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Vivir la Semana Santa es cosa de valientes

Hoy es un día para compartir juntos el camino hacia la Pascua, el paso liberador: del pecado a la fidelidad, del caos a la esperanza, de la muerte a la vida, de la desconfianza a la fe, de la ceguera a la luz, de la cruz y la muerte a la vida y resurrección.

Durante Semana Santa vamos a compartir con más intensidad nuestra fe. Son días especiales en los que la figura de Cristo, fiel al amor hasta el extremo, hasta la cruz, es para nosotros todo un símbolo de lo que debe ser nuestra vida: fidelidad permanente y hasta el extremo a nuestro Dios, a nosotros mismos y a los demás. Son días especiales en los que la figura de Cristo se nos presenta compartiendo con nosotros, no solo la vida, sino también la muerte. No solo el triunfo, como su entrada en Jerusalén con palmas y olivos, sino también el fracaso, como fue la cruz.

Como dice el poema de un autor anónimo: “Llueven las palmas y los olivos cubriendo el suelo completo bajo el andar de un burrito que a pesar de los gritos avanza, dispuesto. La mirada de su jinete, mansa y penetrante, conoce a quienes le cantan vivas y alabanzas con glorias exuberantes. Mas conoce también lo que habita en sus corazones, sabe de la traición, sabe a crucifixión, más no busca razones”. (Mt. 21, 1-11). Jesús ha compartido con nosotros su vida sin trampas algunas, asumiendo todo lo que es nuestra vida: luces y sombras, momentos llenos de alegría y otros de una profunda tristeza, momentos llenos de compañía y otros dolorosos momentos de soledad. (Fil. 2, 6-11).

La Semana Santa es un tiempo propicio, no solo para la oración, para la lectura de la Palabra, participar en las celebraciones a través de los medios de comunicación y redes sociales ante el aislamiento social por el “coronavirus”. Es un tiempo sagrado para que la fe en Jesús nos lleve más a una mayor fidelidad a Dios y a los hermanos.

La Semana Santa nos invita a vivir en permanente fidelidad al estilo de Jesús, en los momentos fáciles de la vida (nuestros Domingos de Ramos) y en los momentos en los que nos jugamos la misma vida (nuestros Viernes Santos). (Mt. 26, 14 -27, 66). La fidelidad debe ser el valor característico de todo cristiano, no solo en los Domingos de Ramos de nuestros días, sino también en nuestros Viernes Santos, como fue el valor característico siempre en la vida de Jesús: fiel en las duras y en las maduras, fiel hasta la misma cruz, siempre fiel. La fidelidad es cosa de valientes.

En Semana Santa se nos invita también a orar así: “Dios todopoderoso y eterno, refugio en todo peligro, vuelve tu mirada hacia nosotros que con fe te imploramos en la tribulación y concede el descanso eterno a los difuntos, el alivio a los que lloran, la salud a los enfermos, la paz a los que mueren, la fuerza a los trabajadores de la salud, el espíritu de sabiduría a los gobernantes y el ánimo de acercarse a todos con amor para glorificar juntos tu santo nombre”.

El autor es sacerdote católico.

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