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Foto Uriel Molina /LAPRENSA

Carlos Mejía Godoy: “Mi silencio resultó siendo cómplice”

Carlos Mejía Godoy relata sus días de cuarentena y repasa su participación en la revolución sandinista. Reconoce que debió renunciar al Frente Sandinista cuando comenzó a ver “todo tipo de vicios”

¿Qué hace y cómo lleva sus días el más celebre cantautor nicaragüense vivo en estos tiempos de coronavirus? Carlos Mejía Godoy, 76 años, cumplirá dos años de exilio en agosto próximo. Se fue de Nicaragua para ponerse a salvo de eventuales represalias que Daniel Ortega pudiera tomar en su contra, cuando decidió plantarle cara de forma pública y frontal. Desde entonces se le ha visto en giras de conciertos, recibido en cada país por nicaragüenses que lo ven como un símbolo nacional y, a veces, desaparecido de la escena pública.

En esta entrevista, realizada a distancia y con todas las complicaciones que tiene hacerla en estos tiempos de peste, Mejía Godoy relata sus días de cuarentena en una ciudad de California, las peripecias de su más reciente obra musical y, por supuesto, repasa la situación de Nicaragua y su participación en la revolución sandinista. Sostiene seguir siendo sandinista, pero reconoce que debió renunciar al Frente Sandinista cuando comenzó a ver “todo tipo de vicios” en los últimos años revolucionarios. “Caí en el pecado de omisión”, confiesa.

¿Dónde está ahora mismo Carlos Mejía Godoy? Si se puede saber, claro…
Me encuentro en California. En una ciudad situada a dos horas de San Francisco. Cuando a comienzos de abril mi esposa Xochitl y yo nos disponíamos a volar hacia Costa Rica, esta pandemia nos obligó a permanecer aquí, en la casa de mi hermana Conchita, casada con un ciudadano ruso. Ellos han sido verdaderos ángeles para nosotros. La casa es espaciosa. Tiene un jardín grande donde tomamos el sol cada mañana y eso nos brinda cierta libertad de acción. Me siento bendecido porque aquí hay un piano acústico en perfectas condiciones, lo que me permite ejercitar mis limitadas facultades pianísticas y, lo más importante, poder componer canciones nuevas e interpretar música popular y clásica.

¿Cómo anda de salud?
Sin ánimo de ser triunfalista, en mis 76 años me siento más vital y optimista. Porque, si bien es cierto, el exilio prolongado es un desgaste físico y espiritual, cuando pienso en la situación dramática de nuestros hermanos dentro y fuera del país, encarcelados, amenazados, perseguidos y ahora más golpeados por la peste global del coronavirus, siento que soy privilegiado. En mi última estancia en Costa Rica me hice un chequeo general y para la avanzada edad que tengo me encuentro en condiciones óptimas.

En California con su esposa Xochitl Acatl. (Foto cortesía)

¿Cómo está viviendo esta pandemia del coronavirus?
Afortunadamente nos tocó en esta casa de California y no en Costa Rica. Nuestro apartamento allá en San José es cómodo, pero tiene un área más limitada. Aquí estamos cumpliendo al pie de la letra, con la familia de mi hermana, todas las recomendaciones de la OMS (Organización Mundial de la Salud). Y desde aquí estamos siempre exhortando a nuestros familiares y amigos de Nicaragua que, a pesar de la demencial y criminal actitud del gobierno Ortega Murillo, lo más emergente es quedarse en casa.

¿Hay nuevos proyectos, nuevas creaciones?
Muy impactado por el papel heroico que están llevando a cabo los médicos y trabajadores de la Salud en todo el mundo, escribí una nueva canción titulada “Pandemia de amor”. Grabar este tema fue una verdadera odisea, sobre todo estando todos dispersos en los diversos países. Te cuento: para cantar esto necesitábamos los recursos técnicos básicos. Aquí en California mi única opción era el estudio de un amigo que está a diez kilómetros de nuestra casa, pero su esposa se negó rotundamente por el peligro de la peste.

Entonces le pregunté a mi hermano Luis Enrique, quien se encuentra en Costa Rica, si lograba acceder a un estudio cercano. Y mi cuñada no lo dejó salir ni a la esquina. En este contexto hablé con Hugo Castilla, que en Nicaragua tiene estudio, pero no tiene quién cantara la canción. Y ante su estupor le digo: cantala vos. Y viene una discusión bizantina y después de dos días, casi contra su gusto, Hugo Castilla se hace cargo.

