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Cronología sobre la prisión que sufrió Pedro Joaquín Chamorro Cardenal en las cárceles de  Somoza

El libro testimonial “Estirpe Sangrienta: Los Somoza”, de Chamorro Cardenal, narra "la grotesca violación de los derechos humanos que en 1956 son sometidos, él y sus compañeros de infortunio", dice Arturo J. Cruz al recordar este episodio de horror que vivieron los presos políticos anti-somocistas

A 42 años del asesinato del periodista Pedro Joaquín Chamorro Cardenal, y 63 de la publicación de su libro testimonial “Estirpe Sangrienta: Los Somoza”, compartimos dos escritos que esbozan la visión del Mártir de las Libertades Públicas sobre su libro de denuncia de la dictadura.  El primero escrito por Pedro Joaquín Chamorro, el segundo por Arturo J. Cruz.

El libro “Estirpe Sangrienta: Los Somoza” fue escrito por Pedro Joaquín Chamorro Cardenal y publicado por primera vez en 1957, en México. A la fecha lleva cinco ediciones, de 1978, 1979, 1980,  2001, la última en enero 2018, meses antes de la rebelión de abril contra el régimen orteguista.

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Esta última edición, lanzada por editorial LA PRENSA, conmemoró el 40 aniversario del asesinato del Mártir de las Libertades Públicas; se encuentra disponible en las librerías de Hispamer y en LA PRENSA.

Por su valor testimonial, denuncia social y política, compartimos estos dos escritos históricos de Arturo J. Cruz y Pedro Joaquín Chamorro.


Dibujo sobre la cárcel, publicado en el libro “Estirpe Sangrienta: Los Somoza”, escrito por Pedro Joaquín Chamorro Cardenal, y publicado en 1957.  LA PRENSA/Archivo

Arturo J. Cruz:

(16 de noviembre del 2000)

Esta nueva edición de la obra testimonial del Dr. Pedro Joaquín Chamorro Cardenal —Estirpe Sangrienta: Los Somoza— viene a ser propicia en nuestro debate público del tema cívico fundamental para institucionalizar una democracia funcional. Ella forma parte del rico legado del pensamiento de un periodista prócer.

Estirpe Sangrienta es un libro extraordinario que 42 años después de su primera publicación, siempre es de rigor consultarlo como fuente primaria para llegar a la síntesis en que debe concluir el análisis objetivo de la historia nacional. Y su lectura es absorbente. Los Jóvenes que aman a Nicaragua, al leerlo, comprueban que el Doctor Chamorro Cardenal ofrendó su vida por elevados principios.

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Con su máquina de escribir, Pedro Joaquín (así le llamaba su pueblo) fue avanzada generacional de los ciudadanos que hoy se sientan frente a una computadora para demandar dignidad nacional, libertades individuales, justicia social, pluralismo, transparencia. Un eco de vigencia imperecedera nos trae hasta el presente el grito de protesta de Pedro Joaquín: “¡Para que Nicaragua vuelva a ser república! “

El autor de Estirpe Sangrienta era un joven patriota. Así fue: apenas salía de la adolescencia cuando ya era dirigente universitario en la generación del 44; y, acababa de entrar a la edad madura aquel terrible 10 de enero de 1978 en que balas asesinas segaron su existencia física.

A los 29 años de edad y recién casado, fue la rebelión de abril de 1954. Siendo un muchacho de 31 años sufrió, en 1956, tortura en la cárcel y una injusta, ridícula, condena “por no informar a las autoridades que él sabía que una rebelión contra el gobierno de Nicaragua estaba por ocurrir”.

Un tribunal circense emitió ese adefesio jurídico, con el deliberado propósito de “comprometerlo” a como diera lugar en el magnicidio del General Anastasio Somoza García. (Monstruosa injusticia porque nadie mejor que sus adversarios sabían que Pedro Joaquín, cristiano de convicción, era firmemente opuesto aún al tiranicidio).

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Tenía Pedro Joaquín 35 años de edad cuando encabezó la insurgencia de Olama y Mollejones en 1959; y, un poco más de cuarenta al ser encarcelado, otra vez, por dirigir una protesta multitudinaria en enero de 1967.

Pedro Joaquín debía mucho de su hidalguía a la herencia de sus antepasados que en el siglo XIX, siendo patricios por cuna, fueron patriotas de vocación.

Uno de los “Grandes y Pequeños Dramas” que el escritor y periodista presenta en el capítulo XXX de Estirpe Sangrienta es: La Niña de Tito. La inclusión de esta anécdota -escrita con cariño y reflexión resultó ser, anticipadamente, digno prólogo de una conmovedora historia de sacrificio personal.

En 1955, una muchachita de seis años, acompaña a su mamá a visitar a su papá que se encuentra detenido en el cuartel Campo de Marte. La pequeña rehúsa aceptar una pelota de hule rotulada con la propaganda “Viva Somoza” que le ofrece el comandante del presidio, expresando ella su repudio infantil: “No, no quiero a Somoza porque es malo”. Enfurecido, quien confunde servilismo por lealtad, le contesta: “el malo es tu papá”. Veinte años más tarde, Claudia Chamorro, ahora, una bella y noble rebelde, cae en la montaña combatiendo por sus ideales.

Doña Violeta Barrios de Chamorro, esposa y compañera de causa de Pedro Joaquín, dignificó su memoria poniendo en acción los principios democráticos de él, al darnos una Presidencia renovadora que reafirmó que Nicaragua es una república que debe estar siempre regida por un estado de derecho.

Estirpe Sangrienta está lleno de situaciones dolorosas y de pasajes tiernos. El autor imprime en su manuscrito el sello de sus destrezas de conversador ameno: narración cautivadora aderezada con humor punzante.

