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El domingo 1 de junio de 2014, luego de nueve días de búsqueda, fueron encontrados los cuerpos de Ada Julia y Cairo, en una finca de la comunidad La Granja. FOTO/ Archivo/ Luis Eduardo Martínez

Los comerciantes a quienes les ofrecieron papa barata para luego asesinarlos a machetazos

Primero se creyó que el móvil de los crímenes había sido el robo; pero meses después uno de los asesinos confesó desde la cárcel que el trasfondo de las muertes era mucho más sórdido.

La comerciante jinotegana Ada Julia Morán Guardado cumpliría 44 años el 25 de mayo de 2014, pero fue asesinada un día antes. El sábado 24 de mayo recibió una oferta que no pudo rechazar. Un conocido le dijo que estaba vendiendo 400 quintales de papa a mitad del precio que se pedía en el mercado.

Iba a pagar 400 córdobas en lugar de 800 por cada quintal de papa, una propuesta muy tentadora y demasiado buena para ser cierta. Tal vez eso debería haber despertado en Ada Julia alguna sospecha de que algo no marchaba bien; pero confió en el hombre que la llamaba porque algún tiempo atrás había trabajado con él lavando frutas y verduras en el sector de La Fundadora, Jinotega.

Además, Ada Julia era corredora de venta de verduras al por mayor y lo suyo era, precisamente, conseguir buenas ofertas para hacer de intermediaria entre productores y clientes.

Antes de concretar el negocio localizó a Cairo José Gutiérrez Torrez, un muchacho de 23 años, también jinotegano, comerciante mayorista de hortalizas y verduras, y juntos fueron en moto al lugar al que los habían citado: un supuesto plantío de papas localizado al noreste de la ciudad de Matagalpa, en la comunidad La Granja. Sus familias nunca más volvieron a verlos vivos.

Nueve días más tarde, el 1 de junio de 2014, sus cuerpos fueron hallados en la finca Monte Sion, sepultados “al fondo de una pequeña cuenca, en un sembradío de ayotes y chiltomas”, informó el diario La Prensa, que siguió el caso de principio a fin. “Ambos cuerpos presentaban múltiples heridas de machete en la cabeza y diferentes partes del cuerpo”.

Los comerciantes habían sido llevados con engaños entre unos cafetales, hasta el lugar donde se suponía encontrarían las papas. A Cairo lo mataron primero y, cuando vio lo que estaba ocurriendo, Ada Julia quiso huir pero fue alcanzada.

Al inicio y durante todo el proceso contra los dos principales acusados por los crímenes, se creyó que los cometieron con el propósito de robarse los 320 mil córdobas de la falsa venta de papas. Meses después, sin embargo, se supo que aquella primera hipótesis estaba lejos de la verdad. En los asesinatos sí hubo dinero de por medio, pero por razones muy personales.

Momento en que los cadáveres eran desenterrados. Foto/ Archivo/ Luis Eduardo Martínez

Los asesinos

El 31 de mayo de 2014, ocho días después de la desaparición de Cairo y Ada Julia, la Policía capturó a su principal sospechoso: José Luis Cornejo Villegas, entonces de 26 años, hombre alto y flaco, originario de El Cuá. Cargaba una pistola con el número de serie borrado y aseguraba que la Policía le había puesto “una trampa”, haciéndole creer que una jovencita lo esperaría en ese lugar.

De acuerdo con los reportes de La Prensa, Cornejo confesó los crímenes ante los investigadores y los llevó al lugar donde se hallaban enterrados los cuerpos y la mocicleta en la que las víctimas llegaron.

En medio de su duelo, las familias de Cairo y Ada Julia estaban seguras de algo: el asesino no había actuado solo, recibió ayuda de alguien. Y la Policía ya tenía capturado a ese segundo sospechoso: Wilmer Villegas Hernández, de 19 años, hermano menor de Cornejo.

Los investigadores afirmaban que Villegas ayudó a sepultar los cuerpos de las víctimas en el plantío; pero él juraba que solamente había colaborado enterrando la moto de los comerciantes, a unos doscientos metros del lugar donde estaban los cuerpos.

