14
días
han pasado desde el robo de nuestras instalaciones. No nos rendimos, seguimos comprometidos con informarte.
SUSCRIBITE PARA QUE PODAMOS SEGUIR INFORMANDO.

Es tiempo aún

Los éxitos más resonantes en emprendedurismo acontecen, en promedio, a la edad de 45 años; siendo también el rango entre 40 a 64 donde el individuo común acumula el más alto nivel de creatividad y experiencia

De acuerdo con un libro reciente de Rich Karlgaard, Late Bloomers (Personas Exitosas Tardías) —traduzco libremente—, y quien a la vez es editor de la revista Forbes, señala que los éxitos más resonantes en emprendedurismo acontecen, en promedio, a la edad de 45 años; siendo también el rango entre 40 a 64 donde el individuo común acumula el más alto nivel de creatividad y experiencia.

Claro, usted ya pensó —basado en los viciosos paradigmas que nos limitan—, que a esta edad desde hace rato ya se es “un viejo”, lo cual es preocupantemente, un indicativo más de que este etiquetamiento —comprobadamente falso— nos tiene condenados como víctimas de una “parálisis paradigmática”, es decir, que fabricamos nuestra propia profecía y nos aseguramos se cumpla automáticamente.

Lea además: RCA para Mantenimiento

“Si por la mañana sabes con cierta precisión cómo será tu día entero, es que estás un poco muerto: cuanta más precisión, más muerto estás”, escribe uno de mis autores favoritos, Nassim Nicholas Taleb, en su bestseller —uno de tantos— El Lecho de Procusto, el cual trata de comprobar que los planteamientos mentales provenientes de un supuesto conocimiento convencional sobre lo que nos han dicho: “esta es la verdad sobre…”, o bien, “todos estamos claros que esto no funciona cuando…”, son falsedades absolutas, más que todo proyecciones negativas que dejamos que nos capturen, convirtiéndonos en actores de reparto de una obra teatral bufa, que no guarda relación alguna con la realidad.

“No hay un estado intermedio entre el hielo y el agua, pero hay uno entre la vida y la muerte: un empleo”, afirma Taleb, quien encarna en sí mismo lo que él predica, ya que experimentó en carne propia de cómo esta especie de “recuerdos del futuro” lo limitaba y lo forzaba de una manera poderosa, a considerar como ingenuamente “bueno” lo que por costumbre, por inercia, o por inopia, se estima que es lo “normal” o lo que “siempre ocurre” para resignarse, al considerar que lo normal en un individuo es estar empleado al menos de 8 a 5, lo cual es una postura invalidante y limitadora.

Lea también: ¿Por qué fallan las investigaciones?

Se sabe que actualmente numerosas personas están perdiendo su empleo como producto de una depresión económica tenaz, la cual, al parecer, tiende a profundizarse. El problema es que la mayoría creemos que “se nos debe la obligación” de que nos den o se nos aparezca un empleo, cuando en realidad ese es otro glitch o error de programación de un software mental anacrónico que nos empeñamos en correr permanentemente, y al que supeditamos ciegamente nuestras acciones.

Este marco de referencia nos impulsa inmediatamente a negar o descalificar por supuestamente inviable cualquier invitación que suponga un reto, o que reenfoque críticamente la filosofía tradicional acerca de la responsabilidad individual. Tenemos heredados demasiados demonios interiores que nos hacen perder impulso o fuelle ante la necesidad de un mayor protagonismo obligatorio y proactivo, que es ineludible para realizar el proyecto de persona que potencialmente podemos ser.

Puede interesarle: De los incentivos perversos

Conozco innumerables casos —y eso me lleva a escribir sobre este punto— en donde personas que habían creído que su única forma de supervivencia en la vida era un empleo, pero que rompieron con ese paradigma vicioso y sedante, y que no se dispersaron en refutar, contradecir —o vilipendiar— a quien les recuerda que esa responsabilidad es la de una persona cabal: terminar de parirse a sí mismo, no importando las circunstancias. Taleb lo enfoca genialmente: “La gente está mucho menos interesada en lo que tratas de mostrarle que en lo que tratas de esconder”.

Conozco personas con una diversidad de habilidades, quienes se consumen y añejan irremediablemente en un empleo que solamente los llevará a un retiro incierto, el cual peligra cada vez más en su supuesta promesa de estabilidad y tranquilidad.

La actitud inercial jamás librará al individuo de infortunios —mucho menos de verdaderas tragedias— pero aquietarse sí le destruirá su propio valor de mercado con el cual pueda acaso reinventarse, tomando decisiones radicales sacándolo de ese estado vegetativo en donde yace —o tal vez, hasta pace—, en forma engañosamente tranquila, devaluando sus talentos y particulares habilidades personales, en vez de capitalizarlas, monetizarlas buscando cumplir valientemente ese proyecto de persona que podemos llegar a ser.

[email protected]

Economía Competitivad Competitividad Empresarial ISO archivo

Puede interesarte

×

El contenido de LA PRENSA es el resultado de mucho esfuerzo. Te invitamos a compartirlo y así contribuís a mantener vivo el periodismo independiente en Nicaragua.

Comparte nuestro enlace:

Si aún no sos suscriptor, te invitamos a suscribirte aquí