Los presidentes conservadores del periodo de paz de los treinta años no fueron como erróneamente se creía, “iglesieros y reaccionarios, adversos al progreso y las ideas liberales” (Humberto Belli: Buscando la tierra prometida).
Estos mandatarios decimonónicos estaban ya penetrados de las ideas liberales de la ilustración francesa. Leían a Voltaire, representante principal de la ilustración y otros pensadores anticatólicos.
Adán Cárdenas suspendió de los colegios granadinos el Ángelus y la misa dominical. Evaristo Carazo prometió revisar la Constitución a fin de permitir la libertad de cultos y la educación laica, provocando protestas de la Iglesia católica.
Pedro Joaquín Chamorro, amigo del liberal Emilio Castelar, trajo de España a un grupo de profesores laicos e inició la gestión en la Santa Sede para expulsar a los jesuitas.
Joaquín Zavala, el más liberal de todos, fundó el Instituto de Occidente. Mandó de director a Jozéf Leonard Bertholet y al geólogo Salvador Calderón y Arana.
Darío había conocido a Leonard durante su estadía en la capital. Lo había descrito como “un hombre de una vida curiosa y novelesca”, agregando que “más que Krausista, Leonard era un hegeliano” que “creía en el progreso, en el inacabable perfeccionamiento humano y que a todos sus discípulos les comunicaba su fe y su fuego”.
Efectivamente, Jozéf Leonard Bertholet, era un polaco-español, profesor de la Institución Libre de Enseñanza y fundador de logias masónicas. Fue ayudante del general Kruk en la insurrección antizarista. Pasó por Alemania, Francia, Suiza y llegó a España para participar en la Revolución de Septiembre. Era culto y polígloto.
En el discurso inaugural, Bertholet (Humberto Belli, citando a Emilio Álvarez Lejarza) abogó por una “guerra abierta a las preocupaciones y sistemas que obligan a la razón a aceptar como verdad aquello que no alcanza”. Esta declaración negaba “la posibilidad de verdades reveladas” contrariando a las autoridades eclesiásticas.
Leonard publicó muchos trabajos históricos entre ellos uno titulado: Jan Žižka y los husitas.
Žižka fue un líder seguidor del legado religioso de Jan Hus, filósofo y rector de la Universidad Carolina de Praga. Se rebeló contra las cruzadas lideradas por el rey de Bohemia Segismundo y por el papa Martin V, en contra de la Bohemia herética. Lo consagraron como héroe y fue nombrado Comandante Supremo. Fue considerado para algunos un guardián de la nación checa y para otros una fiera sanguinaria.
Siempre ganó la mayoría de sus batallas.
En 1419, después que Hus muriera como hereje en la hoguera, Žižka junto a otros partidarios de su legado, dieron nacimiento a los husitas. En su emblema figuraba un cáliz simbolizando el utraquismo.
Žižka fue uno de los protagonistas de la primera defenestración praguense donde fueron arrojados por la ventana siete concejales católicos por negarse a amnistiar a los utraquistas.
En el centro de la plaza del Staré Mĕsto de Praga, se encuentra la estatua de Jan Hus, rodeado de guerreros husitas. En la base del monumento se lee la frase del lema, la verdad prevalece (Pravda vítĕzí).
A Darío, Leonard lo influyó fuertemente en el amor por la literatura hermética, ocultista y por su cosmopolitismo.
El 2 de junio de 1881, Zavala expulsó a los jesuitas de Nicaragua. Leonard más tarde, corrió la misma suerte por sus ideas librepensadoras.
Darío expresa que la fundación de los institutos de Oriente y Occidente en Granada y León, fue un gran paso para el adelanto intelectual de la república. Miraba como un avance social y progresista la presencia de estos educadores y consideraba su expulsión un retroceso social para Nicaragua.
La autora es máster en Literatura Española.