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Nicaragua, sanciones, Daniel Ortega

El tema olvidado

Se trata de una omisión grave pues ignora dos realidades fundamentales: la primera es que la familia es el nido donde se forjan los principales valores y actitudes

¿Cómo mejorar Nicaragua después de Ortega? Es la pregunta de quienes, anticipando el fin de la dictadura, aspiran a construir un país más justo y libre. Las respuestas apuntan, invariablemente, a reformas políticas y socioeconómicas que aseguren democracia y prosperidad. El problema es que, hasta la fecha, en ninguna de las agendas o programas que se debaten aparece el tema de la familia.

Se trata de una omisión grave pues ignora dos realidades fundamentales: la primera es que la familia es el nido donde se forjan los principales valores y actitudes, y que, por tanto, su fortaleza o debilidad tiene un impacto decisivo sobre el funcionamiento de la sociedad. La segunda es que la familia nicaragüense está en ruinas; repleta de hogares desunidos —la mayoría—, donde predomina el abandono paterno y el descuido atroz de las proles.

Gran parte de la innegable crisis ética del país, la cual es caldo de cultivo para gobiernos corruptos y despotismos, tiene sus raíces precisamente en el mal funcionamiento de las familias del país.

Gran parte de su pobreza también. Multitud de estudios demuestran que las proles abandonadas están condenadas a una menor escolaridad, mayores enfermedades y menores ingresos. Uno de ellos, realizado en Estados Unidos (Lenore Weitzman, The Divorce Revolution), detectó que tras el divorcio unilateral las mujeres y sus proles experimentaban un descenso del 73 por ciento en su nivel de vida mientras que sus exesposos gozaban de un incremento del 42 por ciento.

En Nicaragua el padre Azarías Pallais tronaba a mediados del siglo pasado contra los hombres que desertaban sus proles o abandonaban a una mujer embarazada llamándolos las “bestias más bestias”. En legislaciones pasadas tales sujetos perdían la ciudadanía y el derecho a pensiones. Hoy se pasean campantes.

Es preciso entender estas realidades para no construir hermosos castillos constitucionales sobre bases de arena. La polis, la sociedad política, no puede funcionar sólo con buenas leyes. Necesita también de buenos ciudadanos y familias robustas. Es necesario, pues comenzar a pensar en medidas de políticas públicas que las fortalezcan. Algunas de estas podrían ser de orden educativo, como promover, desde el currículo escolar, la importancia del matrimonio o del compromiso formal sobre las uniones casuales. Otras serían de carácter tributario, estableciendo incentivos o tratos preferenciales a las familias estables. Otras implicarían cambios legislativos, como reformar la dañina figura del divorcio unilateral o “expreso”, haciendo que el causante del rompimiento matrimonial asuma las cargas del caso y se proteja al cónyuge víctima.

Pensar qué podrán hacer los gobiernos futuros para fortalecer las familias es una exigencia insoslayable para proteger a los más desamparados y construir la república soñada. No puede quedar fuera de la agenda.

El autor lo es del reciente libro de historia: Buscando la Tierra Prometida.

Columna del día Crisis en Nicaragua El tema olvidado archivo

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