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De una pedrada en la cabeza perdió la vida doña Felicita Fernández, de 85 años. HOY/Cortesía

¿Qué lleva a un hijo a matar a sus padres? Expertos brindan sus explicaciones

Los crímenes que han ocurrido en los últimos meses han conmocionado a la opinión pública no solo por la violencia con que se ejecutaron, sino por la relación entre víctima y victimario: son hijos que mataron a quienes les dieron la vida

La última voz que don Guillermo Adrián Guerrero Espinoza escuchó en vida fue la de su hijo. Lo que nunca imaginó fue que también era la llamada de la muerte, pues el vástago pactó con su pareja (nuera de Guerrero), Nidia Patricia Quintana, matarlo y matar a la madre también. Todo en una sola noche y por dinero. O al menos eso fue lo que dijo ante un juez el acusado Adrián José Guerrero Echeverry, el día que admitió haber planificado y ejecutado la muerte de sus padres. 

La familia de don Guillermo optó por hablar poco sobre el caso. Pidieron respeto al dolor que atravesaba la familia y ese de entenderse. Ni ellos saben cómo explicar las razones de Guillermo Adrián hijo –más allá del dinero– para ejecutar una acción como el crimen contra sus padres.

Don Guillermo tenía 73 años y su esposa, doña Sonia Marlene Echeverry, 72. Ambos estaban retirados y vivían en su casa de Altamira con la comodidad que le dieron sus más de 60 años de trabajo. Estaban jubilados y eran felices, o al menos eso creían quienes los conocieron. El 17 de noviembre del 2019, los ancianos padres no amanecieron vivos.

Adrián José Guerrero Echeverry y su pareja Nidia Patricia Quintana, se declararon culpables ante una Juez de Managua, por los delitos de parricidio,contra sus padres y suegros respectivamente. HOY/Perla Gutiérrez

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Si hay un tiempo en el que se puede hablar de una especie de brote de parricidios en Nicaragua son los últimos cuatro meses. El crimen de Guerrero Echeverry contra sus padres fue en noviembre del año pasado y en enero y febrero de este ya han ocurrido cuatro. ¿Qué los está provocando? Pocos se atreven a dar una explicación clara sobre el fenómeno, pero los especialistas consultados al respecto, aseguran que de todos los crímenes existentes, el de matar a su padre o a la madre es el más abominable.

El caso más reciente ocurrió el 18 de febrero pasado. La víctima: Felicita Fernández, de 85 años. Otro mal hijo la privó de su vida e hizo correr su sangre en la comunidad Las Tejas, jurisdicción de Matagalpa. Lo que dijeron en la escena del crimen fue que Justiniano Ramos, el agresor, llegó a la casa de la anciana exigiéndole dinero para seguir bebiendo licor y cuando esta se lo negó, el sujeto le empezó a lanzar piedras. Una de ellas le dio en la cabeza y la mató de forma instantánea.

De una pedrada en la cabeza perdió la vida doña Felicita Fernández, de 85 años. HOY/Cortesía

Lea además: Hombre mata a su madre a pedradas en Matagalpa porque ella se negó a darle dinero para seguir tomando licor

Los investigadores oyeron que la madre, al ver al hijo como endemoniado, trató de huir y buscó ayuda en la casa vecina, pero por la edad le fue imposible esquivar las piedras. El hombre huyó del lugar al verla tendida y ensagrentada, pero algunas horas más tarde fue capturado por la Policía.

Círculo familiar

Los crímenes han conmocionado a la opinión pública, no solo por la violencia con que se ejecutaron, sino por la relación entre víctima y victimario; son hijos que mataron a quienes les dieron la vida.

Los primeros en mostrar su preocupación ante los crímenes son los religiosos. Ven que el círculo familiar sufre. Un padre abusa a una hija, un un hijastro se lía a golpes con su padrastro, un esposo mata a su compañera de vida y lo último, hijos desalmados matan a sus padres. 

El reverendo Mauricio Fonseca, presidente de la Alianza Evangélica de Nicaragua (Aenic), ve en esos crímenes despreciables el cumplimiento de una sentencia bíbilica que, según él, anuncia el fin del mundo tal y como lo conocemos. “Está escrito”, dice apuntando un texto en el evangelio de San Marcos. “Aquí dice: y el hermano entregará a la muerte al hermano, y el padre al hijo; y los hijos se levantarán contra los padres y les causarán la muerte”, recita. 

La Prensa/ Luis González

“Todo lo que ha estado aconteciendo en cuanto a parricidios, en los que muchos han matado a sus padres e incluso los han violado, les han hecho daño, le han quitado propiedades, hijos contra los padres y padres contra los hijos, esos son ya los principios del fin que la palabra nos habla, la Biblia nos dice en los evangelios todo lo que vamos a pasar y vamos a vivir antes de la venida del Señor”, manifiesta Fonseca.

