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El 25 de abril llegó la libertad

Cuando andaba en campaña electoral para las votaciones del 25 de febrero de 1990, en las condiciones impuestas por una férrea dictadura revolucionaria de vocación socialista totalitaria, la candidata presidencial de la Unión Nacional Opositora (UNO), doña Violeta Barrios de Chamorro, le envió este mensaje de confianza y esperanza a los ciudadanos nicaragüenses: “Si otras naciones han conquistado la libertad, la paz y la democracia. Si otros pueblos en Alemania, en Polonia, en Hungría y en Checoslovaquia están pasando de la tiranía a la libertad, también el pueblo de Nicaragua puede hacerlo. Torres más altas, muros más fuertes que el sandinismo, han caído bajo el empuje de la voluntad popular”.

Esa voluntad de los nicaragüenses se manifestó mayoritariamente el 25 de febrero de 1990. Doña Violeta le ganó la elección presidencial a Daniel Ortega con el 54.74 por ciento de los votos, contra el 40.82 por ciento que obtuvo el dictador. En cuanto a diputados la UNO eligió 51 y el FSLN únicamente 39.

“Ha llegado el momento de cambiar el odio por la reconciliación”, proclamó doña Violeta al confirmar su triunfo electoral sobre Ortega, quien llegó hasta su casa de habitación para cumplir la norma política protocolaria de felicitarla. “Una vez dentro (de la residencia, recordó la flamante presidenta electa), Daniel se echó a llorar. Lo abracé y le dije: Mi muchacho, no pasa nada. Luego lo invité a sentarse en una mecedora a mi lado”.

Es que Ortega por no ser un demócrata no estaba preparado para la derrota electoral. Ningún caudillo revolucionario que tomó el poder por medio de las armas, jamás había sido derrotado electoralmente ni entregado el poder de manera pacífica. Ni siquiera habían puesto en juego su poder en una elección. El poder que se conquista con las armas no se entrega en las urnas, habían dicho los mismos comandantes sandinistas, agregando que para ellos el poder no se rifaba en elecciones.

Sin embargo, por las razones de la guerra, el desastre que ellos mismos causaron en la economía, el cansancio del pueblo que quería paz, trabajo y comida, la presión internacional, la resistencia interna de la gran cantidad de gente que quería libertad y democracia, los sandinistas se vieron obligados a rifar el poder en elecciones y perdieron la apuesta.

No fue nada fácil el período de gobierno de doña Violeta que comenzó el 25 de abril de 1990 y duró 6 años y 9 meses. Aunque Ortega había admitido, llorando, la derrota electoral, pero no se resignó a la pérdida del poder, además de que conservó una cuota considerable del mismo “desde abajo” desencadenó y encabezó una estrategia de huelgas y paros, de violencia callejera, de crímenes políticos, de sabotaje total al gobierno democrático, que sin embargo no solo pudo sobrevivir sino que cumplió el Programa de Gobierno de la UNO.

Después de doña Violeta siguieron otros dos gobiernos democráticos, hasta que por la corrupción, la traición y la división Ortega volvió al poder y ahora estamos como antes de abril de 1990. Pero con la misma esperanza que nos infundió doña Violeta, de que “torres más altas, muros más fuertes que el sandinismo, han caído bajo el empuje de la voluntad popular”.

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