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¿Qué hacer ante el calor?

Al calor natural por la época del año, en algunas ciudades se suma una serie de factores originados por la acción o inacción humana, que incrementan la temperatura ambiental e inciden en el cambio climático. Este aumento tiene que ver con la calidad de vida y la salud, especialmente en los sectores sin condiciones básicas de subsistencia, sin ni siquiera un ventilador; y si lo tienen, quizás eviten usarlo por no aumentar la factura energética. O carecen de la sombra de un árbol cuando las casas no tienen patio.

Pero igual que otros sucesos climáticos extremos, el calor tiene un alto impacto en la salud de niños, adultos mayores y enfermos crónicos, principalmente en las familias de bajos ingresos, pues hay una relación entre aumento del calor y barrios vulnerables. En algunas ciudades se da el fenómeno “islas de calor”. Una alteración del clima, con temperaturas superiores a las de sus alrededores. Son muchas las causas: los edificios y las calles, angostas y sin vegetación, forman “cañones urbanos” (Dra. Patricia Camporeales) que hacen más lenta la circulación del aire para dispersar el calor. La radiación solar es absorbida por los edificios y el pavimento, debido a los materiales de construcción y superficies oscuras, que acumulan energía y generan calor. La mayor parte afecta los techos.

Las actividades humanas, como transporte, industria, ventilación artificial, generan contaminantes. Este aire contaminado y cálido favorece la absorción de la energía solar y dificulta la reemisión a la atmósfera.

El tamaño de las ciudades y su densidad, también aumentan la temperatura. Lo mismo que la reducción de la superficie de suelo, pues el concreto impide la transpiración de la superficie terrestre. La poda de árboles urbanos, para aumentar o ampliar construcciones. Y la deforestación que afecta las cuencas de agua. En las islas de calor también incide la topografía y otros factores meteorológicos. ¿Qué podemos hacer?

Descongestionar los centros de las ciudades, impulsar lotificaciones más espaciosas y arborizadas, mediante la planificación del desarrollo urbano.

Mejorar las condiciones del transporte. Reducir el consumo de la energía en instituciones, comercios, industria, gobierno, etc., para disminuir la contaminación y por consiguiente, el calor. También con ventilación e iluminación natural. Con techos, muros, fachadas y paredes de colores claros, que absorben menos calor y dan claridad. La vegetación sobre techos y fachadas incrementan la aislación térmica (y sonora). Grama o vegetación baja, en vez de embaldosados. Y árboles de sombra en patios y calles, reforestación de cuencas hídricas y crear zonas verdes en la ciudad.

Todo esto atenúa los efectos del cambio climático, mejorando la calidad del aire, la salud, el paisaje, y por ende la calidad de vida. Y puede significar un ahorro. Pero mientras en la ciudad buscamos cómo proteger un árbol, en las “áreas protegidas” se cortan miles.

La autora es docente y comunicadora.

Opinión calor archivo
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