Las voces femeninas son Alma Rodríguez y María Alejandra. Se grabaron en Costa Rica con un celular chiclero y en Nicaragua haciendo de tripas corazón. Este trabajo tan complejo que pudo costar mil quinientos dólares se hizo con 450 dólares que, vendiendo mis dibujos, pude reunir. La grabación del video, lo mismo. No hay recursos, estamos encerrados. Un excelente realizador, cuyo nombre ocultamos porque está “colorado” con la dictadura, hizo un precioso trabajo.

¿Vendió dibujos, dice? ¿También dibuja?
Mis tres hermanos, Chico Luis, Armando y Luis Enrique, han logrado un nivel profesional en sus dibujos y pinturas. Para no quedarme atrás, desde que empezó el exilio, he ido también soltando la mano, creando modestos trabajos inspirados en la lucha cívica y en la naturaleza pródiga de nuestra Nicaragua: volcanes, flores y pájaros. Incluso, a raíz de la muerte del querido poeta Ernesto Cardenal, me atreví a plasmar, sin pretensiones, el perfil del poeta en varias versiones. Y un acrílico paisajístico con el poeta leyendo en una hamaca en la isla de Mancarrón, la más grande del Archipiélago de Solentiname, donde el sacerdote trapense fundó esa pequeña comunidad de artesanos, pintores, poetas y guerrilleros.

Lea también: Carlos Mejía Godoy: “No usen nuestras canciones para eñl crimen”

Usted publicó en la revista Magazine, de LA PRENSA, una columna contando sus vivencias e historias de sus canciones. ¿Ha pensado en publicar sus memorias completas?
No soy disciplinado para escribir un diario, en el sentido estricto de la palabra, pero en cualquier momento me comunico con mis amigos de diversas partes del mundo y aflora una prosa espontánea, que voy guardando como insumos de mi libro de memorias que provisionalmente se llamará “Un somoteño llamado Carluchín”, mi nombre de batalla en las calles de mi pueblo, jugando trompo, saltando charcos con zancos o elevando barriletes. Estoy en comunicación con Jesús de Santiago, de Hispamer, para darle forma al libro “Y el verbo se hizo canto”, con el material que publicamos en Magazine.

En España, Carlos Mejía y su esposa Xochitl con Pablo Milanés, su esposa Nancy, y Lesther Gaitán (quien los llevó a ese país). (Foto cortesía)

Ha cantado en dos guerras, una revolución, una insurrección cívica y ahora en una pandemia mundial. Supongo acumula muchos momentos de dolor.
Indudablemente la partida de mis padres ha sido lo más impactante. Y en ese orden sentimental me impactó la muerte de dos personajes imprescindibles en mi desarrollo como cantor: Ernesto Cardenal y mi entrañable hermano Chale Mántica. Pero si hablamos del momento más lacerante, a partir de los sucesos de abril, fue aquella noche que yo califico como kafkiana. En la televisión Daniel Ortega hablando cínicamente de paz y reconciliación, invocando a Dios, y en ese mismo instante estaban masacrando a los universitarios protegidos en la iglesia de La Divina Misericordia. Yo me levanté y dije a mi esposa: ¡No puedo más! Tengo que llamar al dictador y decirle que cese de matar a nuestra gente. Sinceramente, creí que Xochitl, que lloraba conmigo, indignada e impotente, me iba a contener, por el peligro que se cernía contra nosotros. Al final conseguí su apoyo.
Más de alguien me calificó de apasionado al escuchar esa carta encarando al déspota y recordándole una anécdota con su padre. Yo respondí: “No me puse apasionado, soy apasionado”. Y es la verdad. Siempre he sostenido que la cosas que no se hacen “con pasión” resultan impersonales, porque no llevan la impronta del corazón. Lo digo sin tapujos, soy apasionado en todos los instantes de mi vida. Como cantor y como silvestre ser humano.

¿Carlos Mejía Godoy sigue siendo sandinista?
Por supuesto que sí. Porque mi sandinismo no me llegó a partir de un broche o un carnet. Jamás fui elevado a militante por una ceremonia tal o cual. Mi militancia tiene su raíz en mis convicciones, muchos años antes de mi inserción orgánica en el FSLN. Es más, una vez más lo declaro: no me arrepiento de haber entregado los mejores años de mi vida, como artista y como ser humano, a una causa que abracé de corazón. Estoy absolutamente convencido de que ese era el camino correcto. Pero eso sí, mucho antes de la derrota electoral, empecé a percibir todo tipo de vicios que se contradecían con aquella “mística revolucionaria” de nuestro catecismo. Y por primera vez voy a ser categórico en esta afirmación: ¡Mi deber era renunciar!

