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Un hombre sin amigos

A propósito de la muerte de Dionisio Marenco, vale recordar cómo Ortega usa y descarta a sus amigos al ritmo de sus obsesiones por el poder

Amigos y poder

Si algo me quedó claro en la investigación que hice para mi libro El Preso 198, sobre la personalidad de Daniel Ortega, es que se trata de un hombre sin amigos. O por lo menos, sin los amigos tal y cual usted y yo los conocemos. Alguien podría decir: “¡A mí qué me importa que tenga o no tenga amigos!” Pero, si juntamos este rasgo con su perpetuo convencimiento de que alguien siempre tiene que mantenerlo, encontraremos una explicación bastante lógica a esa obsesión por el poder que tiene y su decisión de retenerlo al costo que sea. Y ahí sí, no me vaya a decir que esa obsesión por el poder de Daniel Ortega no tiene que ver con usted o conmigo, porque todos hemos sufrido las consecuencias de ello.

Oficio

Vamos por parte. Daniel Ortega nunca ha trabajado. Vuelvo a lo mismo: al menos no ha “trabajado” como usted o yo lo concebimos. Sus trabajos han sido ser preso, guerrillero y presidente. Nunca ha tenido un oficio o una profesión o un negocio que le genere los ingresos para vivir. Todos sus ingresos le han venido de la política. Es cierto que ahora tiene negocios, pero al igual que los amigos o el trabajo, tampoco son de los normales. Sus negocios son los que ha amasado a la sombra del poder y funcionan solo si hay poder. O sea, sin poder no tendría amigos, ni trabajo ni negocios como los que ha tenido o tiene ahora.

Parasitar

Ortega ha tenido una actitud parasitaria ante la vida. Siente que su papel en la vida es ser guía, estadista, líder revolucionario. Eso de producir riquezas es para almas pequeñas, desde su punto de vista. Y claro, alguien tiene que costear ese papel “sacrificado” que le ha correspondido en la vida. Primero fueron los rusos, luego el coronel Gadafi, de Libia, después encontró a Chávez. Cuando se agotó la fuente venezolana buscó a los chinos. No le dieron nada. Luego al ruso Putín y no encontró nada. Entonces, tal cual lo pronosticamos, se pegó a los huesos del perro más flaco. Nos empezó exprimir con impuestos y precios irracionales de los monopolios que controla.

Divorcios

Para julio del 1979, Daniel Ortega llega al poder con apenas cuatro amigos cercanos vivos del grupo de ocho amigotes que se forjó en la cárcel. Otros amigos serían, tal vez con menos intimidad que aquellos, Herty Lewites y Dionisio Marenco. Tanto con Carlos Guadamuz, como con Herty Lewites y Nicho Marenco ha tenido sonados divorcios por la misma razón: los tres intentaron tomar vuelo propio. Ortega no permite sombras. Usa el talento y, con frecuencia, la falta de escrúpulos de sus amigos para acumular poder, y luego usará ese mismo poder para apartarlos, anularlos, eliminarlos.

El factor Murillo

En una vieja entrevista que le hice al recién fallecido Dionisio Marenco, me dijo que parte del distanciamiento con su viejo amigo Daniel Ortega se debía al “factor Murillo”. Y da la casualidad que Rosario Murillo ha tenido que ver también con las rupturas de Ortega, primero con Guadamuz y luego con Lewites. En la medida que Murillo fue cogiendo control de la vida de Ortega, también lo presionó para alejarse de sus amigos. Todos ellos fueron vistos como traidores y oportunistas porque al intentar volar por cuenta propia, cuestionaban el futuro del liderazgo de Ortega.

Culpas

No es que los amigos divorciados hayan sido mejores o peores que aquellos del viejo grupo que se han quedado que ya es… ¡uno solo! No se trata de establecer un club de los buenos y otro de los malos. Viniendo de la misma macolla muchas responsabilidades compartirán. Cada quien ha tenido sus propias circunstancias y cargará con las culpas y pecados que le correspondan. Solo trato de establecer una conexión entre amistad y poder, y como una ha determinado a la otra.

Malas horas

Daniel Ortega estaría viviendo sus peores horas. Está aferrado al poder con casi todo en contra. Su edad. La salud. Sin amigos. Despreciado nacional e internacionalmente. Sin proyecto claro. En manos de una mujer a la que le entregó el control de su vida por las razones que se explican en El Preso 198. Aislado. Y todo será peor.

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