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La ley y su espíritu

Padre Oscar Chavarría

Toda sociedad necesita de unas leyes que regulen la convivencia entre los ciudadanos. Las leyes tienen como finalidad buscar el bien de todos y, por lo tanto, todos debemos cumplirlas. Pero la ley no lo es todo; por encima de la ley está el espíritu de la ley que va mucho más allá de la ley misma.

Un gobierno puede dar unas leyes y todos sus ciudadanos cumplirlas al pie de la letra; pero con solo cumplir leyes no se construye un país. El ciudadano debe mirar más allá de la ley. Las leyes se hicieron para los hombres y no los hombres para las leyes.

Unos padres de familia pueden poner como ley de convivencia entre sus miembros una hora de llegada al hogar; pero los miembros de la familia deben saber que no pueden contentarse con cumplir solo esa ley. Por encima de la hora de llegada al hogar está el buen comportamiento de cada uno de sus miembros, estemos donde estemos. Una Iglesia puede exigir a sus feligreses que cumplan con el precepto dominical de la Eucaristía; pero no con asistir a la Misa solo ya se es un buen cristiano. El cumplimiento de las leyes nada dice de una persona: las leyes sin alma son odiosas y mueren.

Las leyes sin corazón nos convierten en esclavos.

Para Jesús por encima de la ley está el corazón, el amor. La ética de Jesús no se limita al reducido campo del cumplimiento de la ley, sino a las actitudes que tomamos ante la vida. Para Jesús no es cuestión solo de no matar; es cuestión de amar, de perdonar, de respetar al otro como hermano y lógicamente su vida (Mt. 5, 21-26). Para Jesús no es cuestión solo de no ser adúltero; es cuestión de ser siempre fiel al amor hasta en el más mínimo pensamiento (Mt. 5, 27-30). Para Jesús no es cuestión solo de no divorciarse; es cuestión de ser consecuentes con el amor que siempre construye paz y comunión (Mt. 5, 31-32). Para Jesús no es cuestión solo de jurar o no; es cuestión de honradez, de decir siempre la verdad, de amar a los otros y que el amor sea sincero y auténtico en todos los momentos de la vida (Mt. 5, 33-37).

El Evangelio de Jesús es una llamada al amor. El amor no se agota en un marco legal ni es miope como la ley. En el Reino de Dios todo es problema de actitudes, no de cumplimientos externos de leyes. Ni el amor a Dios ni el amor a los hombres son legalizables; por eso, nos dice Jesús que “si nuestra justicia no es mayor que la de los escribas y fariseos, no podemos entrar en la dinámica del Reino” (Mt. 5, 20).

No es el cumplimiento de la ley lo que nos salva, sino el corazón, el amor: la ley puede esclavizar; pero el amor siempre salva. La ley fácilmente nos convierte en unos farsantes; el corazón solo entiende de amor, de lealtad y de verdad. Tampoco es cuestión de ir contra las leyes; es cuestión de saber que la ley sin espíritu achica el corazón. San Agustín, por eso, decía: “Ama y haz lo que quieras”.

El autor es sacerdote católico.

Opinión espiritu Ley archivo
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