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Pandemia y política

En estos días de “exilio interior”, al decir de don Pablo Antonio Cuadra, en que la reflexión sustituye a la pasión y a la discusión estéril, días de recogimiento en medio del coronavirus; días de vida y muerte, de terror y miedo, de heroísmos y miserias humanas.

Días del abril que en nuestra historia patria encarna un mes de represión y sangre por fenómenos de la tierra y por la voluntad de hombres que mandaron a matar, para enfrentar a quienes se les opusieron, y los que continuarán oponiéndose a que conviertan nuestro país en un feudo y a los nicaragüenses en súbditos de remedos de reyezuelos ridículos en el primer o segundo país más pobre del continente. Doblemente ridículos y payasos en una opereta vergonzante.

Estos días nos recuerdan que “la muerte lo iguala todo”, y para los que creemos en un ser superior y un espíritu trascendente en cada ser humano, que “la muerte no lo termina todo”.

En estos días el debate y la discusión civilizada deben continuar y ser encauzados de manera responsable hacia los objetivos, aún no alcanzados, de una Nicaragua libre con democracia y en paz.

Las circunstancias obligan a un replanteamiento de la lucha política. En esta coyuntura, la prioridad es garantizarnos la vida, resistiéndonos a la estrategia oficial del Gobierno que pretende que la pandemia nos golpee brutalmente, con objetivos perversos e inhumanos, mientras la “familia real” se oculta y se resguarda huyendo, y no enfrentando, como haría un verdadero estadista, la próxima tragedia de su pueblo.

Pero, ¿qué se puede pedir a quienes ordena masacrar, reprimir, asesinar, torturar, exiliar y por último pretender que aquí no ha pasado nada, más que un “intento de golpe de Estado” en la versión de la siquiátrica pirotecnia verbal de la voz que ensueña a los mediocres?

El cinismo ha sido elevado a política oficial del Estado orteguista. Lo vemos en las comparecencias ¡por fin!, de funcionarios que llegan a repetir la retahíla oficial de loas al binomio irresponsable que nos desgobierna, con una mueca burlona que denota falsedad y mentira.

¿Cómo puede alguien medianamente inteligente dejarse convertir en una marioneta, que no puede salirse del guion oficial y abordar los temas con capacidad profesional, por sí mismo?

Seguramente la ambición desmedida pero también esa obsecuencia con el poderoso que caracteriza a quienes jocosamente la opinión pública llama “sapos”, un calificativo muy injusto para los inocentes batracios, tan lejos de la podredumbre humana.

Encaremos la emergencia desde la ciudadanía de manera solidaria frente a un Estado ausente, autárquico y autista. Al final, el olvido sería la peor de las traiciones a todos los abriles de nuestra historia.

El autor es coordinador de la Comisión de Relaciones Internacionales del Partido Ciudadanos por la Libertad.

Opinión covid-19 Pablo Antonio Cuadra pandemia archivo
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