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Pandemia y desinformación

El eje de la estrategia del régimen de Daniel Ortega ante la pandemia del coronavirus o Covid-19, es el engaño a la gente mediante la desinformación, la manipulación de la realidad y la propaganda política caudillista.

Por eso es que la dictadura orteguista ha ocultado y sigue negando que en Nicaragua hay contaminación local o comunitaria de coronavirus; y sostiene que los únicos 16 casos con 5 muertes que reconoce, han sido por contagio de personas llegadas del extranjero.

Pero las evidencias son inocultables y dicen lo contrario. Hasta la dictadura castrista de Cuba, hermana mayor y protectora de la dictadura orteguista, ha revelado que algunos de sus propios casos han sido de personas que se contagiaron en Nicaragua. Y la incidencia de la pandemia en los países vecinos, con mejores sistemas de salud pública y donde las autoridades no tratan de desinformar ni engañar a la gente, evidencia que los datos que publica el régimen orteguista son insostenibles.

De todas maneras, la dictadura no puede impedir que la información sobre la realidad del coronavirus salga a luz y llegue a la gente que la utiliza para protegerse por sus propios medios. Médicos independientes, especialistas en epidemiología e investigadores de salud pública aseguran con propiedad, que sí hay contagio local de coronavirus y que la curva de expansión de la pandemia está en ascenso. El Observatorio Ciudadano del Covid-19, creado desde la sociedad civil como una necesidad ante la irresponsabilidad informativa del régimen, ha registrado y reportado hasta el martes de esta semana 632 casos de enfermos por coronavirus, incluyendo los 16 confirmados por el Ministerio de Salud (Minsa) orteguista.

El ocultamiento y la manipulación de la información son característicos de las dictaduras y regímenes de naturaleza totalitaria, como el de Nicaragua. Es una irresponsable política de Estado que en situaciones de emergencia, como la pandemia del Covid-19, se convierte en una acción criminal de grandes dimensiones y catastróficas consecuencias.

Fue precisamente por la desinformación oficial y ocultamiento de la realidad en China, donde impera una dictadura totalitaria, que el Covid-19 surgido en la ciudad de Wuhan se extendió primero por el país y luego por todo el mundo. La Comisión de Salud de Wuhan reveló al Gobierno a fines de diciembre de 2019 que se había registrado una “neumonía atípica desconocida” en la ciudad.

Pero el régimen reaccionó hasta el 20 de enero de 2020, cuando el dictador Xi Jinping decidió dar a conocer la situación en Wuhan y tomar algunas providencias, pero ya era demasiado tarde para controlar la expansión del nuevo coronavirus. Y los médicos que informaron por su cuenta fueron castigados por el régimen, lo mismo que en Nicaragua se ha despedido de los hospitales a numerosos profesionales de la medicina por informar y alertar a la población sobre la peste.

De manera que tienen razón los gobiernos de Estados Unidos y de Europa que culpan al régimen chino por la pandemia y sus terribles consecuencias. Si la información no se hubiera ocultado, quizás el nuevo coronavirus se habría podido controlar y ahora no se estuviera lamentando tanta tragedia humana y material.

Editorial covid-19 Daniel Ortega archivo
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