14
días
han pasado desde el robo de nuestras instalaciones. No nos rendimos, seguimos comprometidos con informarte.
SUSCRIBITE PARA QUE PODAMOS SEGUIR INFORMANDO.

A esto saben los finales, Daniel Ortega

Las sanciones han expuesto la enorme soledad en que ha quedado el régimen de Ortega.Nadie más que ellos reclaman. Ni siquiera sus simpatizantes. Así son los finales.

Sanciones

A ver si me explican: Si hace apenas diez meses el doctor Gustavo Porras, presidente de la Asamblea Nacional, decía sentirse orgulloso de pertenecer al equipo de los sancionados por el imperio, y que las sanciones eran como condecoraciones para ellos, ¿cómo es que ahora, cada vez que habla, Daniel Ortega pide y repite que le quiten las sanciones? O sea, al decir de Porras, ¿pide que les quiten las condecoraciones de las que dicen sentirse orgullosos? Incomprensible.

Dolor

¿Duelen o no duelen? Hombre, a quién le va a gustar que lo sancionen. Pero la actitud de régimen de los Ortega Murillo tras las primeras sanciones, fue la misma de aquel niño a quien su madre lo castiga a fajazos y responde desafiante: “¡Pero no dolió!”, aunque esté a punto de soltar el llanto y vaya buscando un rinconcito para sobarse. De que duelen, duelen. Y llega un momento, lo sabe el niño, en que el dolor ya no se puede disimular, y se suelta en llanto.

Pueblo

Una vez resuelto lo del dolor, pasemos a su alcance. ¿Es un problema de ellos o un problema nuestro? Daniel Ortega ha querido poner las sanciones como un problema nacional de Nicaragua. Hablan de las sanciones al pueblo. Pero hasta ahora, no ha demostrado cómo es que las sanciones impuestas a su círculo cercano, afectan a toda Nicaragua. ¿Por qué, por ejemplo, las sanciones a Roberto Rivas, Porras, Laureano Ortega, la doctora Sonia Castro o la Policía misma nos pueden perjudicar a mí o a usted o a un trabajador del mercado o un campesino que siembra maíz y frijoles?

Soberanía

El otro argumento es que las sanciones de Estados Unidos, Canadá, y ahora la Unión Europea y Gran Bretaña, son una agresión a la soberanía nacional. Aquí el asunto es un poco confuso. El argumento de Ortega tiene a su favor que son países grandes y poderosos sancionando a personas pequeñas y poco relevantes en el panorama mundial. O sea, no están en igualdad de condiciones. No puede Ortega responder sancionando al círculo cercano al presidente Donald Trump, aunque sepamos que ganas no le faltan.

Abusivo

Y aquí es donde se voltea la tortilla. Si bien son irrelevantes a nivel internacional, en Nicaragua son una plaga. Por abusivos. Es el caso del hombre abusivo, que golpea y maltrata a su familia. Todo el barrio decide declararle la ley del hielo. Las pulperías ya no le fían, los vecinos no le prestan nada y le advierten que pronto va a enfrentar a la justicia por los desmanes que hace con los suyos. “Métanse en sus cosas”, dirá este pequeño hombre reclamando su derecho a abusar de los demás por ser “el hombre de la casa”.

El Club de los sancionados

El otro asunto es que, tal vez por su arrogancia, recuerden que hasta decían que las sanciones eran condecoraciones, o tal vez porque se lo merecen, su discurso lastimero no ha despertado la solidaridad de nadie. ¡Ni siquiera de los suyos! Digámoslo claramente: si revisamos nombre por nombre cada uno de los miembros de este club de los sancionados, veremos que entre ellos no hay ningún angelito. Solo fichas. Si aquí hubiese tribunales, Fiscalía y Policía independientes y profesionales, muchas de estas personas, sino es que todas, estarían siendo procesadas o castigadas por los delitos que se le imputan.

Soledad

A estas alturas, Daniel Ortega debería darse cuenta que está más solo que nunca. Nadie más que él y su grupo cercano está pensando que las sanciones son un problema de Nicaragua o un asunto de soberanía nacional. Ya lo dije, ni siquiera sus simpatizantes lo ven así. El asunto es más sencillo. Las sanciones son el castigo internacional a un grupo nacional de abusadores. Si las personas que ellos dicen representar no se indignan o reclaman en los barrios o comunidades, es porque no sienten que las sanciones sean un problema de ellos, sino de una élite. Y si los opositores, hasta se alegran de ese mal, es porque, por ahora, es la única forma de obtener un poco de justicia con personas que han hecho mucho daño. Es la soledad, Daniel Ortega. A esto saben los finales.

Puede interesarte

×

El contenido de LA PRENSA es el resultado de mucho esfuerzo. Te invitamos a compartirlo y así contribuís a mantener vivo el periodismo independiente en Nicaragua.

Comparte nuestro enlace:

Si aún no sos suscriptor, te invitamos a suscribirte aquí