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Anna Politkóvskaya, heroína del periodismo

La organización de defensa de los derechos humanos quedó conmocionada por la noticia de la muerte de Anna Politkóvskaya mientras el Kremlin permanecía en silencio.

La pluma de esta escritora y periodista era una amenaza contra las atrocidades del gobierno ruso en Chechenia y para la política de la presidencia de Vladimir Putin.

Sus compañeros de la revista “Nóvaya Gazeta” donde ella trabajaba desde 1999, al momento de su muerte en octubre de 2006, aseguraron que estaba preparando un artículo fulminante donde denunciaba las torturas a que fueron sometidos los presos políticos en Chechenia.

Toda la información que tenía en su ordenador fue confiscada por la policía.

En una aparición ante los micrófonos de la radio “Eco de Moscú” ya había anunciado que tenía pruebas que mostraban las brutalidades de los militares rusos y de las milicias a las órdenes del primer ministro de Chechenia, Ramzán Kadýrov, hijo del presidente checheno asesinado Ajmat Kadýrov.

El último artículo que publicó antes de su muerte, denunciaba los excesos cometidos por los sicarios de Kadýrov y de las fuerzas federales de Moscú para acabar con la guerrilla independentista.

Su exmarido, Alexánder Politkovski, recibía continuamente amenazas de militares y de los miembros de los servicios secretos rusos.

Su crimen sucedió en el elevador que la conducía a su residencia.

Politkóvskaya se suma a la larga fila de periodistas que han sido asesinados.

En la “Nóvaya Gazeta” salió un volumen titulado: “Solo la verdad”, editado por Debate. Reúne textos sobre el secuestro de rehenes en el año 2002, por parte de terroristas chechenos en el teatro Dubrovka de Moscú, donde Politkóvskaya participó en las negociaciones tratando de liberarlos. Las fuerzas de Putin, sin embargo, tras haber lanzado gas desconocido, terminó con la muerte de 129 retenidos más 39 terroristas. También recoge la toma de rehenes en una escuela de Beslán donde el saldo fue de 331 muertos entre ellos 186 niños. El documental “El sabor amargo de la libertad”, realizado por Marina Goldovskaya proyectado en el festival de cine de Montreal, deja ver los acontecimientos.

A la periodista se le recuerda como un gran ser humano, valiente, generosa. Madre que dejó en la orfandad a dos hijos. Nunca claudicó ni se exiló. “El exilio, no es para mí. De ese modo ellos ganarían”, confesaba, durante la entrega de uno de los premios que se le hicieron.

Recuentos históricos como estos son muy frecuentes en los países comunistas.

El comunismo significa genocidio, destrucción a la integridad y libertad del ser humano, destrozo a la economía, persecución, cárcel, tortura y acoso religioso.

Veamos los ejemplos de Cuba, Venezuela y Nicaragua.

El Parlamento Europeo en septiembre del 2019 condenó las violaciones a los derechos humanos por regímenes comunistas y nazis. Pide a sus miembros que hagan una evaluación clara, basada en principios, de los asesinatos y los actos de agresión. Requiere sean recordadas las víctimas para mantener la memoria del pasado, puesto que no puede haber reconciliación sin memoria. Condena toda manifestación y propagación de ideologías totalitarias.

Politkóvskaya sabía que sería asesinada (“sé que la espada de Damocles pende sobre mí”), mientras en su ordenador quedaban las últimas denuncias incautadas por la seguridad de Putin. Sin embargo, su voz no ha sido acallada, ella aún vive en los recuerdos de los justos.

No olvidemos a nuestros periodistas silenciados, al igual que Anna, y a los que a pesar de los tormentos y vejámenes a que han sido sometidos, continúan en su lucha sin volverse atrás, en aras de la democracia.

La autora es Máster en Literatura Española

Opinión Anna Politkóvskaya periodismo archivo
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