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El “mandato de nuestra historia”

Expertos políticos advierten que “si la oposición divide el voto, Daniel Ortega puede ganar las elecciones en 2021” aunque sean justas y transparentes.

Pero esto no es una novedad. Los mismos expertos políticos mencionan la experiencia no tan lejana de las elecciones de noviembre de 2006, cuando Ortega ganó con el 38 por ciento de los votos. De esa manera se impuso a los dos candidatos democráticos que sumaron el 55.21 por ciento de los sufragios: Eduardo Montealegre de ALN con 29 por ciento y José Rizo del PLC con el 26.21 por ciento.

La otra experiencia, pero en ese caso positiva para la democracia, fue la de las elecciones del 25 de febrero de 1990. 14 partidos políticos se juntaron en la Unión Nacional Opositora (UNO) y derrotaron al mismo Daniel Ortega y su poderoso partido armado, el FSLN. En aquella histórica gesta democrática que este 25 de febrero cumplirá 30 años, el 54.74 por ciento votó por la UNO y su candidata presidencial, doña Violeta Barrios de Chamorro; y 40.82 por ciento lo hizo por Daniel Ortega y el FSLN, la más alta cifra que han logrado cuando los votos se han contado más o menos correctamente.

Pero también es necesario recordar que no toda la oposición se unió en aquella UNO de 1990. Fueron 14 partidos los que se juntaron, pero los otros 8 que había entonces —cuyos líderes dijeron que cada uno de ellos, solo, podía derrotar al FSLN y a la UNO—, presentaron sus propios candidatos. Sin embargo, el día de la elección sumaron entre todos apenas 4.4 por ciento del total de votos.

Lo mismo podría ocurrir en las elecciones de 2021, suponiendo que hubiera garantías básicas para la participación opositora. Pero también podría pasar lo contrario, o sea que estando la oposición fragmentada Ortega se alce con la victoria, como ya ocurrió en las elecciones de 2006 cuando gracias a la división opositora volvió al poder para restaurar la dictadura después de 17 años de estar en la oposición, “gobernando desde abajo”.

A pesar de las lecciones de la historia es difícil, aunque no imposible, que se una la oposición, tanto por la diversidad ideológica y la pluralidad política como por los intereses particulares y las ambiciones personales. Y también por la mezquindad y la envidia, que según escribió Pedro Joaquín Chamorro Cardenal en la época del somocismo, son el “comején de la oposición”.

Sin embargo, el doctor Chamorro Cardenal, cuyo pensamiento escrito no pierde actualidad porque los problemas fundamentales de Nicaragua siguen siendo los mismos, también decía que “la unidad de todo el pueblo, de los sectores políticos, económicos y sociales, para luchar por la democratización de Nicaragua es el mandato de nuestra historia y la exigencia apremiante de las circunstancias que vive el país”. Ese mandato era válido en tiempos de la dictadura somocista y también lo es ahora, con la dictadura orteguista.

La oposición, o mejor dicho los líderes de todos los movimientos políticos y sociales democráticos de Nicaragua, deberían aprender de la experiencia anterior y acatar ese “mandato de nuestra historia”.

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