14
días
han pasado desde el robo de nuestras instalaciones. No nos rendimos, seguimos comprometidos con informarte.
SUSCRIBITE PARA QUE PODAMOS SEGUIR INFORMANDO.
Nicaragua, sanciones, Daniel Ortega

La gran paradoja

Por el afán de salvar vidas naciones y corporaciones, colectividades e individuos, combinan recursos y toman medidas heroicas: cuarentenas prolongadas, endeudamientos astronómicos y riesgos personales conmovedores en el personal de salud.

Es impresionante ver como la actual pandemia ha desatado una movilización mundial sin precedentes. Por el afán de salvar vidas naciones y corporaciones, colectividades e individuos, combinan recursos y toman medidas heroicas: cuarentenas prolongadas, endeudamientos astronómicos y riesgos personales conmovedores en el personal de salud.

• Es hermoso y loable que así sea, pues es una demostración elocuente de la solidaridad humana y de los costos que la mayoría de los países están dispuestos a pagar para proteger a sus ciudadanos. El hecho de que la mortalidad del virus se concentre en los mayores y más vulnerables no ha quitado vigor a este formidable esfuerzo.

• Es desconcertante, sin embargo, que los bríos y energías que el Covid-19 ha despertado en defensa de la vida, no existan para otro sector de la población aún más vulnerable: el de las criaturas abortadas. Estados Unidos está casi paralizado por una epidemia que podría causar alrededor de cien mil muertes en 2020. Pero en ese mismo período habrán sido matados, en el vientre materno, más de seiscientos mil criaturas humanas. Más grave aún es que, a diferencia del virus que no tiene voluntad, los abortos son decisiones voluntarias y, por tanto, evitables.

• El porqué la mortalidad inducida por el aborto no despierta, ni remotamente, los sentimientos y mecanismos de solidaridad producidos por el virus, es un testimonio de la revolución cultural silenciosa que ha venido ocurriendo en las últimas décadas.

San Juan Pablo II le llamaba la cultura de la muerte. Esta ha llevado a considerar tolerable, y hasta digno de ser considerado derecho, el homicidio de los niños que no han salido aún del vientre materno. La lógica utilitaria, o la de mi conveniencia, se ha impuesto sobre la reverencia a la vida en todas sus fases, llevando a lo que muchos autores han llamado, el mayor genocidio de los tiempos modernos: más de cuarenta millones anuales.

• Quienes lo defienden niegan la humanidad de los no nacidos: ellos no son hombres y mujeres pequeñísimos, con su propio ADN y en proceso de maduración, sino tejidos sin mayor valor, parte del cuerpo de la madre, y sobre los cuales ellas tienen el mismo derecho de extirpar como sobre como lo tienen sobre una muela o verruga. Pero ellos mismos suelen reaccionar, con instintivo horror, cuando se les muestran gráficamente las manitos, brazos, piernas y cabezas destrozadas de las víctimas. Pues, en realidad, basta tener un mínimo de sentido común y decencia para percatarnos de que no estamos viendo desechos de animales, sino de seres humanos que han sido extirpados violentamente. Por eso los abortistas suelen reaccionar con gran hostilidad contra quienes muestran en poster o pancartas cadáveres o partes de niños abortados. Sus imágenes golpean en lo más profundo la esencia de su argumento.

• Este negar la humanidad a ciertos sectores de la población ha sido la excusa detrás de las discriminaciones y genocidios que han plagado la humanidad. En 1857 la Corte Suprema de EE. UU. declaró que los negros eran una clase inferior de seres, legalizando de rebote el matar esclavos. Igual ocurrió con los indios: “No son personas dentro del significado de nuestra constitución”, alegó el jurista George Canfield, justificando el privarlos de sus tierras y, eventualmente, hasta de sus vidas. Igual en la Alemania Nazi. El Reichsgericht, tribunal supremo, legalizó el holocausto de los judíos al negarles su estatus de personas.

• Hoy vivimos otro episodio de la negación de la humanidad a un sector de la población; esta vez el más vulnerable e indefenso. Pero no solamente los abortistas se la niegan, sino, de hecho, la mayoría, incluyendo muchos que se proclaman católicos. Seguidores conscientes o inconscientes del relativismo moral, creen que asuntos como el aborto son temas opinables, sobre los cuales no pueden imponerse morales de grupo sino dejar actuar a cada uno de acuerdo con su conciencia. (Con esta lógica habría quizás que respetar el “derecho” de los nazis a matar a quienes consideraban subhumanos).

• El Covid-19 preocupa y moviliza al mundo entero. El aborto, que es mucho más letal y además voluntario, apenas preocupa.

¿No demuestra esto lo nublado de la conciencia moderna?

El autor es sociólogo e historiador. Autor del libro En Busca de la Tierra Prometida. Nicaragua: 14-02-2019.

Columna del día covid-19 OMS pandemia archivo

Puede interesarte

×

El contenido de LA PRENSA es el resultado de mucho esfuerzo. Te invitamos a compartirlo y así contribuís a mantener vivo el periodismo independiente en Nicaragua.

Comparte nuestro enlace:

Si aún no sos suscriptor, te invitamos a suscribirte aquí