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La Salutación del Optimista en el drama

En estos tiempos lacerados por la ingratitud y la emergencia, no aparece el vaticinio que proclame a la felicidad. En compensación el aislamiento ha provocado la actitud positiva de leer.

El jueves 23 de abril se hizo una tímida conmemoración del Día Internacional del Libro y de los Derechos de Autor seguramente porque la pandemia ha impedido la celebración con la pompa ilustrativa merecida por esa efemérides designada por la Unesco en memoria de los grandes escritores entre los cuales se encuentra uno que es memorable puntualizar: Rubén Darío.

Pero el festejo se hizo en elipsis ejemplar sin el reconocimiento público merecido por los ilustres protagonistas que lo estructuraron desde antaño hasta justificar la elaboración del libro que llegó a ser voluminoso, un entrenamiento cultural que bañó de luz a los ojos con miradas que cautivaron el reto de los siglos.

Decía que la lectura no hizo su ceremonia bajo el hálito habitual que se esparce todos los años. Se hizo de una forma singular y hasta dramáticamente selectiva. La pandemia puso en el cautiverio a millones de seres humanos puestos en cuarentena. La multitud, separada por la sabiduría de la conservación, se alejó del bullicio para converger en metros separados, cada cual con el mutismo de la voz y de las manos distanciadas, lo cual dio mayor validez a la concentración.

En lo personal escogí al libro ideal para hacer de cada página un himno estelar de la vivencia y más cuando se está en soledad: La Princesa Paca, cuyos autores son Rosa Villacastín y Manuel Francisco Reina.

345 páginas devoradas por la lectura multiplicada no me permiten en la brevedad de un artículo hacer una referencia integral del contenido. Imposible. Pero posible hacer una alusión a los motivos que tuvo Rubén Darío para honrar el trascendental encuentro de escritores y políticos hispanoamericanos en el Ateneo de Madrid.

Como si estuviésemos en la reencarnación del genio, Rubén se puso en cuarentena. Pidió el silencio y la soledad que necesitaba para encerrarse. Según los autores se hizo acompañar de Paquita como un elemento vital de inspiración. De un tirón escribió el portento: Salutación del Optimista. Lo escribió en un marzo terrible de mil novecientos cinco. Se vistió de pulcritud el sentimiento, lució atuendo excepcional la bienvenida a la alegría cuando Humberto Belli y yo sin ponernos de acuerdo en coincidencia abordamos el tema sobre la maravilla poemática: “Ínclitas razas ubérrimas, sangre de Hispania fecunda” y más afortunada la coincidencia cuando el bardo pidió escribir en silencio y soledad.
Tantas desgracias y no ha llegado el momento de llevar a la realidad solo en la lira esos “nuevos himnos, lenguas de gloria”.

El autor es periodista.

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