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La caída del falso templo

“Entre las gentes hay quienes dicen: creemos en Dios, pero no son creyentes. En sus corazones hay una enfermedad. Tendrán un castigo doloroso por lo que hayan mentido. Dios se burlará de ellos” (Corán).

Y veremos la caída del falso templo y de los falsos profetas por la buena nueva de los insurrectos; de politólogos, sociólogos, economistas y astrólogos, pero sobre todo de los jóvenes rebeldes. Son ellos la esperanza del cumplimiento de la buena nueva.

Los asesinados por mandato de los falsos profetas no han muerto, viven en los corazones de sus familias y en lista de espera de la justicia terrenal, la del pánico de los acólitos del antiguo templo.

No hay misterios filosóficos ni escatológicos para los “cristianos, socialistas y solidarios” del antiguo templo, esos que aún quedan por oportunistas. Ya saben que el templo caerá y que es solo cuestión de tiempo.

Y van más allá las sociedades tecnológicas modernas con sus propias contradicciones pasadas y presentes, dejando por fuera esta provincia de falsos profetas que no logran asimilar la rebeldía ciudadana, ni Paul el Ojo de Horus; y “se concedió infundir el aliento de la Bestia para que fueran exterminados los que no la adoraban” (Apocalipsis). Y la Bestia seguirá reinando por la espada con los suyos hasta su defenestración por decisión libre y soberana de quienes no le temen.

No se debe tampoco temer al futuro, a lo distinto, a los de la UNAB, a aquellos que se la han jugado durante años, organizados, coherentes y combativos. No especulen los temerosos que su mundo se viene abajo con la UNAB, menos con la influencia moderadora de la Alianza Cívica. La esperada gran coalición deberá incorporar los supuestos democráticos originales de una revolución que en sus inicios deslumbró al mundo. Los ultra, de cualquier signo que sean, que se aglutinen entre ellos mismos para competir en primarias.

Los radicalismos utópicos son cosa del pasado, y los del falso templo tiemblan ante la ola del cambio, la de los principios democráticos de las promesas incumplidas del 79. Los otrora comandantes usaron la concentración del poder y la excusa de la guerra provocada por su soberbia, para no cumplirlas. Pensé, inicialmente, que después de aquella dictadura dinástica se requeriría al menos una década para llegar a la entonces llamada izquierda democrática, aún sí imperfecta, pero guiados por los otrora dirigentes, porque toda democracia es un proceso de crecimiento social y cultural. Me equivoqué y rectifiqué.

Hoy tiemblan los falsos profetas del falso templo, los que se dicen seguidores de la Escuela Magnético Espiritual. Juana la Loca le dijeron en su época a una reinante, y falleció sin pena ni gloria. Que no se detenga por tanto la ola del cambio, ni de la burla. Amén.

El autor es doctor en Derecho.

Opinión Alianza Cívica Dios falso templo UNAB archivo
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