14
días
han pasado desde el robo de nuestras instalaciones. No nos rendimos, seguimos comprometidos con informarte.
SUSCRIBITE PARA QUE PODAMOS SEGUIR INFORMANDO.
BBC News Mundo

El archipiélago de Solentiname está enclavado en el Gran Lago de Nicaragua. BBC/Dora Luz Romero

Muerte de Ernesto Cardenal: qué fue Solentiname, el sueño utópico del poeta-sacerdote en el que ahora reposarán sus cenizas

En el archipiélago de Nicaragua reina la impresión de que el poeta y sacerdote nicaragüense Ernesto Cardenal todavía vive ahí, a donde llegó en 1966 para fundar una comunidad cristiana de artistas que pronto se haría famosa en todo el mundo.

Los únicos sonidos que rompen el silencio de Solentiname son los de la naturaleza: el del oleaje del Gran Lago de Nicaragua donde se alza el pequeño archipiélago, el de sus pájaros cantores, el de los árboles que se mecen al viento…

El camino desde Managua, es largo: cinco horas en carro y poco más de dos en lancha para recorrer los 171 kilómetros que, a vuelo de pájaro, lo separan de la capital nicaragüense.

Y, al llegar, da la impresión que el poeta y sacerdote nicaragüense Ernesto Cardenal todavía vive ahí, en el conjunto de islas lacustres a las que llegó en 1966 para fundar una comunidad cristiana de artistas que pronto se haría famosa en todo el mundo y el destino elegido para sus cenizas.

Ernesto Cardenal en Soletiname.
Ernesto Cardenal en Soletiname. BBC/Cortesía La Prensa

Cardenal falleció el pasado domingo primero de marzo en Managua, a la edad de 95 años, y sus cenizas llegarán al archipiélago de sus amores este viernes.

Poco antes BBC Mundo también viajó a Solentiname para saber qué fue de aquel lugar mágico creado por el autor de Hora 0, Epigramas, Oración por Marilyn Monroe y Cántico Cósmico, entre otras obras emblemáticas.

Cristiano, revolucionario, artista y pescador

La profunda huella de Cardenal en Solentiname es inmediatamente evidente.

En la isla Mancarrón, la mayor del archipiélago, un rótulo que cuelga de un árbol da la bienvenida a la “Comunidad P.E. Cardenal”.

Hay además un pequeño museo y una biblioteca, que también llevan su nombre.

Y también están las historias que los habitantes van contando de generación en generación, tratando de que no se olvide que fue con la llegada del poeta-sacerdote que el nombre de Solentiname empezó a resonar en el mundo.

Isla Mancarrón
Cardenal se instaló en la isla Mancarrón, la mayor del archipiélago. BBC/Dora Luz Romero

Solentiname se convirtió en un lugar donde se podía ser cristiano y revolucionario, agricultor y pintor, pescador y artesano.

Todo porque fue en ese conjunto de 36 islas e islotes que Cardenal formó una comunidad contemplativa donde la misa era comentar el evangelio y denunciar la opresión del gobierno de Anastasio Somoza Debayle, el último de la dinastía familiar que gobernó Nicaragua por más de 40 años.

“Los comentarios de los campesinos solían ser de mayor profundidad que la de muchos teólogos, pero de una sencillez como la del mismo evangelio”, escribiría años después Cardenal en El Evangelio de Solentiname, una obra clave de la Teología de la Liberación latinoamericana.

El archipiélago, que tiene poco más de 1.000 habitantes, también fue el sitio donde el cantautor nicaragüense Carlos Mejía Godoy creó y cantó por primera vez su “Misa Campesina”.

Y un grupo de jóvenes de Solentiname también se unió al movimiento guerrillero Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN) para participar en la revolución armada que derrocó al régimen somocista en julio de 1979, como para confirmar el cada vez mayor protagonismo de un archipiélago antes olvidado.

Un sacerdote diferente

Fueron sin embargo la lejanía, el silencio y la naturaleza las que llevaron a Ernesto Cardenal a instalarse en el rincón suroriental de Lago de Nicaragua en el que 53 años después estoy buscando su recuerdo.

En su libro Ínsulas extrañas, el tercero de los cuatro tomos de sus memorias, Cardenal relata que un hermano suyo fue el que le habló del archipiélago: que eran unas islas bellas, habitadas, de tierras fértiles y bastante incomunicadas.

Imagen de archivo de Ernesto Cardenal
Cardenal llegó a Solentiname a la edad de 41 años. BBC/Cortesía La Prensa

Su mentor, el poeta y monje trapense de origen estadounidense Thomas Merton, lo había instado a que fundara su propia comunidad.

“Inmediatamente sentí que ahí tenía que ser, y nadie me sacó de eso”, relata Cardenal en Ínsulas extrañas.

Ya entonces el hijo de una de las familias de más rancio abolengo de Nicaragua era un sacerdote diferente: no quería que lo llamaran padre, vestía de jeans, camisa y boina, no usaba sotana, no cobraba por las misas, fumaba y también bebía, cuentan los que vivían y viven ahí.

