14
días
han pasado desde el robo de nuestras instalaciones. No nos rendimos, seguimos comprometidos con informarte.
SUSCRIBITE PARA QUE PODAMOS SEGUIR INFORMANDO.

Corona de espinas

Nunca la cabeza estuvo tan coronada de espinas. Nunca se presumió que esa redondez que ha distinguido los privilegios de la monarquía recibiera el calificativo de una enfermedad mortal.

La llaman “coronavirus”. La peste puesta en la corona lo que proyecta es la sombra de la muerte. Morir no es una demostración extraordinaria de la fatalidad. Es la regla. Es una designación natural del destino transitorio. Es frecuente en los rincones del destino.

Si dirigimos una mirada al pasado, los ojos fijaron la pupila en la humedad de la llorona, en el sida y otras afecciones que incluso pusieron de duelo al amor. Las urgencias de ayer eran los condones. Las de hoy son las mascarillas. Para cada época en crisis de salud hay un producto en boga en promoción coyuntural. Estuvieron en el “boom” durante un largo período condenado igualmente por la frustración, por la debilidad de sentirse enfermo, propenso a clasificar en la candidatura de la muerte.

Ahora prolifera con mayor intensidad la coronavirus que ha puesto en la soledad todo lugar donde haya menudeo de gente aduciendo que la pandemia lleva la velocidad de la luz

Expuestos los agravantes tanto de antaño como de hogaño permítaseme opinar en favor de que haya una alerta preventiva a nivel de mundo, un planteamiento real de la contaminación para sentirse informado, para prever las consecuencias en un planeta donde a veces las flores son subversivas.

De ahí la necesidad de sospechar toda posibilidad negativa. Considero los alcances universales del peligro señalados por los medios de comunicación en todos los niveles: medios impresos, televisión, radio, redes, pero tampoco reconozco el grado superlativo del escándalo, de la sistematicidad repetitiva.

Se ha comprobado la comercialización y la politización del drama. No fallan los inclinados a dar diagnósticos que no asimilan los pacientes “con sentido común” y conocimientos elementales de las enfermedades como la gripe y otras afecciones. Han vaticinado acaso amparados en el libertinaje la posibilidad de que una leve dificultad respiratoria puede ser uno de los síntomas cruciales de la peste cuando ligeros pueden ser los “catarros” y hasta la incursión indiscreta de una nimiedad en la fosa nasal.

El argumento más usado es prevenir, lo cual siempre será correcto pero entre prevenir y alarmar a la población hay un significativo trayecto. Lo peor es que la cobertura científica se transforma en campaña que solo reconoce como tema o noticia al virus coronado.

Cómo no compadecerse del dolor producido por la ausencia fulminante de tantas víctimas con grosor de muchedumbre que han anestesiado a la felicidad. Lo malo es el manejo equivocado de las fatalidades colectivas y de las que están por venir.

El autor es periodista.

Opinión Corona de espinas coronavirus covid-19 archivo
×

El contenido de LA PRENSA es el resultado de mucho esfuerzo. Te invitamos a compartirlo y así contribuís a mantener vivo el periodismo independiente en Nicaragua.

Comparte nuestro enlace:

Si aún no sos suscriptor, te invitamos a suscribirte aquí