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El Ministerio de la Mentira

Por muy divertido que parezca, el Ministerio de la Mentira no es una comedia. Hay muchas vidas en juego. Se parece más, si quieren, a esas películas de terror que tienen payasos como protagonistas.

Ministerio de la Mentira

En Nicaragua funciona, como en pocos países del mundo, un Ministerio de la Mentira. No, no lo busque en La Gaceta ni espere verlo en el organigrama del gobierno, pero ahí está, activo y poderoso. Es, tal vez, el más importante de la pirámide estatal en el régimen de Daniel Ortega. Me atrevería a decir que, incluso, más que el Ejército o la Policía, que ya es decir mucho en esta dictadura. Aunque no existe legalmente, tiene ministro, o ministra, recursos, edificios, y funcionarios que llegan disciplinadamente de ocho a cinco, a veces hacen horas extras, y cada día abren sus computadoras haciendo la misma pregunta: ¿Y qué haremos hoy, Cerebro?

Show diario

Todos los días, un médico de bata blanca, flanqueado por banderas de Nicaragua y del partido Frente Sandinista, se coloca frente a las cámaras listo a mentirle a Nicaragua. Es una escena orwelliana. No está ahí para informar. Es el delegado del Ministerio de la Mentira. El show diario del Gran Mentiroso. Y, aunque suene extraño, tiene su macabro encanto. “A ver con qué mentira salen hoy”, dirá la abuelita, pendiente de la pantalla del televisor mientras barre el piso.

Jerigonza

En 30 segundos leerá un comunicado redactado en clave jerigonza. Dirá que hay tres casos confirmados de Covid-19 pero no sabremos si son los mismos de ayer, o si estos son nuevos y los tres de ayer se murieron o pasaron a “seguimiento responsable y cuidadoso”, sin que nadie sepa qué significa eso y, peor aún, sin que ningún organismo de salud, regional o mundial, sepa qué demonios poner en sus estadísticas porque se encuentran cosas como estas: “Se realizaron pruebas a las personas que lo ameritaban” o “Personas/contactos en seguimiento: toda persona que lo amerite”.

Enigma

Los periodistas, obligados a llevar la versión oficial, tendremos que someter esos comunicados a una especie de descifrador de códigos secretos, como si fuese el mismo Champollion ante los códigos egipcios o los aliados con la máquina Enigma que usaron para entender los mensajes alemanes en la Segunda Guerra Mundial. Y ni siquiera así se sabrá la verdad. Se conocerá solamente la mentira que quisieron camuflar entre tanta jerigonza.

Patas cortas

Hay un sabio refrán que dice: “La mentira tiene patas cortas”. Aquí tenemos un buen ejemplo. Recordemos cómo comenzó todo esto de la (des) información oficial del Covid-19. Sacaban un comunicado donde hablaban, a su manera claro está, de los casos confirmados, los activos, las pruebas practicadas, las personas en seguimiento y una exhortación religiosa de rigor al final. Contrario a su costumbre, hasta comenzaron a llegar a Canal 10 para someterse a preguntas de periodistas. Pero la mentira solo sabe de monólogos y ocultamientos. Dejaron de ir a Canal 10 cuando no soportaron las preguntas incómodas, y los comunicados poco a poco dejaron de mencionar los casos confirmados, primero, luego a las pruebas realizadas, después los muertos, los recuperados y las personas en seguimiento, de tal forma que el médico de bata blanca dice nada ahora en 30 segundos y pronto llegará solo a hacer la oración religiosa ¡y listo!

Película de terror

Si de algo estamos seguros aquí en Nicaragua es que el gobierno miente. Y cuando digo miente no me refiero a que eventualmente oculta o matiza información, como todos los gobiernos del mundo. La mentira es aquí esencial y definitoria. La usaron para ocultar la masacre que vino después de abril 2018 y la usan ahora en tiempos de coronavirus. La usan siempre. “La verdad será la que yo diga”, establece para imponer en la mente de otros la sociedad que ella imagina en su cerebro. ¿Estás entendiendo, Pinky? Por muy divertido que parezca, el Ministerio de la Mentira no es una comedia. Hay mucha desgracia y vidas en juego. Se parece más, si quieren, a esas películas de terror que tienen payasos como protagonistas. La mentira, esta vez, es el motor de un proyecto de poder y muerte.

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