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Los presos olvidados de Nicaragua

En estos días de pandemia, los países civilizados, para mantener el aislamiento humano necesario para prevenir el Covid-19, otorgan a los convictos de casos menores, la casa por cárcel.

En Nicaragua irresponsablemente, muy al contrario, continúan los arrestos indiscriminados.

Prisioneros políticos e inocentes van sustituyendo el lugar de los verdaderos criminales.

Llama la atención los recientes atropellos ocurridos en Ometepe y resto del país, así como el arresto a una familia de Juigalpa por lanzar globos azules y blanco.

San Agustín dice: “La justicia de los hombres es la justicia de los injustos”.

En El libro de las Palabras Evangelizadas el padre Azarías H. Pallais, nos da a conocer una anécdota corta y profunda titulada: En la cárcel. Semanalmente, el querido sacerdote visitaba a los prisioneros para oficiar la Santa Misa dominical. Cierto día que llegó a repetir su rutina, no sintió deseos de hablar, ni mucho menos de oficiar la Santa Misa, aunque sabía era menester hacerlo. Lo que veía lo dejaba sin aliento, y sus palabras se le atrapaban en la garganta.

“No se puede hablar sin sustantivos, sin adjetivos, y sin verbos. En la cárcel, en esta nueva cárcel, yo no puedo hallar sustantivos, ni adjetivos, ni verbos. […] Poincaré ha querido asesinar a un pueblo entero, […] y es primer ministro ¿Y, el Poincaré de Nicaragua? …] No hay pueblo que no tenga sus Poincarés. Y, todos ellos andan libres por esas calles”. (Azarías H. Pallais).

Como en la Nicaragua de hoy, esos infelices detenidos, mencionados por el padre Pallais dormían en el suelo, o no dormían, ni comían.

No tenían ni luz ni ventanas, ni agua para beber, ni mucho menos para lavar sus manos o sus heridas. O talvez tenían demasiada luz por la noche con el fin de torturarlos.

Igualmente, hoy nuestros prisioneros están mal alimentados, sin atención médica, sin medicinas, hacinados, sin ventilación, entre los bochornosos calores que asolan el estío. Peor aún durante esta pandemia que atravesamos.

Mas, estos prisioneros mencionados por el padre Pallais que pagaron caro con la cárcel se quedaron pequeños, si los comparamos a los verdaderos criminales y ladrones, a los que igualmente a los de hoy, andan sueltos en Nicaragua.

En esta pandemia, los gobernantes han estado aislados y bien protegidos. El tirano pasó días desaparecido, al igual que el fantasma del rey Hamlet, destinado a vagar de noche y a ser prisionero en el fuego del día.

Ellos comen bien, se esconden y guardan. Se lavan y frotan sus manos con agua y jabón como lo mandan las recomendaciones de la Organización Mundial de la Salud —más quizás para limpiarse la conciencia que librarse del virus—, igual a Lady Macbeth, personaje de la obra de William Shakespeare, que compulsivamente se lavaba diciendo: ¡Fuera maldita mancha! ¡fuera digo!, no para repeler la peste, sino para limpiarse de culpabilidad por haber participado en el crimen contra el rey Duncan de Escocia.

Para limpiarnos del Covid-19 y que regrese la democracia a Nicaragua, no solo sería necesario el aislamiento humano, sino que la ayuda de una fuerza sobrenatural para que nos libere de los que gobiernan, como la que utilizó Heracles contra el gigante Anteo (hijo de Neptuno y Gea), que aplastaba con su peso a cuantos hombres pasaban por sus dominios.

Este hijo de la tierra, mientras tocaba la superficie era invencible —su madre, le daba fuerza—, pero Hércules levantándole del suelo logró ahogarle entre sus brazos.
Gigante temible que también guarda el noveno círculo del infierno en la obra de Dante.

La autora es máster en literatura española.

Opinión covid-19 Isla de Ometepe archivo
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