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Africanización de Nicaragua

Nicaragua ha retrocedido lastimosamente en dos de los principales índices internacionales que miden la calidad institucional de los países en el concierto mundial. Uno es el de corrupción versus transparencia y el otro es el de democracia versus dictadura o autoritarismo.

El Índice de Democracia 2019 de la Unidad de Inteligencia de la revista británica The Economist, titulado Un año de reveses democráticos y protestas populares, revela —o mejor dicho, confirma— que Nicaragua ha retrocedido notoriamente en la calidad de su régimen político, sobre todo a partir de la brutal represión contra la insurrección cívica de abril de 2018 que prácticamente ha liquidado las libertades y derechos constitucionales y humanos de los nicaragüenses.

Por otra parte, el Índice de Percepción de Corrupción, de Transparencia Internacional, que también se ha dado a conocer esta semana, indica que Nicaragua siguió cayendo el año pasado en este registro mundial de los países que son más corruptos que los demás, y aquellos que son más transparentes.

En realidad, no solo en el último año es que Nicaragua se ha desplomado en ambos índices. Esto ha ocurrido desde que Daniel Ortega recuperó el poder en enero de 2007, después que ganó las últimas elecciones básicamente libres y limpias que hubo en el país, en noviembre de 2006. A partir de entonces, la degradación de la democracia y la corrupción gubernamental aumentaron continuamente, en la medida que Ortega se ha mantenido en el poder a base de fraudes electorales, el socavamiento de las instituciones democráticas y la despiadada represión de la Policía y las bandas de partidarios orteguistas.

Es que hay una relación estrecha e indisoluble entre dictadura y corrupción, y al revés, entre democracia y transparencia gubernamental. Por eso los países con regímenes dictatoriales son los más corruptos y aquellos donde hay más democracia, son los más transparentes.

En Nicaragua, desde 1990 cuando la Unión Nacional Opositora (UNO) derrotó electoralmente a la dictadura del Frente Sandinista, y comenzó la transición democrática con el gobierno de doña Violeta Barrios de Chamorro, los índices de autoritarismo y corrupción comenzaron a bajar mientras subían los de democracia y transparencia. Más adelante, pasado el período de gran corrupción del gobierno de Arnoldo Alemán (1997-2002) con su estilo político inclinado al autoritarismo, en el siguiente gobierno que presidió don Enrique Bolaños el país recuperó el ritmo ascendente en transparencia y democracia.

En la actualidad, Nicaragua es el tercer país más corrupto de América Latina, solo encima de Haití y Venezuela. Y es también el tercero menos democrático, o más autoritario, arriba de Venezuela y Cuba que están en el extremo.

Por la falta de democracia y el exceso de autoritarismo, el informe de la Unidad de Inteligencia de The Economist coloca a Nicaragua a la par de los países africanos, como Angola y Mozambique, donde imperan rústicas dictaduras. Pero también se puede decir que Ortega ha africanizado a Nicaragua, por la corrupción desmesurada y la falta de rendición de cuentas en su régimen dictatorial.

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