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Zona de Strikes: El impacto de Ernesto López, el “Tiburón Mayor”

Ernesto López es el símbolo del jonrón en el beisbol nacional, luego de acumular unos registros que han garantizado la permanencia de su nombre en la memoria

Guardando las distancias, si Pedro Selva es nuestro Babe Ruth, Ernesto López debe ser nuestro Hank Aaron. Es difícil no mencionar al “Tiburón” al referirse al bateo de poder.

López es el símbolo de los cuadrangulares en el beisbol nacional. Estableció marcas que no solo han resistido los embates del tiempo, sino que con los años, lucen enormes.

Es el único artillero nicaragüense que ha superado la frontera de los 300 jonrones (319) y tiene el récord de 42 tablazos en una temporada. Nadie más.

Y sin embargo, no disparó ni un solo bambinazo en sus dos primeras temporadas con el Granada en 1969 y 1970. Y no solo eso. Tampoco tuvo buenos averages al bate esos años: .181 y .140.

En 1971 mostró la dentadura con .272 de promedio, ocho jonrones y 34 empujadas. Un gran salto, aunque hubo que esperar seis años más para ver su mayor esplendor.

Los jonrones de Ernesto se incrementaron hasta llegar al máximo nivel en 1977, cuando disparó 41 y además, bateó .363 con 111 impulsadas para una triple corona.

Un año después, cuando se agregaron las estadísticas de la postemporada, Ernesto acumuló 42 jonrones y 117 remolques con .362, pero Vicente López se elevó a .436 y le privó de la otra triple corona.

Entre su supuesta firma al beisbol profesional en 1979, su viaje a jugar a Guatemala en 1980 y la sanción, perdió casi tres campañas. Y luego dos más (1989 y 1990) al ser nombrado mánager.

Sin embargo, nunca dejó de tronar. Incluso en 1991, al volver a la acción con los escualos, metió 16 jonrones, 16 más en 1992 y 28 en 1993, su última gran temporada.

Al retirarse tras 26 años, lo hizo con .311 de average, 1,647 hits, 319 jonrones, 1,076 remolques y 885 anotadas. Doce veces bateó sobre .300 y en 14 ocasiones sumó al menos 10 jonrones.

En la Selección Nacional también hizo mucho ruido, desde sus inicios en 1971 en los Juegos Panamericanos de Cali, Colombia, (.312), los Mundiales de la década del setenta y las Copas Intercontinentales.

Su mayor impacto lo tuvo 1978 en Medellín, Colombia, con diez jonrones en 12 juegos. Un año antes (1977), dio cinco palos en la Copa Intercontinental en Managua y en el Mundial de Italia cuatro en 1978.

Una gran carrera para un cañonero cuyo brillo todavía es cegador y sus récords permanecen firmes, mientras revestía todo su acciones con una personalidad carismática y sencilla.

Ernesto y Selva, o Selva y Ernesto, son siempre las grandes referencias entre los aporreadores de mayor trascendencia en la historia del beisbol nacional.

Edgard Rodríguez en Twitter: @EdgardR 

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