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Nicaragüenses emprenden en medio de crisis por pandemia del coronavirus

Esta es la nueva forma que han encontrado costureras y sastres para obtener ingresos

Desde el patio de su casa, que en la práctica es el taller de costura, Rebeca recorta la tela y luego, con precisión de cirujano y la ayuda de su máquina de coser marca Singer, arma las cotizadas mascarillas

Rebeca Mondragón, Jimmy Ruiz y Abigail García nunca se han visto la cara ni conocen la existencia uno del otro, pero coinciden en algo: por estos días los tres se dedican a la elaboración de tapabocas de tela, esas que están en todos los mercados y semáforos de Managua y que se buscan con insistencia al registrar Nicaragua al menos dos casos de Covid-19.

Desde el patio de su casa, que en la práctica es el taller de costura, Rebeca recorta la tela y luego, con precisión de cirujano y la ayuda de su máquina de coser marca Singer, arma las cotizadas mascarillas. “Me va bien”, dice y después reconoce que antes de hacer la primera pieza creía que estos serían días “muertos” porque recién le acababan de cancelar trabajo para dos bodas previstas para abril.

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Pero ¿cómo fue que se metió a la elaboración de máscaras de tela? Cuenta que después de cancelarse las dos bodas, hace dos semanas una vecina le encargó hacer cuatro tapabocas, que una vez finalizadas fueron compartidas en Facebook y estado de WhatsApp. Horas después tenía un pedido de casi una docena y al siguiente día una docena completa. Ahora su trabajo de costura se resume a las mascarillas.

LAPRENSA/R. Moncada

“Empecé a hacerlas de una manera sencilla, después me informé bien y vi que no funcionaban muy bien de la manera que las estaba haciendo, entonces comencé a hacerlas de otra manera. Ahora las estamos haciendo con doble forro y con filtro”, explica Rebeca, quien ha diversificado los productos, en tamaños para adultos y niños, diseños y tipos de tela.

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Ahora utiliza microfibra para la parte externa de la mascarilla, dacron en la interior y en medio otro tipo de tela que funciona como filtro de la boca y que explica Rebeca se desecha después de unas horas en uso.

Clientes son vendedores informales

Desde la cuarta casa de una calle de tierra del barrio 30 de Mayo, una máquina de coser no deja de sonar.

Los vecinos saben que es Jimmy Ruiz quien está en plena faena, que desde hace dos semanas se dedica también a la elaboración de tapabocas. Entre corte y armada cuenta que ya tiene los compradores del producto. Se trata de vendedores informales de los mercados y los semáforos.

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“Aproximadamente son dos minutos para hacer una pieza. Esto ahorita lo estamos moviendo porque la gente que vende en los semáforos y en los mercados se me está viniendo a comprar hasta aquí y se llevan cuatro, cinco docenas.

Lo normal yo trabajo de 7:00 de la mañana a 5:00 de la tarde, pero con esto he estado trabajando tiempo extra.

Termino a las 10:00-11:00 de la noche”, indica Ruiz, quien en días pasados incluso tuvo que solicitar ayuda a otras dos personas para que le echaran una mano.

Ruiz incursionó en este tipo de negocio por sugerencia de una comerciante del Oriental. Probó el primer día con 50 piezas y al ver que se vendieron como pan caliente, armó 150 tapabocas en el segundo día e igual todas volaron. Para el tercer día, le entregó 300 a la comerciante. “Ahora tengo que sacar diario un promedio de 300 a 400 piezas”, comparte.

Aunque epidemiólogos recomiendan desechar los tapabocas de tela después del primer uso, por el peligro que representa la desinfección, estas no se dejan de vender en el comercio informal de la ciudad.

Abigail García por las mañanas permanece afuera del colegio José Ramón Juárez, ubicado en Ciudad Belén, vendiendo chiverías a los estudiantes, pero a partir de las 2:00 de la tarde se pone manos a la obra a hacer mascarillas en su máquina de coser. Prolonga la jornada hasta las 9:00 de la noche, porque al siguiente día su esposo se las lleva a vender al Mayoreo.

“Antes de que saliera esto (emergencia sanitaria), para la entrada al colegio hice uniformes y también en septiembre para los desfiles patrios y las promociones. Son las buenas fechas, pero luego se pone palmado, solo los rumbos que salen de ruedos, cortarle mangas a una camisa… Pero gracias a Dios sí que está buena la venta de tapabocas, que no es complicado hacerlas. En cinco minutos hago una mascarilla”, dice García.

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