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El incierto camino electoral

El nuncio apostólico, monseñor Waldemar Sommertag, ofició este lunes 2 de marzo una misa en las instalaciones de LA PRENSA en acción de gracia por su 94 aniversario y por la liberación del papel y otros insumos que durante 75 semanas estuvieron secuestrados por el régimen, y fueron devueltos precisamente por las gestiones del representante del papa Francisco en Nicaragua.

Al finalizar el oficio religioso, monseñor Sommertag contestó algunas preguntas de los periodistas sobre la situación de Nicaragua. Sobre todo le pidieron su opinión acerca de la posibilidad de que se reanuden las negociaciones políticas de la oposición con el régimen, que fueron interrumpidas por este, y habló de las elecciones que según la oposición es la única vía para salir de la crisis que sufre el país.

Monseñor Sommertag descartó prácticamente la posibilidad de que tales negociaciones se pudieran reanudar. “No tengo ninguna idea sobre una eventual negociación (del régimen con la oposición). En este momento no creo, porque estamos ya en año electoral. Más importante, me parece en este momento el proceso electoral, las reformas electorales, el voto es importante”, declaró el nuncio apostólico.

En algunos sectores de la oposición nicaragüense y de la comunidad internacional, todavía se cree en la posibilidad de que se pueda volver al diálogo y la negociación política para resolver la crisis sociopolítica del país y recuperar la democracia. Sin embargo, para el Nuncio —quien junto con el representante de la OEA fue testigo y mediador de las frustradas negociaciones en el Incae, el año pasado—, hay que concentrarse en el tema de las elecciones.

Que Ortega no tiene interés en el diálogo lo demostró claramente cuando rompió la negociación con la Alianza Cívica, a mediados del año pasado, y lo cerró también con la OEA con la que tenía un acuerdo para impulsar una reforma electoral. Desde entonces operadores políticos de la dictadura han sostenido que Ortega no negociará la reforma electoral con la nueva oposición social y política, ni con la OEA, sino que la acordará con los partidos que tienen personería jurídica y representación en la Asamblea Nacional.

Sin embargo, estos partidos —sin referirnos a los colaboracionistas que son apéndices del FSLN— han dicho que no apoyarían una reforma electoral cosmética, solo una que garantice elecciones competitivas y limpias, de acuerdo con los parámetros internacionales.

Pronto se verá si tales partidos cumplen su compromiso público contraído voluntariamente. Pero en todo caso es obvio que con una reforma electoral cosmética la oposición verdadera no participaría en las elecciones y habría otra abstención mayor que las de años anteriores.

La verdad es que si Ortega quisiera, solo o acompañado por sus adláteres podría dictar una reforma electoral que satisfaga básicamente las demandas de la oposición y la comunidad democrática internacional. Y también lo más probable es que sin garantías de que las elecciones serán auténticas y confiables, no habría participación de las verdaderas fuerzas opositoras.

En todo caso, que haya una reforma electoral creíble depende de que la comunidad internacional presione a la dictadura con más fuerza que como lo ha hecho hasta ahora.

Editorial camino electoral Daniel Ortega archivo
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