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Con Él a bordo no se naufraga

La pandemia del coronavirus vino a poner de manifiesto en todo el mundo la fragilidad de nuestra existencia, así como la dependencia absoluta de Dios.

Desgraciadamente en nuestro país el nivel de irresponsabilidad del Gobierno realmente espanta. A pesar de las advertencias de la Organización Mundial de la Salud no ha tomado ninguna medida de prevención para evitar el contagio: no ha impuesto restricciones fronterizas, no ha suspendido las clases en colegios ni universidades ni declarado ningún tipo de cuarentena.

Por el contrario, ha promovido eventos masivos, ferias, paseos al mar, aglomeraciones, etc. en clara irresponsabilidad, fomentando el contagio del virus, mientras toda la familia del dictador está en cuarentena, bien resguardada y tomando sus precauciones. Para este virus aún no hay cura. Únicamente se están haciendo estudios y experimentos en varios países. Lo que sí funciona, de acuerdo a experiencias en otros países donde la pandemia está más avanzada, es el distanciamiento social y quedarse en casa.

A pesar de la total irresponsabilidad del Gobierno, los nicaragüenses hemos optado por tomar nuestras propias medidas para evitar el contagio: los padres no envían a sus hijos al colegio, los universitarios se han rebelado y no asisten a clases y la mayoría de la gente se queda en casa para no seguir exponiéndose al seguro contagio del virus.
Hoy, más que nunca, los profesionales de la salud deben estar protegidos. Ellos han sido verdaderos ángeles en esta pandemia, al punto que muchos han muerto, contagiados por sus mismos pacientes.

En Nicaragua ronda la muerte en abril. Así como en el 2018 se asesinó a muchos jóvenes, entre ellos a Álvaro Conrado, que le “dolía respirar”, así abril del 2020 avanza con dolor y muerte: a muchos les “duele respirar”.
¿A cuántos nos dolerá y costará respirar? ¡Solo Dios sabe! En el año 2018 se asesinó con balas, ahora se está asesinando con indolencia e irresponsabilidad.

Hemos pasado una Semana Santa muy diferente a otros años. Esta vez no acompañamos físicamente a Jesús, sin embargo celebramos solemnemente la entrada triunfal del Señor, así como todas las actividades de la Semana Mayor, en nuestros hogares y corazones, debido al aislamiento social, por el coronavirus.

En este tiempo especial en que nos acecha un virus mortal, no dudemos en acercarnos a Dios y acompañarlo, tanto en su pasión y muerte, como en su triunfante resurrección. Pidamos también la intercesión de la Santísima Virgen María y que este tiempo en casa nos sirva para reflexionar sobre la necesidad que tenemos de Dios. Como dijo el papa Francisco: “Nos sorprende una tormenta inesperada y furiosa. Invitemos a Jesús a nuestra barca, ya que con Él a bordo no se naufraga”.

La autora es arquitecta, master msc.

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