“Yo creía que era otra cosa, pero no le pregunté nada, yo le ayudé porque es mi hermano mayor (…), solo me dijo que le ayudara a enterrar una moto que se halló”, declaró ante los periodistas. Y durante el juicio su hermano mayor dijo lo mismo, asumió toda la responsabilidad en un intento por librarlo de la condena.

“Mi hermano nada tiene que ver, yo fui el que lo hice todo”, sostuvo Cornejo el 4 de junio, al admitir la responsabilidad por la muerte de Cairo.

A la derecha, José Cornejo Villegas. Asumió su responsabilidad en los dos crímenes, pero trató de dejar fuera a su hermano menor.

Pero de todas formas ambos fueron acusados, procesados y condenados como coautores del asesinato de Cairo y el femicidio de Ada Julia.

A Cornejo, que se declaró culpable en ambos procesos, lo condenaron a 33 años y tres meses de prisión por el femicidio y a 25 años por el asesinato; además de eso, lo sentenciaron a nueve meses de prisión y 35 días de multa por portación ilegal de arma de fuego.

En tanto, Villegas fue encontrado culpable de asesinato e igual lo condenaron a 25 años de cárcel. En el caso del femicidio, acabó declarándose culpable y, como a su hermano, le dieron 33 años y tres meses de prisión.

Parecía que el asunto había terminado ahí, al menos en lo que respecta a los procesos judiciales. Parecía que ya se conocía la verdad y que todos los responsables de los crímenes estaban pagando por ellos, aunque solo los condenaron a prisión y no los castigaron “quemándolos vivos en público”, como había solicitado un adolorido Isabel  Flores, el compañero de vida de Ada Julia.

Meses después, desde la cárcel, Cornejo señaló a tres personas más como autores intelectuales y materiales del asesinato y el femicidio. Una de ellas de ellas era Isabel Flores.

Wilmer Villegas, coautor de los crímenes.

Los motivos

Dos años y medio después de la muerte de Cairo y Ada Julia, en noviembre de 2016, espesaron a salir a luz nuevos y más sórdidos detalles sobre los crímenes. La carnada fue la papa barata, pero el principal objetivo nunca fue el robo, porque no los hicieron llegar al sembradío para robarles, sino para matarlos. Habían sido asesinatos por encargo.

Los nuevos acusados eran Isabel Flores, pareja de Ada Julia en el momento en que ocurrieron los hechos; Juana Paula Jarquín, hermana de un hombre que antes también fue pareja de Ada Julia, y un sujeto llamado Denis Salinas. Los primeros señalados como autores intelectuales y el tercero como autor material.

Cornejo confesó que Flores y Jarquín le prometieron un pago de 20 mil córdobas por matar a Cairo y Ada Julia y que, una vez amarrado el trato, él contactó a su hermano Wilmer y a Denis Salinas, para que le ayudaran a llevarlo a cabo.

De acuerdo con la acusación de la Fiscalía, Flores celaba a su compañera con otros comerciantes de verduras, especialmente con el joven Cairo. Mientras que Juana Paula Jarquín, que también se dedicaba al mercado de las verduras, “estaba molesta porque su excuñada tenía mejores relaciones comerciales”, detalló en aquel momento la revista matagalpina Mosaico. De modo que la envidia y los celos los llevaron a planificar la muerte de sus rivales.

El Ministerio público ofreció las declaraciones de 16 testigos civiles, varios agentes policiales y un médico forense; además de “un análisis de llamas telefónicas y mensajes de texto entrantes y salientes”.

El 23 de febrero de 2017 Flores, el que había pedido que se quemara vivos a los asesinos, fue condenado a 33 años y tres meses por la muerte de Ada Julia y a 30 años por la de Cairo. Jarquín recibió 30 años por cada crimen y Salinas 30 años por el asesinato del joven.

Las penas expirarán el 19 de octubre del año 2076.

 

La Prensa Domingo asesinatos crímenes Nicaragua archivo

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