Desde el Estatuto Fundamental el FSLN se comprometió a efectuar elecciones libres, previa promulgación de una Ley electoral, pero el 19 julio de 1981, en la Plaza de la revolución Daniel Ortega dijo a la multitud que no habría elecciones sino hasta 1985.
Todos los partidos opositores rechazaron el anuncio, iniciándose una campaña a nivel nacional e internacional, exigiendo el cumplimiento del compromiso electoral, para elegir presidente de la República y diputados constituyentes. Los sandinistas continuaron negándolas, pero la presión de la guerra civil, la de los partidos de oposición, y especialmente la tremenda crisis económica, obligaron al sandinismo a convocar a elecciones generales.
Los sandinistas promulgaron con sus partidos satélites una Ley Electoral, vertical descendente desde el Poder Ejecutivo, que controlaba la Asamblea, la que nombraba los magistrados del Consejo Supremo, estos a los departamentales y estos a las juntas receptoras de votos, todo mientras estaba vigente la Ley de Emergencia Nacional,
Las elecciones efectuadas, sin la oposición el 4 de noviembre de 1984, constituyeron una farsa electoral, y aunque se abultaron los resultados, el triunfo sandinista no logró el reconocimiento internacional y por lo tanto no hubo respaldo económico, lo que sí logró, fue obtener una constitución política en la que plasmó su proyecto histórico.
La situación actual se presenta casi idéntica a lo vivido en los años 80, es inminente una reforma cosmética a la Ley Electoral, se ira a las elecciones con partidos satélites, la verdadera oposición se abstendrá porque no se ha cumplido, lo acordado en el Diálogo Nacional, el sandinismo no logrará legitimarse ante el mundo internacional y Daniel Ortega o cualquier miembro de su familia, ocuparán la Presidencia de la República y tendremos un gobierno dinástico, como lo fue el de la familia Somoza. Es decir, volvimos al punto de partida. ¿Volveremos a iniciar el ciclo?
El autor es abogado.