Dibujo sobre la cárcel, publicado en el libro “Estirpe Sangrienta: Los Somoza”.  LA PRENSA/Archivo

Desmenuza el proceder inhumano, combinación de brutalidad con sutileza, del torturador para arrancarle a su víctima la declaración que su amo le ha ordenado obtener. Pedro Joaquín, sin embargo, va más allá de un narración comentada de la grotesca violación de sus derechos humanos a que en 1956 son sometidos, él y sus compañeros de infortunio. Más bien, cubre los veinte años de poder absoluto de Anastasio Somoza García en todas sus facetas. Esas dos décadas representaron la primera etapa del régimen dinástico que éste estableció y que sus herederos prolongarían por casi un cuarto de siglo. El escritor sigue un calendario que toma en cuenta el pasado y se adelanta al futuro.

Con este libro, Pedro Joaquín nos obliga a reflexionar en cómo civilizar nuestra primitiva cultura política. Expone para el juicio de la posteridad al hombre que asalta el poder para constituirse en dueño del país; corrompe las instituciones del estado para mantenerse como tal; y, lo deja en herencia a sus hijos porque lo ha convertido en su finca.

Pedro Joaquín nunca se desconsoló, al contrario, murió confiando en una generación política impulsada por fuerzas republicanas siempre en marcha. En el capítulo XXXV “La Lucha del Futuro” plantea la importancia de la vida institucional, el imperio del derecho y las reformas pertinentes para alcanzar valores morales y un sentimiento social que reivindique a los humildes los derechos que les corresponden.

Pedro Joaquín fustiga la vileza de los esbirros. Pero, hombre cabal, agradece la compasión con los prisioneros mostrada por algunos oficiales y clases responsables de su custodia. Es más, absuelve de toda culpa a los soldados rasos, humildes nicaragüenses, que cuando están lejos de la vista y oído de sus superiores tienen frases de apoyo tácito para los cautivos:-Lo siento doctor. Esto es demasiado.

Estirpe Sangrienta es una pieza literaria y didáctica de condena a la injusticia. El texto de doscientas cincuenta páginas ha sido redactado en lenguaje simple en su elegancia; y, observando una secuencia ordenada, lo cual captura la atención del lector sobre un tema de profundo impacto. Los jóvenes estudiosos encontrarán provechoso el contenido, el estilo y la intención. El progreso político que hemos logrado a partir de 1990 es sustancial. El sistema político empieza a auto-depurarse. Ahora los votos cuentan, no los yataganes. Todavía hay vivos, de aquéllos que han arruinado a Nicaragua en el pasado, quienes se meten en la letra de la ley para violar su espíritu. Como contrapartida, tenemos a, quienes emulando a Pedro Joaquín Chamorro-Cardenal, son periodistas limpios. Ellos triunfarán: pondrán fin a la corrupción y harán prevalecer la justicia.

El drama de Estirpe Sangrienta tiene el trasfondo de la confrontación de dos jóvenes, ambos poderosos. Ellos son los nicaragüenses más importantes de su tiempo. A uno de ellos le sobran armas, dinero y aduladores. Sin embargo, anhelar tener algo de que él carece por las circunstancias a que ha estado expuesto desde su infancia y que el otro posee en abundancia: autoridad moral.


Pedro Joaquín Chamorro Cardenal.  LA PRENSA/Archivo

Pedro Joaquín Chamorro:

Todo lo escrito en las páginas del presente libro, es cierto; absolutamente cierto; y el propósito de su autor ha sido narrarlo con la mayor sencillez posible, y sin exageraciones de ninguna clase.

Su contenido está enmarcado en la cronología de una prisión, que sufrió un hombre a quien tomaron preso el 21 de septiembre de 1956, en una casa de la Colonia Mántica, Managua, capital de Nicaragua.

Lo detuvieron como a tantos otros, y, como ellos también, vivió en las cárceles de la familia Somoza mucho tiempo, y fue objeto de sus métodos brutales.

Presenció y sufrió torturas, conoció a prisioneros que fueron luego asesinados, vivió un juicio histórico que por su formación y desarrollo merece ser calificado como el más negro error judicial americano de nuestra época, y ahora narra su experiencia, con la intención de divulgarla en beneficio de quienes luchan contra la tiranía en Nicaragua, y en otros pueblos de América.

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También desea que sirva para explicar a los hijos de los que han muerto asesinados por los Somoza, el porqué del sacrificio de sus padres.

Dentro de la pequeña historia de este hombre, que es uno de tantos, está narrada esporádicamente a través de recuerdos, juicios y anécdotas, la historia de otro hombre y su familia. Se llamaba él (porque ya murió) Anastasio Somoza García, y tuvo la audacia de apoderarse durante veinte años de un país entero, hasta que un jovencito le dio cuatro balazos mientras se hallaba sentado a la mesa de un banquete.

El momento de su muerte, la investigación del hecho y las complicaciones que él trajo, se cuentan en el libro, cuyas pretensiones literarias son tan pocas, como son grandes sus pretensiones de ser un relato fiel y veraz.

El autor habla de lo que ha visto o vivido, y cuando traslada algo que no le. consta, lo advierte claramente, porque así conviene a la naturaleza del escrito, que no es una novela, sino un reportaje.

Sus conclusiones no están ordenadas en capítulo aparte, sino que saltan a veces en varios de ellos, como deducciones lógicas e incontrovertibles de los hechos presentados.

De estos últimos hay infinidad de testigos presenciales, que puede encontrar cualquier curioso, con un poco de paciencia y tacto, en las calles generalmente cálidas, de la ciudad de Managua.

De un modo u otro, el autor dedica este libro a todas las personas que aparecen mencionadas en sus páginas, y a otras cuyos nombres se han guardado por circunstancias que el lector comprenderá cuando llegue a concluirlo.

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