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Nicaragua, sanciones, Daniel Ortega

Un tema “incómodo”

La lucha no es solo contra Ortega sino “contra la cultura de muerte” un esfuerzo porque florezca en Nicaragua una verdadera “cultura de la vida” donde se valore la dignidad humana y el derecho a nacer

El salto de las protestas inicialmente sociales, de abril del 2018, al rango de verdadera insurrección, se debió, decisivamente, a la multiplicación de muertos. Ellos tocaron la fibra más sensible de la conciencia ciudadana; aquella que detecta el derecho a la vida como el más sagrado e inalienable de todos; incluso anterior al derecho a la libertad, pues esta solo puede ser ejercitada por seres vivos.

Es importante mantener esta perspectiva pues, aunque a primera vista la lucha contra Ortega pareciera, quizás, un mero esfuerzo por sustituir una dictadura por una democracia, en el fondo es, y debe ser, una lucha con aspiraciones morales más hondas; no solo proteger las libertades ciudadanas, sino crear una nueva cultura política que proteja celosamente los derechos fundamentales del ser humano, entre ellos el derecho a la vida.

Esto nos lleva de frente a considerar el espinoso tema del aborto. Pues, aunque no se le quiera reconocer su verdadera naturaleza este es, inequívocamente, un homicidio: mata un ser vivo que, aunque esté temporalmente en el seno de una madre, no es una cosa desechable y sin valor —como podría ser un mero tejido o una muela— sino un verdadero ser humano, indefenso e inocente, con su propio DNA. Y esta no es una opinión religiosa, sino un hecho biológico ampliamente reconocido.

El tema se ha convertido en incómodo, no porque en sí sea complejo, sino por la extendida confusión moral, propia de nuestra modernidad relativista e insensible; tanto que lleva a la paradoja de querer abolir la pena de muerte para criminales, pero busca aplicarla a los más vulnerables. Igual, crea la paradoja de quienes se indignan ante los asesinatos de Ortega, pero que de llegar al poder buscarían autorizar la matanza de los inocentes. Pascal decía al respecto que “lo propio del poder es proteger”, no asesinar.

Este es un tema que debe inquietar a todos aquellos conscientes de la sacralidad de la vida humana, desde su concepción, y, en particular, a la Iglesia, su más ardiente defensora, y a toda la comunidad cristiana. Porque sería trágico salir de Ortega, justamente conceptuado como asesino, para que después un grupo de legisladores avalen los asesinatos propios del aborto. Así como no podrían considerarse como auténticos opositores a quienes aspirasen a establecer una nueva dictadura, así tampoco podría considerarse como tales a quienes no piensen poner coto al desprecio por la vida humana en todas sus etapas. Ejemplo: no tendría sentido que opositores del holocausto nazi contra los judíos, avalaran el holocausto de los hindúes.

Será pues importante para cualquier frente opositor que se forme establecer claramente su posición sobre este tema; que no solo tenga un compromiso solemne en establecer la democracia y nunca más avalar los autoritarismos, sino en defender la vida humana, desde su concepción hasta su fin natural.

La lucha no es solo contra Ortega sino “contra la cultura de muerte” un esfuerzo porque florezca en Nicaragua una verdadera “cultura de la vida” donde se valore la dignidad humana y el derecho a nacer. Como dijese Lejeune: “El valor de una civilización se mide por el respeto que tiene por sus miembros más débiles”.

El autor lo es del libro buscando la tierra prometida. Historia de Nicaragua: 1492-2019.

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