Fonseca aconseja reflexionar sobre estos casos. “Lo que nos toca hacer es buscar más de Dios, acercarnos más a él, rendirnos a Cristo por completo, y así poder con la ayuda de él enfrentar estas situaciones y salir adelante”, señala. 

Para otras personas, el tema no requiere ser elevado tanto plano espirirtual, cuando, siendo un crimen humano, su explicación está en la misma mente humana. No obstante, la psicóloga forense Andrea Pomares refiere que quien mata a un familiar no necesariamente sufre de una patología psiquiátrica o psicológica. Es decir, no necesariamente es un enfermo de la cabeza. “Incluso si una persona con rasgos neuróticos (problemas emocionales continuos), sufre una falla en el control de sus impulsos, puede llegar a matar”, señala la especialista.   

Psicóloga forense Andrea Pomares/ Foto: Cortesía

“El sujeto puede tener una salud mental relativamente estable, pero presenta situaciones, conflictos, problemas no superados que lo llevan en algún momento a presentar conductas desadaptadas y delictivas”, recalca. La especialista menciona que el perfil psicológico de un parricida no es especifico, cada caso es especial, además hay que tomar en consideración quién es la víctima y qué movilizó al victimario, explica.  

Pomares detalla que un parricida es una persona con agresividad marcada, manifiesta o latente, con ciertas características como superioridad con la víctima, con antecedentes de violencia doméstica o violencia psicológica, económica, familiar o aquella poco conocida como es cuando te ridiculizan con amigos o familiares, también con defecto de personalidad.

Asimismo hace énfasis en que una persona que de alguna manera fue víctima de alguna violencia, casi siempre tiene dos opciones:  “o persiste en su papel de víctima o se transforma en agresor”.

El tipo de crianza tiene mucho que ver. Pomares deja saber que la mayoría de personas tienen rasgos agresivos, el problema es cuando se convierte en una agresividad patológica, transgresora, a los que se suma otros problemas como son: distorsiones de pensamientos y problemas de temperamento, esto podría ser extremadamente peligroso.

HOY/Istockphotos.com

Detonadores

Las particularidades con las que se cometió cada crimen también llevan a describir algunas características de un parricida. “No es lo mismo que te peguen un balazo que es bastante frío y calculador a que te asesinen a golpes limpios, o con un cuchillo, ahí se ve el tipo de sentimiento con el que se comete el crimen, el primer acto es impersonal -“yo ni te estoy tocando, fue un disparo”-, el segundo es más personal, fue visceral, se llena de sangre, es muy diferente la movilización afectiva que envuelve el acto”, recalca la psicóloga.

Otra característica de un parricida es la psicopatía, sociopatía, demencia, esquizofrenia y problemas de manejo de la ira. “Un parricidio pudo ser movilizado por interés monetario, por la disputa de una propiedad, de un testamento, o por celos”, indica.

Cuando el parricidio se comete en complicidad con otra persona, hay que valorar de quién exactamente fue la idea del crimen, pues cuando hay un interés económico por ejemplo, cabe analizar lo que rodeó la situación, porque para que quepa en la mente de alguien que cometerá un crimen y que saldrá impune, devela una mente infantil, deformada, inmadura, distorsionada e impulsiva, manifiesta la experta. Este ultimo aporte de análisis, se aplica perfectamente al crimen cometido por Adrián José Guerrero Echeverry, contra sus padres.  

“Un individuo con características manipuladoras será fácilmente atraído por alguien con los mismos rasgos, pues se complementan de alguna manera y lo más probable es que esa semilla germinó porque hay buena tierra, es decir ya había un sentimiento negativo, y por eso fue más fácil inducirlo”, añade la especialista.  

Pomares menciona que si un parricida que está siendo procesado por un juez por su delito, y sus valoraciones psiquiátricas arrojaron que no hay ninguna alteración a nivel mental, esto podría ser una estrategia de su defensa para de alguna manera evadir la justicia. 

No se arrepiente

La experta explica que “el no arrepentimiento ante un asesinato es una característica clásica de un psicópata, porque este no posee la gama de las emociones normales, no siente amor, no es empático, y posee el aplanamiento afectivo que me impide experimentar las emociones humanas”.

“También puede ser alguien esquizofrénico, esto es una ruptura con la realidad, en su cabeza la mamá o el papá juega un papel en una película, donde él es el bueno y su víctimas los malos”, explica. Parte de ese “no arrepentimiento” lo demostró Denis Flores Gómez, el sujeto que mató a su mamá Martha Gómez Martínez, de 50 años, con una raja de leña en Waslala. Por este caso, el hombre fue condenado a 30 años de cárcel.

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Flores Gómez primero golpeó a su madre con la raja de leña y luego le propinó varias cuchilladas. También le dio puñetazos en el abdomen. “Yo lo que hice fue por vengarme por una muchacha que me despreció y me enloquecí por ella. Como no la pude agarrar maté a mi madre, no me arrepiento”, dijo el hombre a los periodistas, después de la audiencia donde admitió los terribles hechos.