“No lo entendíamos, pero se le respetaba y lo queríamos”, recuerda Esperanza Guevara, de 63 años, administradora de la Asociación para el Desarrollo de Solentiname, también fundada por el poeta.

Bosco Centeno y Esperanza Guevara.
Bosco Centeno y Esperanza Guevara. BBC/Dora Luz Romero

A Solentiname, en aquellos años, llegaba un sacerdote dos, quizás tres veces al año.

Y el cura, recuerdan quienes iban a la iglesia entonces, oficiaba la misa de espalda, en latín e insistía en que los fieles rezaran para pedir perdón por los pecados: fumar, beber, matar, no casarse…

Cuando Cardenal apareció, sin embargo, todo cambió: él se sentaba de frente a los asistentes, alguien leía el evangelio y luego se comentaba.

“Ahí nos dimos cuenta que vivíamos una dictadura criminal, que había una gran injusticia, que había mucha diferencia entre la sociedad, unos muy ricos y unos muy pobres, que en el mundo morían niños por falta de medicina y de comida”, cuenta Guevara.

“Sentíamos que el pecado no era fumarse un cigarro, beberse una cerveza, sino que el sistema mataba a la gente“, dice.

Las huellas de Cardenal

También fue justamente ahí, en esa iglesia en Mancarrón, que muchos jóvenes se convencieron de que debían empuñar las armas.

“A través de ese cristianismo, de esa lectura de los evangelios, llegamos a la conclusión de que para sacar a Somoza la única opción era la lucha armada, que no había otra opción”, asegura Bosco Centeno, exguerrillero.

“Se hicieron los contactos con el Frente Sandinista, se nos dijo si queríamos participar en unas acciones armadas y eso fue lo que nos llevó a tomar las armas, en 1977”, recuerda.

Ernesto Cardenal
Cardenal fue uno de los grandes exponentes de la Teología de la Liberación. BBC/Cortesía La Prensa

Ese también fue el año en el que Cardenal tuvo que abandonar Solentiname.

Pero la iglesia de Mancarrón sigue igual que entonces: el piso de tierra, las bancas de madera y en las paredes los dibujos de garzas, mariposas y casitas que fueron hechos en papel por niños hace más de 40 años y luego copiados por los pintores Róger Pérez de la Rocha y William Agudelo.

Solo que ahora no hay sacerdote. Si acaso, uno llega apenas un par de veces al año.

El templo parece más bien un museo para los turistas que visitan la isla buscando las huellas de Cardenal, el poeta-sacerdote de la boina negra y la barba y cotona blanca.

Admirados por el mundo

En el archipiélago, además de Mancarrón, se destacan las islas La Venada, San Fernando y Mancarroncito.

Para ir y venir de una a otra los locales usan lanchas de motor y botes de remo. Pescan, sí, aunque los habitantes de Solentiname viven principalmente de la agricultura: siembran maíz, frijoles, plátanos, aguacates, limones y crían gallinas.

Pero también se dedican a la pintura y a la artesanía. Y esa también es parte de la herencia dejada por el poeta.

Artesanía de Solentiname.
Muchos de los habitantes de la isla se dedican a la artesanía. BBC/Cortesía La Prensa

Tras la llegada de Cardenal la vida cultural en el archipiélago floreció: los campesinos aprendieron a pintar al óleo; a crear garzas, iguanas y tortugas en madera de balsa, a escribir poesía.

Y Cardenal logró que aquel lugar desconocido, pobre y olvidado se convirtiera en un mito a nivel mundial, en un sueño, en una utopía artística.

Tanta era la fama de Solentiname que en los años 70 lo visitó el escritor Julio Cortázar. Muchos llegaban de diferentes partes del mundo para ver este paraíso.

Eso lo recuerda bien Rodolfo Arellano, uno de los primeros pintores primitivistas de Solentiname, quien vive en la Isla La Venada, también conocida como la isla de los pintores.

“El mundo nos admiraba”, le dice a BBC Mundo.

Copiar la naturaleza

En ese entonces Arellano dedicaba sus días a sembrar maíz y frijoles, pero cuando supo que había talleres de pintura quiso probar.

“Nos decían: ustedes aquí viven en un paraíso, ustedes solo van a copiar la naturaleza. Y nosotros comenzamos a pintar”, recuerda.

Ernesto Cradenal
De la mano de Cardenal, Solentiname se convirtió en un referente de la pintura primitivista. BBC/AFP

Retrataba todo lo que veía a su alrededor y pronto sus pinturas empezaron a recorrer el mundo: Costa Rica, Japón, Guatemala, Venezuela, Alemania…

Y con ello llegó algo de dinero extra que le ayudaba para mantener a su familia.

No era el único: había muchos más que pintaban o hacían artesanía y otros, que con la ayuda de la poeta costarricense Mayra Jiménez, aprendieron a escribir poesía.

Los talleres de pintura, por su parte, los impartía un joven Róger Pérez de la Rocha, quien para entonces tenía 18 años.

Hoy reconocido como uno de los grandes pintores nicaragüenses, Pérez de la Rocha había llegado al archipiélago tras una crisis personal durante la que había intentado suicidarse.