¿Por qué no lo hizo?
Por aquel bendito pretexto de no hacerle el juego a la derecha y al imperio. La coartada facilista: tengo que seguir luchando desde dentro. Grave error. Y hoy me confieso ante mi pueblo. Con toda la gallardía de mi alma: mi silencio resultó siendo cómplice. Desde mi opción cristiana, caí en el pecado de omisión.

También se podría pensar que para no perder los privilegios que tenia como cantor de la revolución.
Nunca tuve privilegios ni, gracias a Dios, jamás me lucré a la sombra del poder. Devolví la casa que habitaba, a sus legítimos dueños y me fui a alquilar vivienda como cualquier ciudadano común. Puedo declarar con orgullo: entré al FSLN pobre y salí más pobre cuando me retiré. Y ese será el único patrimonio que dejaré a mis hijos: un puñado de canciones dignas y una vida honesta, dedicada a una sola idea, casi obsesiva, a decirle al mundo que Nicaragua es un país hermoso, de gente laboriosa e inteligente, pero traicionada por sus gobernantes.

¿Como ve Nicaragua desde el exilio, a dos años de los hechos de abril 2018?
Estoy muy tenso con todo lo que está ocurriendo en Nicaragua. Los Ortega Murillo son peores que la pandemia, por eso ellos no reaccionan y se burlan de forma criminal de la OMS. Considero que esta actitud genocida va a acelerar progresivamente la caída del régimen.

Nicaragüenses reciben a Carlos Mejía Godoy en aeropuerto de Panamá. (Foto cortesía)

¿Ve una salida violenta otra vez?
Sigo sosteniendo que la lucha cívica sostenida y sin tregua es el único camino. Tengo una fe y un optimismo sin fisuras. A pesar de la desinformación y algunas voces disonantes que utilizan como arma la descalificación y el lenguaje difamatorio creo que al final del túnel vendrá esa luz redentora.

¿Ha pensado regresar pronto?
Estoy ansioso, pero no desesperado por retornar a mi amada Nicaragüita. He preguntado a diversos amigos si es prudente volver en estos momentos y todos a coro me han dicho que sería un error. Sinceramente me siento más inseguro que en tiempo de Somoza. Anecdóticamente, después de ganar la OTI le preguntaron al dictador si Carlos Mejía podía regresar a su patria. Somoza respondió de inmediato: “Mejía Godoy es un ciudadano con los mismos derechos de todos para permanecer en este país”. ¿Respondería lo mismo Daniel Ortega? Te devuelvo la pregunta.

Plano personal

  • Carlos Arturo Mejía Godoy nació en Somoto, Madriz, el 27 de junio de 1943. Ha estado casado tres veces y tiene ocho hijos. Actualmente está casado con Xochitl Acatl Jiménez Guevara.
  • Para las elecciones generales de 2006, fue candidato a la Vicepresidencia por el Movimiento Renovador Sandinista. Su compañero de fórmula fue Edmundo Jarquín.
  • De niño vendió chicles y lustró zapatos para ayudar a su familia.
  • Estudió en la Escuela de Periodismo, donde fue compañero de clases de Bayardo Arce y también estudió
  • Derecho y coincidió en clases con el expresidente Arnoldo Alemán.
  • Le teme a los aviones. La primera vez que se montó en uno fue en un viaje a Guatemala y no le gusta viajar en avioneta a la Costa Caribe.
  • Come de todo, especialmente gallopinto, queso frito, crema y los domingos no se pierde su nacatamal. Es adicto a las gaseosas. No sabe cocinar absolutamente nada. Según él, “se le quema el agua”.
  • “No ceso de reclamarle al Gobierno que usen nuestras canciones como banda sonora del crimen, el terror y el genocidio”, dijo en entrevista a Domingo sobre el uso de sus canciones por el régimen de Daniel Ortega.
  • En el exilio dice añorar su biblioteca de Nicaragua donde tiene una colección de lírica nicaragüense: Rubén Darío, Salomón de la Selva, Alfonso Cortés, José Coronel Urtecho, Pablo Antonio Cuadra y Joaquín Pasos, entre otros.
  • Memorias de Adriano, de Margueritte Yourcenar, novelista belga-estadounidense, es uno de sus libros de cabecera. “Me marcó para siempre desde el año 2000 cuando lo descubrí”, dice.

La Prensa Domingo Carlos Mejía Godoy coronavirus archivo

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