Denis Flores Gómez. HOY/Luis Eduardo Martínez. 

El parricidio ejecutado por Flores Gómez ocurrió el 26 de enero pasado en la comunidad Zinica, al norte del poblado de Waslala, en el Caribe Norte del país. Ese mismo día, otra adolescente de 16 años fungió como cómplice en el asesinato de su papá, el piloto leonés de 77 años, Róger Rosalío Medina Toruño. La Policía dijo que la menor le abrió la puerta a Holvin Esquivel Trujillo, quien acuchilló al anciano. La menor ahora enfrenta un proceso en un tribunal de adolescentes.

Medina Toruño recibió cerca de 15 estocadas, en su misma casa en el reparto Roberto Calderón, el domingo 26 de enero, a eso de las 8:30 de la noche. Según las investigaciones policiales, fue la adolescente la que le informó a Esquivel Trujillo dónde su padre escondía el dinero y fue ella misma la que pactó con él, que el día del crimen le abriría la puerta de la casa. Lo que no queda claro es que si ella sabía que matar a su padre era un riesgo aceptado en aquel robo que de seguro salió mal.    

Holvin Esquivel Trujillo fue presentado como el sujeto que asesinó en su casa al piloto de 77 años, Róger Rosalío Medina Toruño. HOY/ Cortesía

El reverendo Augusto César Marenco, pastor general del Ministerio Apostolar Centro Cristiano, en Managua, apoyó la tesis de que estos parricidios están vinculados a una condición profundamente espiritual. “De los 10 mandamientos, los primeros cinco tienen que ver con la relación del hombre con Dios y los siguientes, la relación del hombre con el hombre, y en el mandamiento número cuatro establece la honra al padre y a la madre. Si esto pasando, hay un alto deterioro espiritual de nuestra sociedad”, agrega.    

Pero la psicóloga forense insiste que el asunto es de formación humana, más que espiritual.  “Es que hay que empezar a educar desde muy pequeños, dice.  “Hay que estar pendiente de la conducta, tratar de enseñarle los valores, el respeto a la leyes, a los derechos de las otras personas, cuando la persona habla despectivamente de los derechos de otros, es una mala señal, hay que ver con qué tipo de persona se relacionan, si tienen vicios, porque un parricidio también se puede dar bajo los efectos del alcohol y las drogas”, advierte.

Otro caso amargo fue el de José Manuel Cruz Espinoza, de 37 años, quien el pasado 29 de enero mató a su madre Domitila Espinoza Argueta, de 52.  El sujeto admitió ante un juez que lo hizo porque su progenitora no le tenía listo el desayuno, y esto lo obligó a tomar una piedra para asestarle varios golpes.
Parricidio
José Manuel Cruz Espinoza, de 37 años, quien el 29 de enero cegó la vida de su madre Domitila Espinoza Argueta, de 52, admitió los hechos y ahora que enfrenta la justicia su abogado a pedido sea sometido a un diagnóstico psiquiátrico. LA PRENSA/William Aragón

El hecho sucedió en una finca de la comunidad La Florida, en el municipio de Estelí. El día del suceso la víctima se encontraba en la cocina preparando el desayuno y fue cuando llegó su hijo José Manuel y le pidió comida, pero Domitila le dijo “que le hacía falta echarle sal a los frijoles”, lo que al parecer, habría molestado al victimario.

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El parricida después de cometer el crimen se fue del lugar y en el camino se encontró a su padre, quien lo habría amenazado con machetearlo por los hechos, por lo que se fue al comando policial de Estelí, donde se entregó y confesó el crimen. Marenco se niega aceptar que haya una condición siquiátrica en estos desalmados “no justifica el acto bochornoso de matar a su madre de esa maneral tan vil, tan terrible, hay una conducta de unas familias, disfuncionales, solas, sin la presencia del padre (Dios)…”, dice.

El reverendo Augusto César Marenco, pastor general del Ministerio Apostolar Centro Cristiano. HOY/Gloria Acosta

Por su lado, el padre César Augusto Gutiérrez, de Monimbó, y quien se exilió por amenazas de muerte y cárcel, opina que esto que se está viviendo es síntoma de una degradación moral, una falta de educación y la falta de familias integradas y sanas, que dan como fruto hijos sanos. “Hay una necesidad de crecer en los valores que nos humanizan, hay muchas heridas abiertas en las familias”, dice.  

Espiritual o humano, cada parricida de estos últimos casos deberán enfrentar de entre 15 a 20 años de prisión por sus acciones según el artículo 139 del código penal nicaragüense sobre Parricidio, que dice: “Quien a sabiendas del vínculo que lo une, prive de la vida a su ascendiente, descendiente, hermano, cónyuge o conviviente en unión de hecho estable, será sancionado con una pena de quince a veinte años de prisión”.

HOY/Istockphotos.com

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