Son unas niñas. La mayor acaba de cumplir 15 años. La más pequeña, de 4, empezó a pronunciar palabras con más claridad hasta hace poco. A todas las une una pasión: el motocross, un deporte habitualmente practicado por hombres en Nicaragua donde no hay una categoría habilitada para mujeres y deben participar junto con los varones para abrirse espacio en la disciplina.
Esta es la historia de cinco niñas que practican motocross en Nicaragua, o que al menos lo hacen en el Campeonato Nacional avalado por la Comisión Nicaragüense de Motocross (Conimoto). Ellas son: Andrea Tijerino (15 años), Nefertiti Jarquín (14), Massiel Tijerino (8), Melisa Sobalvarro (8) y Lola Vílchez (4), quienes se están abriendo paso con mucho esfuerzo y el apoyo incondicional de sus padres.
Amante del deporte extremo
Nefertiti nació hace 14 años en El Salvador, pero la mayoría de su vida ha transcurrido en Jinotega. El motocross lo lleva en la sangre porque su papá (Pedro) y su hermano (Ramces) lo practicaron. Ella inició desde los 7 años y cada día le ha gustado más. “Mi papá me dijo que si estaba segura de practicarlo porque es un deporte muy extremo para una mujer, pero siempre he dicho que una mujer puede hacer lo mismo que un hombre”, señala la jinotegana, quien cursa el segundo año de secundaria.
Algunas personas que desconocen el motocross, como compañeros de clases, la han criticado por practicarlo. “Dicen que arruinaba mi cuerpo por los golpes. Algunas personas me dicen marimacha, que si me atraen las personas de mi propio género, pero siempre me han atraído los deportes extremos y no tienen nada que ver con mi preferencia. Soy mujer y me gusta todo lo que le gusta a una”, comenta.
Hace tres años empezó a practicar levantamiento de pesas olímpicas donde se ha destacado con un subcampeonato en la categoría 89 kilogramos, un campeonato en 52 kg en peso completo. “Siempre me meto en los deportes que mi hermano ha estado. Lo he tratado de copiar”, confiesa. “Voy al gimnasio a practicar de las 9:00 a.m., a las 11:00 a.m. Luego me alista para ir a clases y los fines de semana practico motocross”, asegura la jinotegana, que desea estudiar medicina al bachillerarse.
Las hermanas Tijerino
Andrea y Massiel Tijerino están en el motocross desde hace un año y medio. Desde pequeñas miraban a sus primos y tíos (Julio y Oliver Casaya) correr y le fue gustando hasta que su papá le dijo que iban a participar. Ambas señalan que ha sido una experiencia muy bonita.
La mayor de las hermanas, Andrea, dice que se entrena mucho físicamente para estar bien en las carreras y evitar accidentes. Hace poco tuvo uno que pensó le impediría seguir por miedo de su mamá (Anabel Casaya). “Me llevaron al hospital porque me golpeé la cabeza. Mi mamá me dijo que no iba seguir corriendo. No le gusta que corra porque dice que es peligro y soy muy loca. Mi papá habló con ella y me comprometí a correr concentrada y con paciencia”, manifiesta.
“Mis amigos en la escuela dicen que tengo mucho valor porque alguno no sabe andar en bicicleta y yo manejo una moto y corro con los hombres. Me motivan, que yo sepa nunca me han criticado por correr”, cuenta Andrea, quien siempre se ha sentido apoyada por sus más cercanos.
Massiel, de 8 años, asegura que se sorprendió llegar a la casa ver que estaba una moto para que ella corriera, algo que siempre se imaginó pero nunca le había contado a sus padres. “Cuando llegué de mi colegio, miré todas las cosas mías para correr y me dijeron en ese momento. Les comenté a mis tíos que quería correr y ellos le dijeron a mis padres”, sostiene.
La menor de las Tijerino dice que le da nervios cuando está en la parrilla pero siempre pienso en Dios para que la proteja. “Me he caído muchas veces, pero no me ha pasado nada grave. Mi papá y mamá me preguntan si estoy bien y si quiero seguir corriendo”.
La Sobalvarro que quiere superar al hermano
Melisa Sobalvarro, de 8 años, es hermana de Steven, uno de los corredores jóvenes de mayor proyección del país, —campeón en 85 centímetros cúbicos y segundo en Novatos— este año planea iniciar en Pre Expertos, aunque no cuenta con la edad. Ella siempre lo miró como su espejo y empezó a practicar desde hace tres años. “Me gustaría ser como mi hermano o mejor que él”, confiesa la pequeña.
“Cuando estaba más chiquita sentía nervios, ahora no. Me caí en una carrera de Matagalpa. Me quemé la pierna y después de eso no me dio miedo. Yo les dije a mi papá (Wilmer) que iba seguir corriendo. Mis amigos preguntan si tengo miedo, que es muy peligroso correr en moto porque una quebradura duele, pero me gusta mucho el motocross”, manifiesta.
Lo trae en la sangre
Maynor Vílchez desde pequeño le gustaron las motos. Practicó motocross y enduro conforme ha ido avanzando en edad. Hace cuatro años nació su hija Lola Victora, quien tiene más de siete meses montada en su cuadraciclo. Asegura que él no la influyó para que lo hiciera.
“Siempre dejamos que la niña decidiera. Si ella se sube y le gusta que siga hasta que diga no quiero, ese día la bajamos. Hasta momento todo ha salido bien, pide su moto, la niña dice vamos a entrenar. Es lindo”, explica Vílchez. “Este es tiempo de calidad con mi hija, es algo que compartimos su mamá (Gabriela Román), ella y yo. Nuestra gira es a una pista. Es ir enseñarle algo nuevo, que ella comparta con sus demás amigos y compañeritas en este deporte”.
Gabriela, la mamá de Lola, decía que su hija no se iba montar en una moto por lo peligroso que era, pero al ver que le le gustó no se interpuso. Maynor indicó que algunos amigos están de acuerdo que la niña haga motocross porque comparten la misma pasión.
“Otras personas se impactan porque una niña de 4 años monta una pee wee 50, una moto que es peligrosa y no están acostumbrados, es impactante. Si a mí no me gustaran las motos y viera a una niña en una diría probablemente que están locos. Pero es una pasión, un deporte, la cuidamos. Tratamos darles mejores técnicas para que se lastime lo menos posible”, sostiene el orgulloso padre.