficié en la universidad porque me becaron para estudiar ingeniería forestal en la Agraria”

Róger Mejía. Central y contención en la Selección desde 2007 al 2010 jugando cinco encuentros. Se fue a Estados Unidos hace cinco años por varias razones personales y deportivas. “El futbol no están rentable para crear una vida. En un tiempo se iba acabar para mí. Mi mamá me necesitaba, estaba recién operada, ya me había pedido y me salieron mis documentos. En algún momento pensaba irme, pero por todo lo de los amaños en la Selección me había decepcionado del futbol en ese momento”.

Róger Mejía jugó con la Selección por última vez en 2010. LAPRENSA/ ARCHIVO

Un año después de haber ido retornó para jugar. Tenía la “espinita” de seguir en las canchas y lo hizo hasta donde pudo. En 2014 se retiró y se marchó definitivamente. “Siempre tuve la visión que me quería retirar en un buen momento, no muy mayor. Vi casos de futbolistas que en etapa final, la gente lo trataba mal y no lo quería vivir y encontré el momento para retirarme”, señala. “Aquí trabajo, digamos como en construcción, es como arquitectura en metal y vidrio, se trata de poner ventanas y vidrios en edificio. Para esto estuve estudiando como cuatro años, te preparan para ello. Es un sindicato y pertenezco a él”, explica.

El futbol lo miró como una carrera y un pasatiempo. El Ferretti (20 mil córdobas) y Diriangén (25 mil) fueron los equipos que más le pagaron. En Segunda con el América FC ganó 3 mil córdobas y cuando subieron a Liga Primera recibió cinco mil. “El futbol fue experiencia única que recuerdo con mucho cariño, tuvo amistades buenas, otras no tan buenas. Falta salir del país para ser profesional y que te deje para vivir bien cuando te retires, aún no estamos a ese nivel. Recorrer varios países, son cosas que se llevan y te quedan marcadas”.

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