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Inhumanidad de las fuerzas oscuras

La ciudadanía nicaragüense recibió con indignación, y el mundo con asombro, la noticia de que la dictadura de Nicaragua ha prohibido la iniciativa de monseñor Rolando Álvarez, obispo de Matagalpa, para crear Centros de Prevención Médica contra la pandemia del coronavirus que funcionarían en varias ciudades de dicho departamento del norte de Nicaragua.

La prohibición de la iniciativa humanitaria y caritativa del obispo matagalpino pone al desnudo la irresponsabilidad e insensibilidad del régimen orteguista, ante la emergencia de salud pública provocada por la pandemia del coronavirus. Con toda razón monseñor Silvio Báez, el obispo Auxiliar de Managua que se encuentra en exilio forzado en el extranjero, expresó en un mensaje divulgado en su cuenta de Twitter: “Queda constancia del espíritu samaritano de la Iglesia. ¡Qué pena que haya fuerzas oscuras que impidan el bien!”

Según la iniciativa de monseñor Álvarez, los Consejos de Prevención Médica tendrían su sede central en la ciudad de Matagalpa, replicada en otras localidades departamentales, con oficinas de comunicaciones que recibirían llamadas por medio del sistema comunicacional de WhatsApp; las que serían atendidas por médicos voluntarios preparados para responder consultas y dar atención médica.

Al menos 30 médicos se mostraron dispuestos a participar en el proyecto humanitario de la Diócesis de Matagalpa, informó monseñor Rolando Álvarez, pero lamentablemente ha sido frustrado por el régimen absolutista e inhumano de Ortega y Murillo.

Es absurdo y paranoico creer que la iniciativa del obispo matagalpino es para socavar las facultades del régimen en el sistema de salud pública. La intención del obispo es desinteresada, acorde con el espíritu de la Iglesia católica y los mandatos del papa Francisco ante la emergencia mundial de salud provocada por la pandemia. La Iglesia tiene que ser como un “hospital de campaña” para la gente que sufre, ha dicho Francisco. Y en una emergencia sanitaria como la actual, la Iglesia no debe ser un hospital solo de sanación espiritual, sino también, en lo posible, de atención médica.

En Nicaragua, la Iglesia católica estuvo vinculada a los servicios hospitalarios desde sus orígenes, fue determinante en la misma creación de los primeros hospitales públicos que hubo en las ciudades de León y Granada. Según investigaciones del doctor Emilio Álvarez Montalván (q.e.p.d.), el primer hospital que hubo en Nicaragua fue instalado en la ciudad de León, en 1624, por el obispo Fray Benito de Baltodano, de la Orden Benedictina. Fue llamado Hospital Santa Catharina Mártir, tenía a veinte camas y estaba a cargo de religiosos y religiosas.

El hospital fue atendido después por la Orden de San Juan de Dios, que construyó otro hospital en la ciudad de Granada, cuyas ruinas existen hasta ahora. Posteriormente fueron construidos varios hospitales más en el país, a cargo de las monjas de la Orden Vicentina, traídas en 1875 por el entonces presidente de la República, Pedro Joaquín Chamorro Alfaro.

La Iglesia católica siempre ha sido caritativa, humanitaria. Y siempre lo será, a pesar de regímenes oscuros e inhumanos como el que padece el pueblo de Nicaragua en la actualidad.

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