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Nicaragua, sanciones, Daniel Ortega

Salutación del optimista

La esperanza y el optimismo no son virtudes que nieguen las nieblas y dificultades del camino

Es el título del formidable discurso poema que pronunció Darío en Madrid, en 1905, y que constituye su máxima expresión de esperanza en un futuro mejor. Sus ecos riman extraordinariamente bien con el espíritu pascual, en que la humanidad cristiana celebra la resurrección de Cristo y, con ella, su triunfo sobre la muerte y el poder de las tinieblas. Conviene revisitar ese espíritu optimista y lleno de alegría, particularmente en momentos en que la pandemia del coronavirus pareciera querer opacar los ánimos y contagiar con la desesperanza.

Es evidente que nadie, en su sano juicio, debe subestimar la gravedad de la pandemia. La esperanza y el optimismo no son virtudes que nieguen las nieblas y dificultades del camino. Lo que hacen es avizorar la luz después de superarlas. En este sentido hay que leer a Darío cuando dice: “Abominad la boca que predice desgracias eternas, abominad los ojos que ven solo zodíacos funestos”. Desgracias las hay, pero no son eternas; los ojos no solo deben ver malas noticias.

A lo que llama el poeta, es a desterrar esa visión negra de la historia que desalienta y derrota, y a ver, en cambio, las promesas que guarda la vida. Es alentador que, en un hombre como Darío, a veces agnóstico, como en Lo Fatal, y a veces creyente, haya vibrado con optimismo pascual y desafiado al nefasto pesimismo diciéndole: “Pálidas indolencias, desconfianzas fatales que a tumba o a perpetuo presidio, condenasteis al noble entusiasmo, ya veréis el salir del sol en un triunfo de liras…”

Darío, en ese sentido, pareciera inspirarse en la Resurrección: “…mágicas ondas de vida van renaciendo de pronto; retrocede el olvido retrocede engañada la muerte; se anuncia un reino nuevo, feliz sibila sueña y en la caja pandórica de que tantas desgracias surgieron encontramos de súbito… pura, riente… la divina reina de luz, ¡la celeste Esperanza!

Muy llamativa en esta estrofa es la referencia de Darío a la derrota de la muerte y el anuncio de un reino nuevo lleno de luz y esperanza, que están, precisamente, en el corazón del mensaje pascual. Este, por más de dos milenios, viene animando a los creyentes a tener la certeza de que, al final de todo, y a pesar de todo, la vida triunfa sobre la muerte, el bien sobre el mal, la luz sobre la oscuridad; que después de los dolores y la muerte del calvario, espera la resurrección gloriosa y definitiva.

Es triste, y quizás trágico, que este mensaje de esperanza no tenga eco ni sustento en muchos que creen que el mundo y su existencia son producto de un azar ciego, en el que no hay propósito ni fin trascendente alguno. Para ellos una epidemia como la actual, con sus concomitantes penurias, es una desgracia químicamente pura, en la que la única esperanza es escapar ileso. Desde la otra perspectiva, sin embargo, calamidades como la actual son como un caminar hacia el calvario, donde hay cruz, suplicio y muerte, pero que enfrentadas con fe y esperanza pueden convertirse en oportunidades de crecer espiritualmente y renacer a una vida nueva. Hay luz al final del túnel.

El autor es sociólogo e historiador. Autor del libro Buscando la Tierra Prometida. Historia de Nicaragua 1492 2019.

Columna del día Salutación del optimista archivo

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