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El poeta Cardenal y la conjura del 54

Hace 66 años tuvo lugar en Managua la conjura, conocida como fracasada rebelión de abril de 1954, organizada por varios elementos jóvenes exmiembros de la GN, en conexión con la Legión del Caribe que combatía a las dictaduras de la región. El presidente tico José Figueres —declarado enemigo de Somoza García— el expresidente de Cuba Prío Socarrás y el político dominicano Juan Bosch —exiliado en Costa Rica— los apoyaron. También lo hizo el sempiterno caudillo conservador Emiliano Chamorro, tras la ruptura del Pacto de los Generales —suscrito el 3 de abril de 1950— cuando Somoza García había declarado a finales de 1953, reelegirse.

El excapitán GN Agustín Alfaro era el encargado de hablar con los instructores de la Academia Militar, Jorge Cárdenas y Víctor Silva, y con el teniente Guillermo Duarte, segundo del capitán Guillermo Noguera, comandante del Aeropuerto Las Mercedes. Asimismo, el ayudante de este último, sargento Flores, había ofrecido su colaboración: serían minados los campos de aterrizaje para que no pudieran alzar vuelo los aviones a la hora del golpe.

La conjura consistía en capturar —durante la noche del sábado 3 de abril del 54— al mandatario en su propio palacio, matarlo si se resistía y allí mismo tomar el poder. Incluía, asimismo, la muerte de sus hijos Luis y Anastasio Somoza Debayle, de acuerdo con su nombre oficial: la “Operación de las tres S”. El poeta Ernesto Cardenal confirmaría muy pronto su participación en la conjura: Yo estuve en la rebelión de abril / y aprendí a manejar una ametralladora Rising. Pero rectificaría en uno de los tomos de sus Memorias: nunca aprendió a manejar ningún arma de fuego.

En cuanto al hecho de eliminar físicamente a Somoza García, Pedro Joaquín Chamorro Cardenal no estaba de acuerdo. Si fallaba el plan del sábado 3, emboscarían al dictador —desde “La California” en la Carretera Sur— a su paso hacia Montelimar, su hacienda azucarera; pero él optó por irse a Las Mercedes para recibir unos caballos que le enviaba, desde Argentina, Juan Domingo Perón.

El domingo 4 los conjurados continuaron en pie de guerra, pero de inmediato se entregó uno de ellos, Fernando Solórzano Chamorro, quien delató a sus compañeros. “Estaba lívido, el temor lo hacía cancanear, las frases le brotaban entrecortadas: Sí, sí. Me entorototó mi tío Emiliano Chamorro y me mareó Pablo Leal. El general Somoza me cae muy bien y es buen gobernante”. Así el gobernante se enteró de la conspiración, y dio orden de perseguir a todos; algunos se dispersaron (como el excoronel GN Manuel Gómez), unos se asilaron en embajadas (como el excapitán GNAgustín Alfaro y el teniente GN Guillermo Duarte), otros huyeron a las montañas o cayeron presos. Todos los dirigentes fueron apresados, torturados y después asesinados.

Entre ellos Adolfo Báez Bone (leal al expresidente depuesto Leonardo Argüello en mayo del 47) y el hacendado conservador Pablo Leal, jefe del contingente llegado desde Costa Rica con las armas: 600 rifles, 80 metralletas, 3 ametralladoras de trípode con su dotación de 100 tiros cada una y 600 granadas. Según Ernesto, a Leal —después de insultar al viejo Somoza— le cortaron la lengua.

Cardenal se escondió en casa de un tío suyo. Así estuvo un buen tiempo temiendo que llegaran a descubrirlo, situación que comunicó en el largo poema que sobre la anterior rebelión escribía: ¡Ah poder acostarse uno esta noche en su cama/ Sin temor a ser levantado y sacado de su casa/ A los golpes en la puerta y al timbre de noche. Se trataba de su famoso poema Hora 0.

El autor es secretario de la Academia de Geografía e Historia de Nicaragua.

Opinión Pedro Joaquín Chamorro Cardenal archivo
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