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Zona de Strikes: Julio Moya era un auténtico monstruo

Julio Moya ha sido probablemente el último lanzador de gran impacto tanto a nivel local como en la Selección Nacional de Nicaragua

El sábado 27 de enero de 1979, Porfirio Altamirano y Julio Moya se trenzaron en un espectacular duelo que se mantuvo sin carreras durante las primeras 11 entradas. Era el juego inaugural de una temporada que no llegó a concluirse debido a la guerra contra Somoza.

Al final, Altamirano y los Búfalos se impusieron 3-0 contra Moya y el Cinco Estrellas en 12 innings, dejando constancia de la enorme calidad del “Guajiro”, pero a la vez, del estupendo material del joven carabinero leonés que se convertiría luego en la figura de los años ochenta.

No hubo un lanzador local más grande que Altamirano en la década de los setenta, en la que tuvo récord de 105-43 y 1.87. Y en el siguiente decenio, esa distinción le correspondió a Moya, quien no necesitó trabajar tanto tiempo para dejar su rastro bien plantado en la memoria nacional.

Nacido en 1956 en la comarca La Fuente, Malpaisillo, León, Moya no pudo estabilizarse con el Carazo en 1976 ni con los Campesinos en 1977, pero tomó el paso en 1978 con el Cinco Estrellas y ese mismo año fue llamado a la Selección Nacional que actuó en los Juegos CAC de Medellín.

En un torneo altamente ofensivo por las dimensiones del estadio y altura de la ciudad, Moya terminó con 3-0 y 1.89, como el lanzador más destacado, encima del “Guajiro” y Sergio Lacayo. Y pronto vino la guerra y Moya fue sancionado dos años por irse a jugar a Guatemala.

Después de regresar con 7-2 y 1.47 en 1982, Moya aceleró hasta un sensacional balance de 21-3 y 1.85 en 1983, con nueve lechadas y 20 juegos completos con los Leones. Al año siguiente impuso el 0.14 de efectividad (2cl en 128in) con marca de 12-2 y 95 ponches para una triple corona.

En ese mismo 1984, Moya ganó el único partido nica en los Juegos Olímpicos de Los Ángeles y en el Mundial de Cuba cerró con récord de 4-0, incluyendo ahí una victoria 4-2 frente a Japón, al que nunca se le había ganado. Pero justo después de eso, su brazo se afectó y ya no fue igual.

Todavía en 1985 inició cinco partidos con los Leones y ganó cuatro de ellos con 2.30 en efectividad sin derrotas, pero su hombro flaqueó y salió de acción. Fue enviado a Cuba y no hubo progreso. No desistió y regresó en 1986 y 1987, pero no pudo. Su carrera había concluido.

Moya se retiró en 1987 con balance de 67-31 y 2.09 en 762.2 innings a nivel local. Una campaña de 20 triunfos, su récord de 0.14 en efectividad, en un momento acumuló 365 innings sin permitir jonrones y una hilera de 93.1 episodios sin tolerar carrera limpia.

Era una fiera en las Finales con los Leones, pero su momento cumbre lo tuvo en 1983 ante el Rivas, cuando ganó tres juegos en la Final y todavía salvó otro. Y quizá lo más curioso, es que Moya nunca se cuidó, ni siquiera en sus mejores momentos.

En la Selección Nacional acumuló récord de 13-6 y 2.72 en 149 episodios. Ahí tampoco se cuidó. Es más, debía lanzarle a Estados Unidos en Cuba, pero se pasó de tragos y no pudo subir al box. Lo hizo al día siguiente “de goma”, dice él, para vencer a Japón.

“Un día estaba en una mesa con unos amigos tomando cervezas y les dije, no se vayan, ya vengo, voy a ir a ganarle a los Dantos y luego la seguimos, y así fue. Los blanquee y seguimos”, asegura Moya, quien ahora lucha contra una insuficiencia renal.

Así era Moya, tan bueno dentro como fuera del país.

Edgard Rodríguez en Twitter: @EdgardR

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