“Me satisface haber ayudado a campesinos a aprender a pintar. Era bonito enseñarles, les decía pintá lo que sale de tu corazón“, dice.

“Nos cambió la vida”

En el archipiélago ahora hay una segunda y tercera generación de artistas, como las hijas y nietas de Arellano.

De sus once hijos con Elba Jiménez, tres son pintores y uno artesano. Y al menos dos de sus nietos también lo son.

Rodolfo Arellano, Elba Jiménez y su hija.
La familia Arellano Jiménez es una familia de pintores. BBC/Dora Luz Romero

“Me gusta que mis nietos pinten porque cuando nosotros no estemos van a quedar ellos“, dice Elba Jiménez.

Su esposo está enfermo. Tiene diabetes, no ve muy bien y está en una silla de ruedas. Pero todavía pinta.

“La pintura ha sido algo maravilloso en mi vida porque primeramente se me olvida todo, hasta las enfermedades, es una alegría”, explica Arellano.

“Me siento como cuando el Señor hizo el mundo y comenzó a crear… Me siento creador“, le dice a BBC Mundo.

Rodolfo Arellano
Rodolfo Arellano sigue pintando. BBC/Dora Luz Romero

“Ernesto nos cambió la vida“, dice por su parte María Guevara, quien vive en la Isla San Fernando y también aprendió a pintar en los talleres de la comunidad Nuestra Señora de Solentiname.

El adiós a Solentiname

El 13 de octubre de 1977, sin embargo, varios jóvenes de Solentiname decidieron tomarse el cuartel de la Guardia Nacional en San Carlos, la cabecera departamental más cercana.

Pero la acción, parte de una serie de ataques armados del Frente Sandinista, fracasó. Y la Guardia Nacional respondió destruyendo Solentiname, poniendo así fin a la estancia del sacerdote-poeta en el archipiélago.

“Ahora crecerá otra vez el monte donde fue nuestra comunidad, como antes cuando llegamos por primera vez”, escribió un año después Cardenal, en un texto titulado “Lo que fue Solentiname”.

“Allí hubo una misa popular campesina, hubo cuadros, esculturas, libros, discos, clases, sonrisas de bellos niños, poesía, canto. Ahora sólo ha quedado allí la belleza salvaje. Yo viví allí una vida feliz, en aquel casi paraíso de Solentiname, pero siempre estuve dispuesto a sacrificarlo todo. Y lo hemos sacrificado“, aseguraba el futuro ministro de Cultura del gobierno sandinista.

Pintora primitivista en Solentiname.
Pintora primitivista en Solentiname. BBC/Getty Images

Desde ese cargo, que ocupó desde 1979 hasta 1987, Cardenal ayudó al rescate de su Solentiname.

Pero el archipiélago nunca volvió a ser el mismo sin él, a pesar de que siempre lo visitaba.

Y en febrero de 2017 la justicia nicaragüense le notificó al poeta-sacerdote, que se había distanciado del nuevamente gobernante Frente Sandinista, que debía pagar una multa de US$800.000 dólares por “daños y prejuicios” vinculados a una disputa de propiedades en el archipiélago.

Final con sabor amargo

En el centro de la disputa está el hotel Mancarrón, originalmente una escuela para formar líderes campesinos y parte de los proyectos de la Asociación para el Desarrollo de Solentiname dirigida por el poeta.

Hasta 1993 el hotel era administrado por Alejandro Guevara, uno de los discípulos más cercanos de Cardenal. Pero luego de la muerte de Guevara en un accidente la asociación le transfirió las responsabilidades a su esposa, Nubia Arcia.

Años después, Arcia demandó a Cardenal y reclamó el hotel como su herencia, en una maniobra que muchos interpretaron como una venganza impulsada por el gobierno del presidente Daniel Ortega, frecuente blanco de las críticas del poeta.

“Yo soy un perseguido político en Nicaragua”, resumió la situación Cardenal en su momento.

Ernesto Cardenal
Cardenal se marchó de Solentiname en 1977, pero conservó una estrecha relación con el archipiélago. BBC/AFP

Hoy por hoy, unas 40 manzanas de las más de 100 que compró Cardenal en el archipiélago se encuentran embargadas.

El conflicto comprende la zona donde está la iglesia de Mancarrón, la casa de Cardenal, el museo y la biblioteca que llevan su nombre.

Y Arcia sigue administrando el Hotel Mancarrón, donde curiosamente se hospedan muchos de los turistas que siguen llegando hasta Solentiname buscando las huellas del sacerdote y poeta.

Porque, para muchos, Solentiname es Ernesto Cardenal. Y lo seguirá siendo incluso después de su muerte.


 

BBC News Mundo
Cultura BBC Mundo Ernesto Cardenal Solentiname archivo

Puede interesarte

×

El contenido de LA PRENSA es el resultado de mucho esfuerzo. Te invitamos a compartirlo y así contribuís a mantener vivo el periodismo independiente en Nicaragua.

Comparte nuestro enlace:

Si aún no sos suscriptor, te invitamos a suscribirte aquí